Capítulo 4: Primer encontronazo

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STEPHEN

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STEPHEN

Kenny conduce hasta la puerta de mi casa, rodeando la pequeña fuente redonda del medio y deteniéndose junto a mi Vyrus. Me bajo y cojo a la señorita Mills en brazos para sacarla.

-       ¿Estás seguro de esto? – Me pregunta Duncan.

-       No tengo más remedio. No lleva móvil y no puedo dejarla tirada en cualquier sitio. Mañana os llamo.

-       Venga, tío. Ten cuidado con lo que haces. – Me advierte Ken antes de arrancar de nuevo el coche.

Abro la puerta principal, como puedo, y camino directo hasta mi habitación. La tumbo sobre la cama y me estiro para descontracturar los músculos. Joder, está empapada. No puedo dejarla así, pero tampoco puedo quitarle la ropa. ¿Qué hago?

Me deshago de la mía y me coloco una toalla alrededor de la cintura. Voy hacia la cocina y lo meto todo en la lavadora. Vuelvo a la habitación y veo que no se ha movido ni un centímetro.

Después de asegurarme de que sigue respirando, decido que no puedo dejarla así. Saco un pantalón del equipo y una sudadera, y lo dejo sobre la cama. Me arrodillo en el colchón y la levanto un poco para sacarle la camiseta. Bonito sujetador. Dios, tiene unas tetas que llenarían a la perfección mis manos. ¿¡Pero qué coño estoy diciendo!? Le pongo la sudadera deprisa y me quedo mirando sus pantalones, pegados a sus piernas por la humedad. Joder, no sé si es buena idea que la vea en bragas. Bueno, suponiendo que las lleve y no sea una amante de la lencería fina.
Venga, Stephen, cabeza fría.
Le quito las botas y desabrocho el botón de sus vaqueros. Tiro hacia debajo de ellos, dejando a la vista unas preciosas bragas de encaje, a juego con el sujetador.
Cabeza fría.
Se los saco por los pies y levanto un poco sus piernas para meter el pantalón del equipo. Lo subo por sus muslos, inclinándome para levantar sus caderas y meter su trasero por dentro. Dios, qué caderas.
Cabeza fría.
Me levanto y la miro. Con esta ropa parece un saco. Pero que Dios me perdone si no es lo más sexy que he visto. He podido ver lo que hay por debajo, y sé que no se me va a olvidar así como así.
Estoy congelado, joder. Enciendo la calefacción y muevo a Mills, con cuidado, para sacar el edredón de debajo de ella y taparla con él. Aparto un mechón mojado de su cara y veo que respira relajadamente. Dios, esta niña va a traerme muchos problemas.

ALYSSA

Su puta madre, como me duele la cabeza. Me revuelvo en la cama, tranquila porque si ayer era sábado, hoy debe ser domingo, así que no tengo que madrugar.

-       Joy. – Murmuro con la cabeza aun enterrada en la almohada. – Joy. – Repito cuando no me responde.

Abro los ojos y me sobresalto al ver que no estoy en mi cuarto. ¿Qué coño? ¿Dios, y ésta pedazo de cama? ¿Con quién narices me acosté anoche? Madre mía.

Me levanto y miro mi ropa cuando me tropiezo con algo. Joder, ¿pero qué es esto? Debe ser muy alto porque menudos pantalones me ha puesto. ¿O me los puse yo? No me acuerdo de nada, mierda.

Eres mi dosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora