«-Sonreír un poco no le mataría... -murmura en voz baja y vacilante.
-Tiene cinco minutos para terminar el puto examen -susurro en su oído, rozando sutilmente su oreja con mis labios.
-Cabrón -dice entre dientes. Puedo ver cómo la piel de sus brazos...
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STEPHEN
No ha dicho eso. No ha podido decir eso. Dios.
Bajo las escaleras, tras ella, y tiro de su antebrazo hacia fuera de la clase.
- ¿¡Qué coño haces!? – Pregunta cuando la arrastro por el pasillo, desierto. – ¡Suéltame!
- Cállate. – Digo, abriendo la puerta de un aula vacía y empujándola dentro.
- Eres un bruto. – Dice restregándose el brazo.
Me aseguro de cerrar con pestillo y camino, apresuradamente, hasta ella. Coloco las manos en su cintura y la hago retroceder hasta que su espalda toca la pared de manera brusca. Puedo ver lo nerviosa que está, cómo su pecho sube y baja. Tiene la boca entreabierta y me está mirando con una mezcla de odio y curiosidad.
- No te soporto ni un minuto más. – Digo clavándole los dedos en la piel.
- Pues ya somos dos, joder.
- Escúchame atentamente, porque no te lo voy a repetir. – Le digo entre dientes. – Si vuelves a faltarme al respeto, delante de toda la clase, me asegurare de hacer de tu vida un infierno. ¿Lo has entendido?
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- ¿Crees que te tengo miedo? – Ríe secamente.
- ¿¡Es que siempre tienes que tener la última palabra!?
- ¡Sí! – Grita en mi cara.
- Pues estás muy equivocada. – Digo acercándome más a ella. – Porque, Alyssa, las cosas se hacen como yo lo digo. Siempre.
Abre la boca para rechistar pero, sin pensarlo dos veces, empujo su cabeza hacia mí y choco mis labios con los suyos. Convencido de que va a rechazarme, hago ademán de separarme, pero entonces siento la humedad de su lengua. Entreabro la boca y dejo que entre. La mano que tenía en su cabeza, desciende por su espalda, apretándola más a mí. Ella rodea mi cuello con ambos brazos y tortura mi lengua con un ritmo voraz.