Los días pasaron al igual que las semanas ya hacía tres meses y medio que vivían en el gran palacio del oeste, todos se sorprendían de que llevaran todo ese tiempo conviviendo juntos en el palacio sin que nadie hubiera salido muerto o herido por lo menos de gravedad, las cosas habían ido avanzando había peleas casi diarias pero que siempre acababan en reuniones a la hora de la cena en el jardín o en el gran comedor donde antaño casi nadie había pisado ya que la familia Taisho nunca había sido conocida por fiestas ni sociales al revés se les conocían por su gran poder en la batalla su temple y frialdad a la hora de luchar hasta que llego el gran Inu no Taisho que aunque este siguiera con la tradición de no gustarle las relaciones sociales si cambio en que su corazon era mas bondadoso y no tan frio como los inuyokais de antaño y en gran parte gracias a el y a las mujeres y un monje que allí habitaba no habían muerto mas de uno, ya que la gran impulsividad de Inuyasha unida a la poca paciencia de Sesshomaru hacían que cada vez que se apartara la vista de ellos hubiera una batalla suerte que lo impedían, también estaban bastante sorprendidos del gran crecimiento de los cachorros de Inuyasha y Kagome que ya casi que andaban y hablaban además que tenían a todo el castillo cayéndosele la baba por aquellos tres pequeños yokais que eran tan testarudos, orgullosos y nerviosos como su padre además de haber heredado el carácter fuerte de su madre y su dulce sonrisa todos estaban locos de felicidad por los bebes y los hijos de Miroku y Sango querían estar todo el tiempo con los pequeños; en el palacio del oeste existía una vida que ni en sus mejores tiempos había existido era maravilloso e increíble sobresalía vida y felicidad por cada muro por cada piedra que allí habitaba.
-Rin vamos a entrenar.-dijo su marido Sesshomaru tantas cosas habían cambiado en ese pequeño tiempo en tan solo tres meses pero el inuyokai seguía con su orgullo y su frialdad de antaño aunque ahora en menor medida.
-Voy cariño.-dijo esta dándole a Kagome a su hija Yumiko tan hermosa.
-No, tía no…-dijo está poniendo un puchero irresistible lanzándole los brazos a Rin.
-Yumiko preciosa cuando el tío y yo terminemos te prometo que iremos los tres al jardín que tanto te gusta ¿vale?-le dijo Rin a aquella niña que parecía un ángel con aquellos ojos como los de la familia Taisho un color ámbar que absorbía con su piel blanca con una franja morada en cada pómulo y los cabellos negros y largos como los de su madre una sonrisa tan dulce como la de su madre.
-Vale tía.-dijo la pequeña sonriendo conformándose y feliz con lo que su tia le acababa de prometer.
Rin fue al patio trasero, donde todos entrenaban desde bien temprano para estar preparados para la guerra de la que habían sido prevenidos, llegarían a luchar contra sus más difíciles adversarios pero no sabían quién de los que todos estaban seguros es que Naraku sería uno de ellos sin lugar a dudas y era una de las cosas que a todos les asustaba y les cabreaba con el trabajo que había costado y ahora tendrían que hacerlo de nuevo. Izayoi al igual que Rin y Kagome se habían hecho un pantalón y camiseta como las que llevaba Sango y Kohaku ropa de exterminadores para que sus movimientos fueran más agiles y rápidos ya que con kimonos comunes que solian llevar las mujeres de lores no eran aptos para la lucha, eran incomodos y poco practicos, después de más de tres meses entrenando todos los días habían mejorado muchísimo y juntos eran invencibles combinaban a la perfección sus ataques cuando llego vio a padre e hijos en una batalla y a los gemelos Riki y Mamoru encima de sus niñeras observando la batalla con los ojos fuera de sus órbitas y emocionados se notaba que eran hijos de su cuñado esta silenciosamente se acerco a donde estaban su esposo su suegro y su cuñado, estaban tan metidos en la lucha que no se habían dado cuenta de su presencia esta salto en medio de los yokais con una elegancia que solo poseían los yokais estos le miraban sorprendidos cuando a su lado aparecieron su cuñada y su suegra política aunque la quería como si fuese la madre de su amado Sesshomaru y empezaba a intuir que este empezaba a tener el mismo sentimiento, empezaba a quererla como si fuese su sangre, cuando en dos segundos más aparecieron Sango que se puso entre las tres yokais y Shippo Kohaku y el monje Miroku con los tres yokais eso en menos de diez minutos se había convertido en un batalla entre hombres y mujeres.
-Hiracoutsu. –lanzo Sango hacia su marido con fuerza sobre humana que lo había ganado gracias a pelear con esos grandes demonios perros les había hecho mejorar muchísimo, y Miroku esquivo con bastante facilidad y con su báculo sagrado empezó a girarlo orando un conjuro con el que poder sellar a hiraicotsu para que dejara de luchar asi que Sango al ver esto cogió su espada de la cintura y empezaron una pelea cuerpo a cuerpo bastante reñida ya que siempre entreban juntos y muy duro.
-Garras de hielo.- estas fueron directamente hacia Sesshomaru que las evito pero tan rápido como las esquivó le vino otro ataque de una espada que tenía dos filos en los puntos extremos su querida esposa lo había visto luchar durante años y sabía perfectamente cómo eran sus ataques, tras ver esto Sesshomaru saco su latigo venenoso para atraparle la mano a su linda esposa pero no fue tan sencillo puesto que esta saco también su latigo, pero este de hielo y intercepto el de el yokai volviendo a una batalla con armas.
-Garras moradas.- Inuyasha lo esquivo con facilidad aunque una por poco le corta pero cuando fue a ir a atacar a Kagome, esta estaba luchando con Shippo y Kohaku miro buscando a su madre y la vio luchando con su padre con dos espadas en sus brazos moviéndose con movimientos gráciles y elegantes todo el tiempo giraba saltaba ¿Cómo podía ser que todo hubiera cambiado tanto? ¿Cómo era posible?
Tras llevar tres horas de lucha continua ganaron las mujeres que se reian de sus hombres coreando canciones estos detrás reían de felicidad pidiendo que esa felicidad nunca acabara si su orgullo había caído pero quien iba a cabrearse con aquellas mujeres, no podían el amor que les profesaban lo impedía.
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La Gran Profecia
FanfictionTras haber pasado siete años tras la destruccion de la perla de Shikon todos vivian felices y tranquilos en la aldea hasta que una extraña presencia muy conocidas para todos les advierte que hay una profecia que cumplir, los acontecimientos que segu...