Capítulo 1

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Son las siete de la mañana cuando decido levantarme de la cama, aunque llevo despierta desde las cinco. Hoy es mi primer día de bachillerato en un instituto nuevo donde no conozco a nadie. Estaba tan nerviosa que apenas pude descansar.

Por instinto cojo lo que me suelo poner siempre: una camiseta y unos vaqueros. Me miro en el espejo y descarto la idea. Demasiado sencilla. Busco en el armario y encuentro mi vestido de color verde favorito pero lo descarto inmediatamente, demasiado arreglada para ir al instituto.

Después de rebuscar por todo el armario opto por mi primera idea: camiseta y vaqueros. Igual si me arreglo algo el pelo le doy otro toque al look.

Voy al baño y el espejo me devuelve una imagen espantosa: tengo el pelo totalmente alborotado, los rizos se han anudado entre ellos y va a ser imposible desenredarlos y unas ojeras bajo mis ojos tan marcadas que revelan que no he pegado ojo. Aparto la mirada y empiezo a arreglarme el pelo, esto debe de tener alguna solución. Sí, después de probar los escasos peinados que se hacer, me decido por una coleta alta. Es el mejor remedio para estos pelos.

- Muy bien. Respira hondo. - Le digo a mi reflejo antes de bajar a la cocina.

Lo primero que veo cuando llego a la cocina es una gran pancarta que anuncia "Buena suerte en tu primer día. ¡Tú puedes!" Me llevo una mano a la frente pero no puedo evitar esbozar una sonrisa. Por suerte pude convencer a mi madre para que no me acompañase al instituto, sería capaz de llevar una pancarta similar a esa todo el camino. Paso por debajo de la pancarta hacia el frigorífico y me preparo un cuenco con cereales y leche y un zumo de naranja para desayunar pero no tengo apetito y al final no tomo ni una cucharada. Mientras revuelvo con la cuchara los cereales, pienso en el último día en mi anterior ciudad. Me había declarado después de años de amistad a mi mejor amigo. Me acuerdo perfectamente de nuestra última conversación.

- Te voy a echar de menos. - Me había dicho Nando al despedirse.

- Yo también...

- Espero que algún día puedas venir a visitarme.

- Claro. - Dije muy convencida.

Nos dimos un corto abrazo, Nando se apartó y empezó a caminar en dirección a su casa. Al verlo alejarse no pude aguantarlo más y en un acto de valentía, corrí detrás de él.

- ¡Nando!

Cuando le alcancé me agarré a su espalda dispuesta a confesárselo todo pero no con tanta voluntad como para decírselo a la cara. Entonces empecé:

- Me gustas, Nando... - Dije hablándole a su espalda tan bajo que creía que no me había escuchado. - Me gustas desde el primer día en que nos conocimos.

- ¿Vega? - Dijo Nando, confuso.

- No me interrumpas, por favor. Si lo haces no creo que sea capaz de contártelo todo. - Respiré hondo y continué - Al principio tú estabas con Miriam, por lo que me convencí de que lo que sentía por ti era solo amistad. Aunque yo en el fondo sabía que no era así. Cuando cortasteis, tú estabas muy deprimido y quise ayudarte y animarte como haces siempre conmigo. Me sentía como si te tuviese que devolver un gran favor. En ese momento empezamos a intimar más, bueno, por lo menos yo lo creo, y fue cuando me di cuenta de que me gustabas, me gustas - Me corregí rápidamente. - Tenía que decírtelo antes...

Nando se giró rápidamente impidiéndome terminar la frase.

- ¿Por qué has tardado tanto en decírmelo? - Me preguntó mientras me sostenía la cabeza con las dos manos.

Espectro luminoso [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora