IV No somos víctimas.

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Hay mucha gente que piensa que, por hablar de los problemas que sufren los homosexuales de manera abierta, estamos haciendo como una especie de victimismo. Nada más lejos de la intención real. Hablar de los problemas es intentar solucionarlos. Hablar de los problemas es conseguir la comprensión del prójimo. Hablar de los problemas es conseguir abrirles los ojos a aquellos que los tolera, que los permiten, o al menos intentarlo. Para eso este libro, para hablar, escuchar y aprender de los problemas generales de una comunidad, que en clave española, no fue reconocida hasta el mandato 2008-2011 cuando se aprobó la ley del matrimonio homosexual...

Eso nos lleva a plantearnos una pregunta, ¿el matrimonio entre el hombre y la mujer está legislado de igual manera, que el de personas del mismo sexo? ¿No verdad? La excusa de que el primer matrimonio es natural no vale, la excusa de que el segundo matrimonio es resultado de una tendencia reciente no vale. La homosexualidad existe y ha existido siempre. Igual que existe aquel árbol del parque o existe la arena de las playas...

Cosa diferente es que la sociedad sea tan cerrada y presente un grado de estupidez tal que le sea diferente reconocerse a ella misma. Reconocerse como una sociedad plural, en la que el amor, o la simple atracción física o sexual no entendía de géneros. Es cosa de los prejucios, cosa de política y, por supuesto, como casi todo, causa de la burocracia más podrida y mezquina.

Aún así, no somos víctimas, porque hay miles, o incluso cientos de miles de homosexuales en cientos de lugares diferentes del mundo en la que los homosexuales son un delito: no hay más que mirar Al Estado Islámico su modelo de islamización radical, quizá justificable desde el punto de vista religioso, pero no desde el punto de vista moral. No fue hace mucho cuando en uno los tantos telediarios nacionales salían las típicas banderas negras, con un círculo blanco relleno de inscripciones árabes, sujetadas por fieles del EI, entusiasmados por ver cómo sacrificaban a un hereje por gustarle otros hombres. Con esto EI quiere asustar, plantearnos una amenaza: si no respetáis la más radical ley de Alá, correréis el mismo destino. Y cuando hablo de radical, no me refiero al extremismo religioso, si no a las ideas más primigenias del islamismo que se creía olvidado en las entrañas de Oriente Medio.

También por mal que le pese a muchos, esto no nos hace víctimas. Hemos luchado desde Grecia, pasando por Roma y el Antiguo Régimen, hemos soportado una II Guerra Mundial en la que se nos cazaba como a jabalíes en las Sierras, que se nos miraba con el mismo desprecio con el que se mira a un violador o a un pederasta. A pesar de ello, siempre ha habido gente que ha luchado por la diversidad sexual. Esque ni siquiera es un derecho, va en el interior. 'Reconocer' este derecho es tan inverosímil como reconocerle a alguien su derecho a respirar o a andar por la calle (al menos en una democracia).

Tú, lector heterosexual, no te refugies en tu sexualidad para no hacer nada. Si eres tolerante, ¡Adelante, sé tolerante! Demuéstrales a todos los heterosexuales no tolerantes que pueden serlo, que un homosexual no es una víctima, que no es un espectáculo de feria, que no es un enfermo que haya que poner en cuarentena...

Recuerda, no somos víctimas: somos olvidados de la ética y de la moral, de la sociedad en sí misma, y también, somos olvidados por aquellos que permanecen ajenos a las injusticias que se cometen y que se aplican el 'ver, oír y callar'.

¿Soy pecado?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora