Capitulo 6

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¡Hola! Feliz año nuevo . Perdonen las faltas y los errores ortográficos, tuve que subir el capitulo desde el celular.

Esa semana aprovechó cada día para estar con su padre, disfrutando su compañía como nunca antes. Salieron a recoger hierbas para el té, y aunque notaban el aire pesado, como si algo una tormenta estuviera por desatarse, ambos preferían disfrutar de las pequeñas cosas que amaban. Luna había comenzado a pintar, hacia ya algunos años, y se había esmerado en crear un cuadro para su padre. Al principio quiso retratar a su madre, pero al final decidió que lo mejor sería pintarlos a ambos. Cuando lo terminó estaba orgullosa, había usado sólo pintura negra, dejando el fondo blanco y las siluetas de sus padres en negro.
Al entrar, colocó las hierbas en el agua, tomó dos tazas, y una vez que el agua había hervido, preparó té para ambos. Se dirigió al cuarto de su padre y le tendió una taza.
—Ven. Tengo algo que mostrarte, papá. —dijo emocionada, mientras tomaba su mano libre y lo guiaba a su cuarto. Allí estaba el cuadro.
Al verlo, Xenophilius quedó muy sorprendido. Luna retiró la taza de la mano de su padre, dejando ambas sobre una mesita, y lo abrazo. Se abrazaron tan fuerte que ninguno pudo evitar soltar algunas lágrimas.
—Esto es hermoso, querida... Es hermoso. —repetía una y otra vez, apretando la mano de su hija.
—Es para ti. —dijo, y una sonrisa se formó en su rostro.
Su padre volvió a abrazarla. —Te amo, Lunita.

Ambos estaban felices. El cuadro fue colgado en la sala de estar, junto a una foto de Luna de pequeña.

El sábado por la mañana, Luna de marchó a la madriguera. Al llegar, la recibieron Hermione, Harry, Ginny, los gemelos, y Ron. También sus padres, por supuesto. La señora Weasley había hecho pastelillos deliciosos para todos.

— ¿Neville vendrá? —preguntó mientras tomaba el té con sus amigos. Ron quiso hablar, pero su boca estaba llena. Harry le respondió que no, que su abuela no le había dado permiso.

La pasaron muy bien toda la semana. Fueron juntos al Callejón Diagon, y comieron todos en El caldero chorreante.

El día que comenzaron su sexto año, Luna se sentó en la mesa de los slytherins, junto a Draco, Blaise, Theo, Pansy y las Greengrass. Iba a ser un año increíble. O al menos, eso creía.

Todos sabían que el Señor Tenebroso había vuelto, y se sentían muy inseguros. Harry insistía más que nunca en que se aleje de los slytherins, pero Luna no tenía planeado abandonarlos. Sin embargo, a medida que el sexto año escolar de Hogwarts transcurría, Draco y Pansy se alejaron, no sólo de Luna, si no de todos ellos.
Durante los primeros meses, Draco había estado algo irritado y hablaba poco con Luna, coincidían en pocas clases y cuando lo hacían él ni siquiera se presentaba. Los demás decían no saber que pasaba con él, aunque ella presentía que algo ocultaban. Le enviaba cartas, pero Draco no respondía.
Un día, se lo encontró en uno de los pasillos.
— ¡Draco! —gritó. Él se dio vuelta, la observó y luego siguió caminando. Luna corrió para alcanzarlo, al hacerlo, lo tomó del brazo, obligándolo a parar.
— ¿Qué estas haciendo? —cuestionó.
—Caminar ¿no es obvio? —el sarcasmo goteaba en cada palabra que arrastraba.
—No, quiero decir, ¿por qué te has alejado de mi? ¿Por qué ya no me hablas? —suspiro. Al ver que Luna estaba preocupada, Draco bajo todo su muro de indiferencia, al fin y al cabo sabía que podía confiar en ella.
—Lo siento ¿de acuerdo? No quería alejarme de ti pero debo hacerlo. Ve con Potter, olvidate de que alguna vez fuimos amigos, incluso olvida a Nott, Blaise y Pansy. No es seguro que estés con nosotros.
Ella lo miro sorprendida, negando con su cabeza.
—No hagas esto, Draco. No te alejes, déjame ayudarte. —dijo, con el tono de voz que la caracterizaba, y Draco recordó lo mucho que odiaba su vo antes de conocerla como lo hacia ahora.
—Lo lamento. —se limitó a decir, soltándose del agarre de Luna, caminó lo más rápido que pudo, dejándola sola.

Luego de ese encuentro, Luna no había dejado de insistir en él, pero Draco era duro, incluso dejó de juntarse con todos sus amigos. No sólo se alejó de Luna, sino de todos ellos. Pansy hizo lo mismo, poco a poco, y para cuando llegó la primavera, ninguno de ellos se dejaba ver con nadie. De hecho, apenas los veían. (N.A: en mi país, la primavera llega en septiembre, dos meses antes de que termine el año escolar, tenganlo en cuenta)
Theo, Blaise, Astoria, Daphne y Luna, se encontraban frente al lago, su lugar de encuentro.
— ¿Han hablado con Draco? —preguntó Astoria.
—Hemos cruzado algunas palabras en el cuarto hoy por la mañana, pero después no lo he visto en todo el día. —comentó Blaise.
—Yo no lo veo hace días, ni siquiera lo cruzo en la sala común. —continuo Astoria.
—Se ha alejado sin dar una explicación. —soltó Luna, nostálgica por su amigo.
— ¡Ya! —gritó Theo, irritado—. Ya... —todos lo miraron—. Confío en ti, Luna, y espero que no le vayas con el cuento a San Potter. Draco se ha alejado porque su padre lo obliga a hacer ciertos... entrenamientos, y no quiere que corramos riesgos. Sobre todo tu.

Luna se quedó perpleja. Lo que Harry decía era verdad: Draco era mortifago, o lo sería pronto. Y él-él se había alejado de todos sus amigos para protegerla.
— ¿Pansy...? —dijo, sin ser capaz de decir lo que su mente preguntaba. Theo asintió. Ella también sería mortifago.
—A mi me llegara el momento pronto. —susurró con tristeza, bajando la mirada. Daphne lo abrazó.

Todos se quedaron en silencio, hasta que se vieron obligados a volver a clases. Aquella tarde, por primera vez, Luna no supo qué hacer, así que recurrió a la única persona tan cuerda como ella misma: su padre.
La carta que le envió decía que los slytherins serían parte de “eso” que “él” estaba planeando. No sabía si comunicar a Harry, o no decir nada en absoluto. Ella no tenía miedo por lo que pudiera pasar, por lo tanto, su padre tampoco debería tenerlo.
Al día siguiente, la lechuza de Xenophilius llegó.
Mi hermosa y querida Luna.
Sólo puedo decirte que sigas tu instinto, y nunca traiciones a tus amigos (ninguno de ellos).
No temo, confío en ti y harás lo correcto.
Con amor,
Xenophilius, tu padre”.

Había decidido, entonces, que no hablaría con Harry pero si con Draco y los demás, los alentaría para que hablen con Dumbledore, seguramente el director los podría salvar, los llevaría a algún lugar donde Voldemort no los pudiera encontrar. Pero Luna no contaba con lo que iba a pasar esa noche.

Mediante un patronus, Harry la despertó, y se reunió con Ron, Hermione y Neville en uno de los pasillos. Harry les pidió que defendieran el castillo, como parte del ED, porque los mortifagos habían entrado.
Tembló al saber que Draco los había traído. Él era su amigo, su mejor amigo, y se sentía fatal al pensar que una persona tan especial para ella, como era Draco, pudiera permitir que los mortifagos entren en el castillo, en su casa. Porque eso era Hogwarts para todos: un hogar.

Entre la batalla de hechizos que llevaba a cabo con un mortifago, logró divisar a Draco. Estaba peculiarmente pálido, con grandes bolsas negras debajo de sus ojos, y pudo notar que sus manos temblaban.
Lanzó un petrificus totalus mientras el mortifago se distraía por irse, y lo dejó inconsciente en el suelo. Corrió hacia Draco, que iba detrás de Snape.
— ¡Draco! ¡Draco! —gritó. Él ni siquiera se inmutó—. ¡Draco, escuchame!
Él seguía caminando, sin voltearse o pararse a esperarla.
— ¡DRACO LUCIUS MALFOY! —volvió a gritar, con todas las fuerzas que fue capaz de reunir. Efectivamente, Draco se giró, y Luna notó que sus ojos se encontraban desesperados. Corrió hacia él y lo abrazo con fuerza.
—Vete, Luna, vete. —susurró él contra su cabello.
—No te vayas, no permitas que te tomen. Lucha, Draco. No seas cobarde. Tú no eres así —dijo Luna—. No olvides que aún te quiero, y creo en ti. No eres la persona que hace esto, vuelve a ser el de antes. — miró fijamente los ojos plata de Draco.
—La persona que conociste murió. —sentenció él, frío y distante. Se dio vuelta y corrió hacia su padrino, dejándola sola. Ambos se perdieron en la noche. Luna pudo ver desde su lugar que los mortifagos se retiraban.
Corrió hacia el frente del castillo. Todos estaban allí, incluso algunos slytherins, pero no pudo ver a sus amigos.
Dumbledore  yacía sin vida en el suelo. Harry lloraba a su lado, mientras Ginny lo abrazaba.
Las lágrimas caían silenciosamente por los rostros de todos los presentes. Uno a uno fue levantando su varita e iluminando el cielo, borrando así la marca tenebrosa que habían conjurado.
La oscuridad no podrá vencer a la luz, pensó Luna.

Amistades peligrosas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora