Capítulo 22: La calma que precede a la tempestad

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STEPHEN

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STEPHEN

Bajo las escalera, orgulloso de mí mismo y de la cara que se le ha quedado a ese imbécil. ¿Qué se pensaba? Gilipollas.

Camino por la acera rodeada de césped, sonriendo a la gente que me mira y murmura cosas, importándome una mierda lo que estén diciendo. No me doy cuenta de a dónde me dirijo hasta que me veo a mí mismo frente a la residencia de Alyssa. ¿Qué vas a hacer?

— Steph... Señor —sale por la puerta con sus dos amigas, las cuales me miran con curiosidad. Ella mira hacia todos lados, comenzando a sonrojarse porque todo el mundo ha ralentizado el paso para observar la escena—. ¿Qué ha pasado?

— Me han despedido —se lleva las manos a la boca y baja las escaleras, despacio.

— ¿Y por qué estás sonriendo cómo un idiota? —pregunta en voz baja, deteniéndose frente a mí.

— Porque no van a expulsarte y ya no seré tu profesor.

— ¿En serio? —vuelve a taparse la boca, esta vez con un brillo en los ojos.

— Y tan en serio —tiro de su mano, sin que nadie se lo espere, y planto mis labios sobre los suyos.

Abre los ojos y me mira, perpleja. La suelto despacio pero no me separo del todo. Me encanta la colonia que se ha puesto, ese particular aroma me persigue hasta en mis sueños.

— Ahora si que no vamos a poder desmentirlo —murmura con una pequeña sonrisa.

— Ni falta que hace.

— ¿Esto... que significa? —sigo sujetando su cintura y su mano, sin importarme la decena de personas que hay a nuestro alrededor.

— Vendré a buscarte cuando salgas de clase.

— Pero...

— Hablaremos entonces —la interrumpo y ella asiente a regañadientes—. Ya llega tarde, Señorita Mills.

— Resulta, Señor, que mi profesor no vendrá hoy a clase así que creo que tengo las próximas dos horas libres.

Escuchamos un ruido a nuestra derecha, así que ambos giramos la cara. Sus dos amigas están mirándonos y sonriendo con complicidad.

— ¿Entonces ya no tenemos que tratarte de usted? —pregunta Britany.

— No, ya no —respondo riendo con ellas.

— ¿Qué te parece sin vamos a dar un paseo? No tengo clase hasta dentro de...

— Deberías quedarte y estudiar —vuelvo a interrumpirla—, los exámenes serán pronto.

— Aun falta un mes —se queja.

— No me hagas pucheros —digo acariciando su labio inferior con mi dedo pulgar.

Eres mi dosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora