CAPITULO 10

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LA HOGUERA

Llegué de forma estrepitosa al Templo de las Brujas, se me revolvió el estómago, me maree tanto que no me pude sostenerme en pie y caí sentada sobre la dura roca. Cuando me recuperé tenía la piedra de sacrificios justo en frente de mí, me levanté tomando una bocanada de aire y caminé hacia ésta. La determiné por largo rato tratando de descubrir dónde pudo haberlo ocultado, le di la vuelta a la redonda sin resultados.

Recordé el hechizo de encontrar las cosas perdidas y lo recité:

"Que lo que está extraviado aparezca

Que de mi vista no se desvanezca"

De inmediato una luz sobresalió del centro del altar y el libro salió levitando hasta quedar a mi altura. Lo tomé llevándolo contra mi pecho, la imagen de mi madre se mantenía fresca, ¿Cómo pueden hacerle esto? Los odié de una manera tan profunda que juré los destruiría.

Sé que debía irme y regresar al templo de los Alados, pero no podía, no sin ella. Regresé a la aldea pero antes, escondí el libro cerca del puente colgante y le puse un conjuro para ocultarlo.

"Que lo visible, invisible sea

Que no lo encuentre el que lo desea

Sólo a mí me será revelado

Porque así lo he deseado"

Cuando estuvo hecho, regresé sobre mis pasos protegida con el hechizo de invisibilidad. Tal como en mi sueño el tronco estaba colocado y alrededor los leños secos esperando a su prisionera. Se me oprimieron las entrañas, esto no estaba pasando de verdad, parecía tan irreal y todo es mi culpa.

De haber aceptado mi destino mamá no estaría en estos aprietos, yo desencadené esta situación y si ella muere no me lo perdonaría. Pensé en Adiraet, es cuando concibo la loca idea, incrementándose el vacío en el estómago, . No puedo enfrentar a todos en la aldea, eso es un hecho, sin embargo existe un gran inconveniente, si lo invoco no hay garantía que él me ayude, y si lo hace, esto significa, volver a su lado.

Me alejé lo suficiente y me quité el relicario, dejándolo caer al suelo, haciéndome visible. Esperaba que funcionara, las manos comenzaron a sudar, el corazón a palpitar con fuerza, yo soy responsable de este embrollo y lo resolveré aunque me pierda en el proceso.

-Adiraet ven, estoy aquí para ti.

Espere unos segundos, es extraño, los sonidos del ambiente desaparecieron, el canto de las aves, el crujir de los árboles con el movimientos del viento, se hizo un silencio absoluto, sentí su presencia, acudió a mí como lo esperaba.

Unos brazos me rodearon por detrás, su contacto me estremeció, me volteo con lentitud encontrándome aquellos ojos azul glaciar, abrí mi boca deseando ser besada, él sonrió, pasó su mano sobre mis labios que temblaban ansiosos de ser tomados.

-Sabía que me buscarías, era cuestión de tiempo.

-No debí huir, ha sido un error.

-Shhhh, lo dejaré pasar por alto porque es tu primera falta, espero que sea también la última, de lo contrario no seré tan condescendiente la próxima vez. ¿He sido claro Agatha?

-Sí Adiraet.

-¿Qué te aflige?  _Lo miré extrañada. -Estamos conectados, sé que algo te perturba.

Le conté todo con lujo de detalles, cuando terminé espere su reacción.

-Sí, lo sé, Sarangel me contó, ya era de mi conocimiento lo de tu madre.

Aquello me molestó, lo sabía y no hizo nada, debía convencerlo a que me ayudara así que escogí mis palabras cuando hablé.

-Por favor Adiraet, aparte de ti, ella es todo lo que tengo, prometo no marcharme de tu lado nunca más, ser la esposa que esperas, obedecerte en todo, tienes mi palabra, pero te lo suplico no permitas que la hagan daño.

Él me miró de manera penetrante, quizás tratando de leer mis emociones, no lo sé, su forma de observarme me intimidaba, tanto que tuve que bajar la mirada.

-Sé que no mientes, y te tomo la palabra.

Mi semblante cambió, la esperanza me inundó.

-¿Me ayudarás? _Le pregunté sonriendo

-No, lo lamento, no puedo intervenir.

-¿Qué? _La decepción se adueñó de mí.

-Hemos tenido tratos con tu gente durante siglos, si ellos consideran que Magdalena debe morir, yo no puedo interferir.

-Pero.... Te lo estoy implorando.

-Agatha, creo que no terminas de comprender, no me afecta en lo más mínimo lo que le suceda a tu madre, ella se lo buscó.

-Entonces a qué te referías cuando dijiste que me tomabas la palabra.

-Cuando mencionaste que no te irías de mi lado y que serías una buena esposa. A diferencia de Magdalena tú sí me interesas, he pedido indulgencia por ti y Sarangel me ha dado su palabra de no dañarte con la condición que te saque de la aldea, cosa que haré. Te llevaré conmigo, ya nada podrá separarnos.

Sonríe de una manera sádica que me enferma. ¿Cómo pude ser tan tonta? Ingenua, he empeorado todo. Recordé el relicario, se encontraba a los pies de Adiraet. Tenía que llegar a éste pero cómo.

-Tienes razón, ella se lo buscó ocultándonos la verdad.

Él me miró sorprendido, no permití que me viera a los ojos o de lo contrario sabría que mentía. Coloqué mi cabeza sobre su pecho mientras que mi mano se dirigió a su rostro, cerré los ojos buscando sus labios, rozándolos.

-Pequeño traviesa ¿Quieres jugar? _Me dijo con la voz cargada de lujuria.

_Sí. _Bajé un poco el tirante del vestido. Él comenzó a besar mi cuello y hombro, su contacto me hizo gemir, debía ser fuerte, no caer ante su influencia.

Con el pie, tantee el relicario hasta sentirlo, lo sujeté con la punta del zapato, Adiraet no dejaba de dejar húmedos besos, enloqueciéndome, mi voluntad se quebrantaba.

_Espera. _Apenas pude articular. Me alejé un poco ante su atenta mirada, es cuando con el pie lancé el relicario hacia arriba atrapándolo en el aire, colocándomelo en el acto. Adiraet abrió los ojos como platos, parecía no verme, me buscó por los alrededores mientras la ira se dibujó en su rostro. Sentí temor al notar su enojo, no quería ni imaginarme lo que me haría si me encontraba.

-Te arrepentirás de esto Agatha._ Pronunció con desprecio haciendo que la piel se me erizara. Desapareció ante mi vista, respirando ya que todo ese tiempo contuve el aliento. Nunca en mi vida me había sentido tan sola y desorientada como ahora.

ENTRE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora