CAPITULO 19

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                LA DESPEDIDA

Mamá observaba por la ventana de mi habitación, en actitud pensativa. Llevaba varios minutos situada ahí como una estatua. Le ha tocado sobrellevar mucho, tiene coraje, no sé qué hubiera hecho yo en su situación.

Me encontraba sentada sobre la cama, el silencio sepulcral, lo único que se escuchaba era el trino de las aves afuera y el susurro de los árboles al moverse al ritmo del viento.

-"Agatha" _Me nombró rompiendo mi propia meditación.

-Sí. _Contesté alzando mi vista hacia ella que seguía de espaldas pero volteándose luego para encontrarse con mi mirada.

-¿Dónde está el libro? ¿Lo conseguiste? _Me inquirió.

-Sí, lo tengo conmigo. _Me dirigí hacia el armario, sacándolo de una de las gavetas.

-¡Oh gracias a Dios! _Exclamó aliviada con la mano en su pecho.

-¿Por qué es tan importante? _Le consulté.

-Perteneció a una de las más poderosas hechiceras que han existido.

-Te refieres a Iriana.

-Veo que ya escuchaste hablar de ella.

-Sí, en nuestra casa, la sacerdotisa la mencionó.

-Ella fue nuestro antepasado, era mitad ángel igual que tú. Así que ambas llevamos sangre divina en nuestras venas.

-Sarangel le temía y el otro hombre que estaba con ella también ¿Por qué?

-Porque ella llevaba consigo un gran don.

-"El fuego celestial" _Le afirmo.

-Sí, el fuego celestial. _Repite. –Hace muchos siglos existía una sociedad de hechiceros y brujas, que vivían en armonía con las personas. Se les ayudaba con nuestro conocimiento, pero la raza humana siempre ha pecado de ignorante y señala aquello que no entiende. La pesadilla inició en Salem, la iglesia católica comenzó una cacería de brujas que casi nos extingue.

Guarda silencio unos segundos, se encontraba de brazos cruzados con su vista clavada en el piso.

-Algunos optaron por esconderse. _Continuó el relato. –Otros por el contrario, vieron a la humanidad como una amenaza. En el pasado no teníamos poderes como ahora, pero sí hacíamos hechizos y por medio de hierbas preparábamos posiciones para curar enfermedades, y otras cosas.

Sonríe para sus adentros.

-Pero Varinia, la Bruja Mayor, como ahora lo es Sarangel, hizo un trato con el Oscuro, pactando a toda una generación de brujas a casarse con demonios a cambio de obtener descendencia y que cada quién desarrollara habilidades. Muchas brujas estuvieron en desacuerdo y la sociedad que tenía cientos de años de existir se dividió. Así que un grupo prefirió pasar desapercibido entre los humanos, practicando sus creencias en el anonimato, y el otro aceptó la oferta de Varinia.

-Nunca me habías contado esto. _Le reclamé atónita al conocer nuestra historia.

-Lo pensaba hacer alguna vez, no esperaba que la situación se saliera de control. Cuando conocí a Haziel era una niña como tú, me enamoré de él desde el momento en que lo vi.

Sonríe acordándose pero su semblante se endurece casi al instante.

-En fin, al enterarme que estaba embarazada, les hice creer a todos que antes de que Haziel matara a mi prometido, habíamos intimado, creyeron mi mentira, muchos demonios consuman el acto el mismo día de la iniciación, otros deciden esperar, como gracias al Creador, ha sido tu caso. Perdona Agatha, muchas veces cometemos errores aludiendo que protegemos a nuestros hijos.

-Eso ya no importa mamá. _La abrazo.

-Escúchame Agatha, debes parar esto, detener a Sarangel y a todas las que como ella, siguen esta horrible tradición de mezclar sangre de brujas con demonios.

-¿Cómo? No soy tan fuerte.

-No estás sola ahora, muchos brujos y brujas se oponen a ésta locura, pero callan por temor, debes buscar aliados, usa el libro, éste te guiará. Además cuentas con el apoyo de los ángeles.

La puerta se abre y aparece Reivel, con el semblante neutro.

-Perdón la intromisión pero es hora. _Le indica a mamá.

-¿Hora para qué? _Me vuelvo hacia ella con la interrogación marcada en mis facciones.

-Debo partir mi amor.

-¡Partir! _Exclamé alterada. -¿A qué te refieres?

-Agatha, mi hora terminó, no puedo permanecer en este lugar aunque lo deseo, debo irme.

-¿A dónde?

-Al Cielo, se me ha dado la indulgencia, ¿Recuerdas?

-Oh. _Murmuré. –Tú también me abandonas.

-No, no hija, tanto Haziel como yo estaremos contigo siempre, en tu corazón.

-¿Estarás con él? _Consulto cariz baja.

-Sí, estaremos juntos.

Moví mi cabeza asintiendo pero por dentro el dolor me taladraba. Dejamos la habitación y siguiendo a Reivel caminamos atravesando el bosque, hasta llegar a una enorme puerta, parecida a la que había en el templo de los Alados.

-Te amo Agatha. _Agregó al tiempo que tomaba mis manos entre las suyas.

-Y yo a ti. _Apenas logré articular.

-Reivel cuídala mucho, ella es un tesoro invaluable.

-Lo haré Magdalena, tiene mi palabra.

Reivel y yo intercambiamos una mirada sonrojándome de inmediato.

La puerta se abrió de par en par, vislumbrando al otro lado una enorme muralla de piedra en color blanco, resguardada con otra puerta de igual tamaño, y al fondo, cúpulas bañadas de luz dorada.

-Sé fuerte mi amor, no desfallezcas, el poder está en ti.

Asentí ya que las palabras se negaban a salir.

Pude ver una silueta que la recibía tomándola de la mano, ella le sonreía. No identifiqué de quién se trataba, pero supuse era papá. Al menos estaba tranquila, mamá ya no corría peligro y ella y Haziel estaban juntos de nuevo.

La puerta se cerró, me quedé mirando al suelo, jamás en mi vida me había sentido tan sola y desvalida como en este momento.

-Agatha ¿Estás bien? _Me preguntó Reivel preocupado.

Moví la cabeza en negación sin siquiera mirarlo, las lágrimas surcaban mis mejillas, apreté mis manos en puño, debía ser fuerte. Él se aproximó a mí hasta tenerlo al frente.

-Mírame. _Me ordenó pero con tono gentil. Obedecí y nuestras miradas se encontraron.

-Tranquila. _Me abrazó.

Agradecí su gesto, y me dejé consolar por sus cálidos brazos.

Regresamos a la casa que estaba vacía sin mamá ni papá en ésta.

-No quiero estar sola. _Le insinué a Reivel.

-¿Qué quieres hacer? _Inquirió con las manos metidas en las bolsas de su jeans.

-Nada, yo sólo no...... _Dejo la frase en el aire.

-Te ves cansada, ven.

Me extendió su mano, con nuestros dedos entrelazados subimos la escalera de caracol hasta llegar a su recamara, jamás había entrado ahí. La pared del fondo tenía la ventana abierta y las cortinas se movían al compás del viento. Un mueble lleno de libros hasta la médula a la izquierda, la cama cerca del baño, un pequeño escritorio con su silla, y a la derecha una puerta, se encontraba entre abierta, observé que era el armario.

Me sonrió y me sentó en la cama, retiró mis sandalias y me indicó que me recostara. Él por el otro lado se tendió a mi lado, coloqué mi cabeza sobre su pecho y comenzó a acariciar mi cabello.

-Duerme Agatha. _Me susurró cerca del oído. Cerré los ojos, se sentía bien su compañía, no sé en qué momento me quedé dormida.

ENTRE SOMBRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora