Lo Siento...

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Ver sus manos maltratadas y sus ropas sencillas, ver su rodilla sangrando por haber caído al suelo lo conmovió tanto que sintió ganas de acariciar su rubia cabellera y cobijarla en sus brazos y protegerla de todos los peligros que alguien tan frágil como ella enfrentará, pero su mirada enfadada lo detuvo.
- ¿Estás bien? Por favor... Permite que te ayude... - Dijo inclinándose a levantarla.
Por cuestión de segundos sus miradas se conectaron.
Ella le pareció ver algo, compasión o algo así y eso la lleno de rabia.
- ¡No me toque! Yo puedo sola. - Dijo con dignidad, apartando sus manos con brusquedad como si su contacto la quemará, y levantándose hizo el intento de dar un paso pero su tobillo se dobló y volvió a caer.
- No te enojes, yo puedo ayudarte, dejame hacerlo... Por favor... Deja que mi médico personal atienda tu pie... Fue mi culpa que te despidieron y que te lastimaste tu pie... Me siento en deuda contigo. - Dijo esperando convencerla.
- ¡No necesito tus limosnas y mucho menos tu lástima. - Respondió, intentando volver a levantarse sin lograrlo.
- Lo siento, pero debo ayudarte con ese pie, es mi deber. - Dijo levantándola con facilidad.
- ¡Idiota, animal, bruto! ¡ Bájame en este instante! ¡No tienen derecho a hacerme esto.! - Gritaba enfurecida sin lograr nada.
***
- ¿Qué tiene doctor? ¿Se rompió el pie? - Preguntó el chico con preocupación.
- ¡Nada de eso! No te preocupes Seiya. Es solo un esguince sin importancia, solo que debe guardar reposo, le pondré yeso en el pie y no podrá caminar por lo menos en dos semanas. - Dijo el doctor con voz alegre.
Serena hasta ese momento supo el nombre de su cuidador, y no pudo evitar pensar que era un chico apuesto. Pero lo triste de su situación la obligó a despertar de ese sueño.
¿Qué haría si no trabajaba en dos semanas? ¿A donde iría? La hecharían sin miramientos a la calle.
- ¡Gracias doctor! Este... Debo marcharme. - Dijo tan pronto le había enyesado su pie.
- Ya sabe dónde enviar la nota doctor. Muchas gracias por atenderme tan rápido y eficazmente. - Dijo Seiya levantándose rápidamente.
***
- Te llevo a tu casa. - Dijo abriendo la puerta de su auto y subiéndola sin dar tiempo a que le dijera una negativa.
Se le estaba haciendo costumbre cargarla, y eso era algo que le empezaba a agradar, pensaba Serena mientras miraba cómo se subía al lujoso automóvil deportivo.
- Y bien... ¿A donde te llevo? - Preguntó mirándola con sus bellos ojos azules.
- Este... Es al sur de la ciudad. En la colonia popular. - Susurró.
- ¿Vives con tus padres? ¿Ellos te cuidarán? . - Preguntó.
- Este... Si... Mira vivo a unas cuantas calles de aquí... Déjame en la esquina, no quiero desviarte o causarte problemas. - Dijo... No quería que supiera dónde y cómo vivía.
- Te dejaré en la puerta de tu casa sana y salva. - Respondió con tranquilidad.
- Éste... No es necesario. -
- ¡Claro que es necesario! No puedes caminar y necesito saber que te cuidaran. - Respondió.
Al ir avanzando por las calles de ahí, vio que el lugar era deprimente, en las esquinas de miraban jóvenes ridículamente vestidos con cadenas, seguramente esperando algún transeúnte ingenuo que asaltar. ¿Cómo podía vivir en un barrio así? Alguien tan frágil y delicada era como una exquisita y bella flor de exótica belleza, embelleciendo un horrible pantano.
- Detente ahí. - Le dijo señalando un deplorable y desvencijado edificio de cuatro pisos. Sin duda era el peor del lugar.
- Deja que te ayude. ¿En que piso vives? -
- Último. - ¿Qué haría ahora que supiera dónde y cómo vivía?
La levanto de igual manera y ella pudo contemplar su atractivo rostro, sería maravilloso tener un chico así, que la cuidará y la protegiera contra todos los peligros, lamentablemente el único chico que había amado, era muy diferente de él, y gracias a él, se encontraba en la deprimente situación que tenía, la había utilizado y cuando ya no la necesito la desechó cómo si fuera basura. Y ella no había tenido el valor de regresar con sus padres.
Seiya vio con horror mal escondido las maltrechas escaleras y cuando llego al último piso, tubo miedo de preguntar cual era donde ella vivía. Sus temores de vieron reflejados en la puerta maltrecha y desvencijada que ella señaló.
- ¿Vives solá? - Preguntó.
- Si. -
- ¿Pero que rayos paso aquí? - Dijo mirando los pocos y miserables muebles que se encontraban en la espantosa habitación.
- ¡Oh por Dios! - Exclamó Serena al borde del llanto.
- ¿Te robaron? -
- No... Este... Si... No lo se. - Balbuceo.
- Toma algo de ropa, yo te cuidaré, vivirás conmigo en las dos semanas que tengas ese yeso. -
- ¡Por supuesto que no! ¡Puedo cuidarme sola.! -
- ¿No imaginarás que te dejaré sola en este lugar? ¡Por Dios! ¡Ni siquiera tienes una puerta! Cualquier tipo de los que están afuera podría entrar y hacerte cosas horribles. Anda toma algo de ropa, si no quieres vivir conmigo estas dos semanas buscaré un departamento en un sitio decente y te conseguiré una enfermera. - Dijo tratando de tranquilizarla.
Al ver que no hacía caso se metió en la pequeña habitación y saco su escaso guardarropa de los cajones, lo metió en una bolsa y salió.
- Vamos. - Dijo volviendo a cargarla.
Bajo rápidamente las escaleras, sólo para encontrar su lujoso auto sin llantas y completamente destruido, se volvió a verla con enfado.
- ¿Y así esperas que te dejará en este lugar? Nunca... ¿Me oyes? Nunca te dejaré volver aquí. - Dijo sacando su teléfono móvil.
- En unos minutos vendrá mi chófer por nosotros. - Dijo.
Media hora más tarde Serena miraba como se habrían las rejas eléctricas de una lujosa mansión de estilo moderno y funcionalmente elegante.
***
Ok es corto y tardado ojalá que les guste.
Dam Frost.
Besos

Engaño De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora