STEPHEN
Kenny recoge mi ropa del suelo y la mete en la lavadora. Me mira con reproche y yo chasqueo la lengua mientras le doy otro trago a la cerveza.
- Tío, no puedes seguir así.
- Puedo hacer lo que me salga de los huevos. Ya no tengo responsabilidades.
- Tienes que ir a rehabilitación.
- ¿Para qué? No volveré a jugar en la vida.
- Eso no lo sabes, tal vez...
- Déjalo. —Le interrumpo levantandome. - Deberías marcharte, vas a llegar tarde al entrenamiento.
- Vengo después y cenamos juntos.—Dice cogiendo su bolsa de deporte.
- No se te ocurra traer a todo el equipo.—Le advierto con la cerveza en la mano.
- Ya veremos.
- Kenny.
- Me largo. Luego nos vemos.
Me saca la lengua, vacilante, y sale del salón. Escucho la puerta de la calle cerrarse, pocos segundos después y camino hasta la ventana para mirarle. Sube en su Ferrari y se marcha por el camino de piedra. Veo como, a lo lejos, Jeff le abre las puertas mecánicas y deja que salga. Le saludo con la mano, cuando me mira, y vuelvo a sentarme en el sofá.
Bienvenidos a mi patetica vida. Un hombre de veintiocho años, sin trabajo, sin sueños y sin ganas te tenerlos.
Después de matarme a entrenar en la universidad y, después de llegar a lo más alto que se puede llegar en el baloncesto, me jodo una rodilla en un partido y a tomar por el culo mi carrera.
Obviamente en la NBA ya no hay sitio para mí, así que mi día a día consiste en levantarme, tarde, salir al jardín con mi pastol alemán y volver a entrar en casa. Tirarme en el sofá y esperar a que Kenny venga a darme el coñazo.
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Eres mi dosis
Teen Fiction«-Sonreír un poco no le mataría... -murmura en voz baja y vacilante. -Tiene cinco minutos para terminar el puto examen -susurro en su oído, rozando sutilmente su oreja con mis labios. -Cabrón -dice entre dientes. Puedo ver cómo la piel de sus brazos...