Capítulo 15

15 4 2
                                    

Cuando llega mi madre, la recibo sentada en las escaleras. Llevo más de media hora aquí sentada con los nervios a flor de piel. Me saluda con una gran sonrisa y al ver que no le contesto me mira confundida. Me armo de valor y pregunto:

- ¿Qué sabes de esto? – Digo alzando mis manos temblorosas.

Mis manos empiezan a emitir un ligero destello de luz y mi madre se lleva la mano a la boca.

- Eres una nitoris. – Lo dice en un tono tan bajo que es como si se lo dijese a sí misma.

- Eso parece.

Mi madre me hace una señal para que me levante y la sigo hasta la cocina. Sin decir ni una palabra, pone la tetera a hervir y prepara las bolsitas de té. Después de inspirar profundamente, se sienta en una butaca y empieza a hablar:

- ¿Qué es lo que te ha contado Eric? – La miro sorprendida. Sin haberle dicho nada, mi madre ya sabe quién me ha contado todo.

Recolecto toda la información que tengo en mi aturullada mente y le relato todo lo que sé.

- Bueno, es un poco más complejo que eso pero sí, el mensaje es el mismo. – Mi madre me acaricia la cara y luego deja su mano sobre la mía. – Gea es el nombre de este planeta, no es tan grande como la Tierra pero sus condiciones climáticas son similares, por lo que los humanos lo colonizaron. – Mi madre hace una pausa.

- ¿¡Los humanos!? Pero...¿cómo? – Si yo ya estaba confusa, esto me ha dejado todavía más.

Mi madre esboza una pequeña sonrisa.

- El viaje era sólo de ida y una vez allí, los que se asentaron no volvieron a mandar ninguna señal. Lo que se tradujo en que la misión falló. Los humanos llevan todo este tiempo sin saber que realmente han encontrado un planeta capaz de albergar vida. – Miro a mi madre confusa sin saber realmente lo que decir. – La primera generación capaz de controlar la bioelectricidad es la de tus abuelos, eso es lo único que nos diferencia de los humanos. Y la mía, es la primera generación de nitoris.

- ¿Y tú...

- No, yo no soy una nitoris, sólo un pequeño porcentaje de la población lo fue. Pero ya sabes lo que pasó con ellos. – Mi madre cierra los ojos y se arma de valor para seguir con la historia: - El grupo Seditionis llegó al poder y con ellos, la primera guerra mundial. El gobierno condenó a todos los nitoris a muerte, con la excusa de que son un peligro para todo el planeta. Cuando en realidad no son más que celos y prejuicios.

- Esto me suena bastante. – Digo recordando las atrocidades que pasaron en este mundo.

- El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, ¿no? Vayamos a donde vayamos seguimos creando desgracias.

De pronto el sonido del timbre nos interrumpe y nos pone a las dos en estado de alerta. Mi madre se levanta y antes de abrir la puerta mira por el visillo.

- Hola, Eric. – Dice finalmente cuando abre la puerta.

Eric entra en casa mientras saluda efusivamente a mi madre, pero rápidamente cambia el gesto de su cara al verme. Ahora me mira con la misma mirada que me dedica últimamente.

- Te he traído la mochila, te la habías dejado en clase. – Dice apartándome la mirada y dejando mi mochila en el suelo.

- Gracias...

Eric asiente con la cabeza y se da media vuelta para salir de mi casa. ¿Realmente sólo ha venido para darme mi mochila? ¿Además, ahora mismo estamos enfadados por qué se tomó la molestia de recoger mis cosas y venir a dármelas?

- Gracias, Eric. Eres muy amable – Le dice mi madre con una sonrisa aunque puedo percibir algo de reproche en su tono.

Eric le responde con otra sonrisa y sale por la puerta no sin antes echarme un último y fugaz vistazo. Mi madre cierra la puerta y, para mi desconcierto, me mira con una amplia sonrisa. Yo la miro sin entender nada.

- Te ha traído la mochila. – Mi madre viene hacia mí contoneando sus caderas.

- Ya... - Mi expresión no cambia.

Mi madre me agarra por los hombros y me aprieta ligeramente mientras no deja de sonreír.

- Bueno, volviendo al tema...

Todavía no le he contado todo a mi madre, todavía no le he dicho que nos han encontrado. Miro a mi madre y ella tiene la mirada perdida. Al verla así siento una gran presión en el pecho. Yo no he vivido esa guerra, pero mi madre sí. Siempre ha tenido eso dentro de ella en un rincón de su mente, apartado, hasta hoy, que le he obligado a recordar. Le doy un fuerte abrazo y decido no volver a sacar el tema por hoy. No quiero hacerle sufrir más de lo que ya pudo haberlo hecho. Me tomo el té en silencio mientras mi madre sigue con la mirada ausente y su té intacto. Percibo cómo algunas lágrimas caen secretamente de sus ojos. Sin decir ni una sola palabra, me coloco a su lado y la abrazo, dejando que se desahogue todo lo que quiera en mi hombro. Espero que cuando esté preparada pueda contarme qué es eso tan horrible que la persigue al pensar en Gea. 

Espectro luminoso [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora