Realmente cada vez me resulta más fácil entender cómo la gente adulta o, anciana, tiene unos pensamientos fijados en su cabeza. Vivieron en otro tiempo, en el tiempo de la dictadura de Franco, la brutalidad de las FARC... Tiempos que condicionan las mentes de todos.
Este va a ser el antepenúltimo capítulo de este primer libro que tratará sobre lo LGBT en general. Para ir dándole un rumbo de conclusión a este libro, no vamos a hablar de Guerras Civiles, de televisiones, de agresiones por las calles o de temas en esa línea. Vamos a hablar de nuestra casa, de lo que convive con nosotros, de quién lo hace.
Este capítulo no debería existir, en teoría iba a publicar el penúltimo en el puente festivo de Halloween, en más de un mes, pero hoy me ha pasado una cosa lo suficientemente relevante como para escribir un capítulo entero sobre ello. La base de este capítulo van a ser estas pocas palabras: 'Tú eres marica, ¿no?, ¿No te deberían gustar las cosas femeninas?'
Puede que esto pueda tener algo que ver cuando se habló de las y los Drag Queen y del fenómeno televisivo de los homosexuales, y de cómo la sociedad asumió que ese personaje de sus pantallas representaba a un colectivo -ya complicado y heterogéneo por sí mismo-.
El tema es que hoy fui a Toral, un pequeño pueblo al lado del mío, a salir y tomar algo con mis amigos, la tarde fue perfecta para despejarme de la dura semana de estudios. Cuando mis padres me recogieron en coche vi que fueron de compras. Al llegar a casa mi madre se estaba probando las cosas que se habñia comprado, el diálogo fue más o menos este:
- ¡Daniel! ¡Vente ver que tal me queda esto!
- Y a mi que me dices (estaba cansado, había estudiado historia después de cenar), es ropa de mujer.
-Pero si eres marica, ¿no deberían gustarte las cosas femeninas?
Ahí saltaron todas las alarmas. Cuando pensé que mis padres ya me aceptaban, de nuevo saltaron con esos sucios, baratos y desquiciados estereotipos. Realmente toda mi familia asigna casi de manera automática estereotipos a un colectivo que no es el suyo, de hecho, llegan a actuar como auténticos autómatas, como gente con la cabeza lavada al tratar ciertos temas.
Si asignan, por ejemplo, estereotipos a los gallegos(ejemplo: somos muy indecisos y sólo sabemos gritar), son los primeros que ponen el grito en el cielo y desautorizan (con maña y razón) al tonto o tonta que haya dicho eso.
Por el contrario, son ellos los que abusan de estereotipos si no se trata de algo que ellos conocen. Así hacen con el colectivo LGBT. De hecho a lo largo de mi vida he sido capaz de recapitular algunas de las citas más célebres de mi círculo acerca de los gais. Desde el típico 'son unos depravados', pasando por el común, 'son femeninos', hasta las más sorprendentes fabulaciones que pueden pasar por un cerebro adoctrinado, lavado, en definitiva, influenciado por una época pasada que sigue latente en sus mentes, en sus ideas. Frases como: 'pero vamos a ver, en una pareja de dos hombres, quién es el marido y quién es la mujer, salta a la vista que es antinatural' o también; 'esos no son más que unos salidos que se aburren de lo que tienen'. Son cosas que te dejan anonadado, que te descolocan y te hacen preguntarte, ¿cómo puede una persona racional pensar de ese modo tan inculto?
Por eso el título del capítulo, otro mito, otro refrán que se desmiente. Felizmente de estos seres que no son capaces de abrir una mente cerrada por las llaves de la ultraderecha fascista, LGBTfóbica, machista y anti-popular, no salen otras mentes cerradas por las llaves de la ultraderecha fascista, LGBTfóbicas, machistas y anti-populares, al menos cada vez en menos proporción.
Cierro este capítulo con una reflexión final que no es una como tal, es más bien un deseo personal: ojalá algún día enterremos finalmente los fantasmas que suponen el machismo, la LGBTfobia y el racismo, y logremos esa utopía que supone algo tan simple como un mundo igual para todos y todas, un mudo en paz.
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¿Soy pecado?
Non-FictionReflexiones sobre la homosexualidad, para aprender a responder a preguntas y tópicos que muchos pensamos pero que nos da miedo compartir. Este libro vale para cualquier lector, sea cual sea su sexualidad. Tan sólo no vale para los que no respeten la...