Capitulo 11

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¡Hola! Estaba aburrida, y nada, acá les dejo otro capitulo. ¿Les gustaría que haga maratón? Así adelantamos un poco y la lectura no se vuelve tan densa, díganme que opinan en los comentarios. Es un poco corto, lo sé, perdón. No se olviden de votar. Gracias <3


No esperaba ver todo así. Su hogar, su casa, estaba todo destruido.

Los trozos de vidrio esparcidos por el suelo, papeles por todas partes, los muebles rotos, tirados. Todo se veía tan mal. No pudo evitar llorar. Mentiría si dijera que no extrañaba a su padre, que le dolía ver a su hogar hecho trizas, que no se preocupaba por la vida de sus amigos e incluso por la suya misma. Todo era un desastre.

―Me quedaré a ordenar un poco este desastre. ―le informó a Bill.

―Puedes volver cuando quieras. ―dijo. Luego de revisar que era seguro, se marchó. Luna se quedó sola, en medio de un desastre.

Podía oírlos. Oía los sollozos de su madre, ¿cómo? No lo sabía. Su dormitorio estaba en la planta alta, pero los oía. O quizá, solo era su mente jugándole una mala pasada. De cualquier modo, se volvería loco. Sí que lo haría.

Decidido a salvar a su madre, bajo a los calabozos. Al llegar a las escaleras no puedo continuar, había un hechizo que no se lo permitía.

— ¡Mamá! —gritó. No hubo respuesta—. Madre, ¿me oyes? —no hubo respuesta en absoluto. Estaba a punto de irse, cuando escuchó ruidos. Volteó su mirada, y logró ver a su madre pegada a las rejas que la mantenían allí.

— ¡Mi niño! ¡Oh, mi niño!

Ambos lloraban. Draco no podía aguantar las ganas de correr hacia los brazos de su madre, como cuando era pequeño y solía temerle a la oscuridad. Irónico, pensó, le temía a la oscuridad y ahora estoy enterrado en ella.

Narcissa ni siquiera era mortífaga, sus ideales habían sido infundados por sus padres, pero jamás quiso unirse a los seguidores del Señor Tenebroso, porque una parte de ella sabía que eso estaba mal, lo creía. No quería vivir bajo la sombra de un morsmordre, pero lo hacía, y maldecía el día en que no había seguido a su hermana Andrómeda.

—Mamá, intentaré traerte agua. —susurró lo suficientemente alto su hijo, sacándola de sus pensamientos.

—No lo hagas, querido. No hay manera. Rodolphus se aseguró de hacer correctamente los hechizos. —respondió rápidamente—. Si se enteran que estas aquí, Draco... corres mucho riesgo.

—Me importa un knut. Eres mi madre. —contestó con firmeza.

—Vete, Draco, vete. No vuelvas, por favor, no quiero que te pase nada. —suplicó.

—Te quiero, mamá. —espetó con la voz rota y los ojos llorosos.

—Y yo a ti, mi niño. Todo estará bien, estaré pronto contigo ¿de acuerdo? —dicho esto, Narcissa volvió a las sombras del calabozo. No podía invocar luz porque Draco tenía su varita, y además los hechizos que habían puesto allí no la dejarían.

Draco no pudo dormir en toda la noche; los sollozos, que no sabía si eran reales o no, aún lo perseguían. 

La semana siguiente pasó demasiado lenta para muchos.

Draco y su padre, quién también había intentado salvar a su esposa, no sabían nada de Narcissa. Alguien se había dado cuenta que habían bajado e intentado ayudar, porque Pettigrew vigiló las escaleras durante todo los días. Esa mañana ambos fueron a buscar a Narcissa antes del alba.

—Ya ha pasado una semana. Déjala salir. —dijo Lucius.

—Sólo sigo órdenes de mi amo. —espetó Pettigrew, orgulloso de su lealtad.

—Déjala salir o juro que arrancaré tus ojos con mis propias manos. —la furia centelleaba en los ojos platas de Draco.

Bellatrix apareció detrás de él, riendo.

—No hace falta, querido sobrino. —arrastraba las palabras, con un claro desprecio. —Córrete, idiota, mi hermana tiene que salir de allí. —espetó.

—Pero, el amo no me ha dicho qu

— ¡Ya cállate! —lo interrumpió. Lo empujo a un lado y con los hechizos correctos, las barreras invisibles se esfumaron. Lucius bajo corriendo, seguido de su hijo.

—Alohomora. —susurró y la puerta de rejas se abrió.

Narcissa estaba en un rincón del calabozo, sus ojos cerrados y un semblante de paz en su rostro. Por un segundo, ambos temieron lo peor, pero vieron que el pecho de Narcissa subía y bajaba lentamente.

—La llevaré a San mungo. —sentenció Lucius, tomando a su esposa en brazos y desapareciendo en un segundo.

En San Mungo, los medimagos le brindaron toda su atención a Narcissa y esa misma noche pudo estar en su casa. Su hijo la esperaba con ansias.

—Madre —dijo abrazándola—. Temía perderte. —susurró sobre su cabello.

—No lo harás, nunca. —contestó entre lágrimas.

Había estado a punto de morir. Había visto la luz de la que todos hablan. De hecho, había estado con su madre en algún lugar de su subconsciente. La mujer le dijo que podía volver, o quedarse, y por un momento quiso quedarse allí pero luego vio pasar antes sus ojos imágenes, recuerdos de su familia. Draco, en brazos de Lucius, el día que nació. Draco jugando en los parques de la mansión. Ella, Lucius y Draco riendo. Draco en la estación King Cross, en su primer año a Hogwarts. Lucius besándola y diciendo que la amaba. La risa de Draco. La palabra "mamá" siendo pronunciada por primera vez por Draco. Y luego, un recuerdo raro, Lucius y Draco riendo, destellando luz por todas sus extremidades. Entonces comprendió que no podía abandonarlos, ellos eran la luz de su vida y no los dejaría.

Amistades peligrosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora