Capítulo 12: Viajes y casualidades

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ALYSSACamino por el pasillo mirando en todas direcciones, con temor de encontrarlo en cualquier esquina, esperando por mí

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ALYSSA
Camino por el pasillo mirando en todas direcciones, con temor de encontrarlo en cualquier esquina, esperando por mí. Entro en clase y subo hasta mi asiento.

-          ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho Sinclaire? – Me pregunta Brit.

-          Liss, parece que has visto un fantasma. – Añade Joyce.

-          Mike. – Es lo único que soy capaz de decir.

-          ¿Qué pasa con él?

-          Le he visto.

-          ¿¡Qué!? – Exclaman las dos, justo cuando Stephen entra por la puerta.

-          Romeo y Julieta, bajen aquí. – Dice con un tono enfadado.

Miro a las chicas, que esperan una respuesta, y después a Rob. Este se levanta y baja las escaleras hacia el centro del aula. Respiro un segundo, para calmarme, y voy tras él. Nos colocamos en el centro y miramos al profesor.

-          Primer acto, escena quinta. Conversación inicial entre Julieta y Romeo. Adelante. – Dice sentándose en una silla de la primera fila. Rob me mira y me guiña un ojo antes de colocarse frente a mí.

-          Si con mi mano indigna he profanado tu santa efigie, sólo peco en eso: mi boca, peregrino avergonzado, suavizará el contacto con un beso.

-          Buen peregrino – digo poniendo voz de Julieta –, no reproches tanto a tu mano un fervor tan verdadero: si juntan manos, peregrino y santo, palma con palma es beso de palmero.

-          ¿Ni santos ni palmeros tienen boca?

-          Sí, peregrino: para la oración.

-          Entonces, santa, mi oración te invoca: suplico un beso por mi salvación. – Todos comienzan a reír y a hacer comentarios por el beso que toca ahora. Miro de reojo a Sinclaire, pero no dice nada, solo clava los ojos en mí.

-          Los santos están quietos cuando acceden. – Digo mirando a Rob.

-          Pues quieta, y tomaré lo que conceden. – Se acerca y acaricia mi mejilla antes de acercarse a mi boca.

-          Un momento. – Dice Stephen levantándose. – Romeo, debe poner más empeño. No suena real. – Se coloca frente a mí, mirándome a los ojos y lo repite. – Pues quieta, y tomaré lo que conceden. – Sus labios rozan la comisura de mis labios, sin llegar a tocarlos, de una manera tan suave que provoca escalofríos en todo mi cuerpo. – Mi pecado en tu boca se ha purgado. – Murmura con voz baja y grave.

-          Pecado que en mi boca quedaría.

-          Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado? Devuélvemelo.

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