4/30. Doce semanas ☆

963 75 5
                                    

CAP 4

DOCE SEMANAS


Happy Birthday, Parabens, feliz cumpleaños, es esa fecha en el año en el que todos enloquecen por llenarte de mensajes deseándote salud, una buena vida y toda la parafernalia, pero yo no soy de las que repare en ese día. Para mi el 18 de febrero es un día más; uno como cualquier otro, al menos así es desde que murió Connor, casualmente, el día de mi cumpleaños número veintisiete.

Como si fuera poco, me encontraba - en un incómodo silencio tras regresar de mi fiesta de cumpleaños - en el auto junto a Kenneth en un universo paralelo donde mi odioso jefe era mi prometido, y si con eso no bastaba, me acababa de enterar que había perdido un embarazo. La noticia, aunque impersonal - ya que, ni en esta vida ni en ninguna otra había intimado con Kenneth - me dejaba con un amargo sabor de boca.

Si existió alguna vez el candidato con el que soñaba tener una familia, ese alguien fue Connor, mi ex prometido. Murió poco antes del gran día. Me había ocultado su enfermedad hasta último momento. Jamás se lo perdoné; y aunque los años hallan pasado, no puedo evitar aferrarme a su recuerdo. Era todo lo que quería y se fue en un suspiro. Quizás el amor verdadero sólo se da una vez en la vida. Supongo que por esa he estado tanto tiempo sola. Nadie ha estado a su altura. Nadie podrá suplantarlo.

–          Necesito que me dejes en la feria - digo a Kenneth mirando la gente pasar al otro lado de la ventanilla.

No puedo estar aquí. Este no es mi sitio.

–          Necesitas descansar - dice en un tono conciliador.

–          ¡No necesito que me digas lo que tengo que hacer!- grito desquiciada. Él aprieta la mandíbula. Esta enojado.

El Kenneth que yo conozco me hubiera mandado a freír churros, pero éste luchaba contra sus impulsos. Aún así, me justifico mentalmente pensando, que al fin y al cabo, éste y el que conozco son la misma persona, y por eso los pongo en la misma bolsa.

Cuando llegamos a la feria, le pido a Kenneth que aguarde en el auto, ya que volveré pronto.

Entro hecha una furia a la tienda de la Gitana. Ella está sentada frente a la esfera de cristal. No está sorprendida de verme, incluso me observa con cierta picardía.

–          Zoe, sabía que vendrías - dijo sonriendo desde sus finos labios hacia sus pequeños y grisáceos ojos. Su semblante era pacífico y cálido, sus cabellos largos y canos. Cuando sonríe, las profundas arrugas que descansan sobre su oscura piel, se denotan aún más. - ¿Que tal te trata tu nueva vida?.

–          ¿¡Qué que tal me trata!?. ¿Esta siendo sarcástica o sólo goza de un pésimo sentido del humor?. - Mis hombros suben y bajan, mi pecho está colapsad ode tanto hiperventilar. Sonríe y me enervo aún más.

–          ¡Quiero que deshaga el deseo! - dije soltando las palabras y desinflándome al mismo tiempo. - ¡Se lo exijo! - grito presionando la yema de mi índice sobrela mesita -. Puede quedarse con el dinero; no me importa, pero devuélvame mi vida.

–          ¿ No estas contenta con tu deseo?. Por que te di lo que me pediste.

–          ¿Es que no estoy siendo clara? Yo no ... No creí que se haría realidad y...en todo caso, ¿tiene idea de con quien me emparejó?- dije frunciendo elceño.

–          ¿Que hay con ello?, sólo seguía órdenes - agregó levantando las manos a la defensiva.

–          ¿Órdenes? ¿Me toma por tonta? ¡Jamás le pedí que me emparejara con Kenneth Marshall!. Ni siquiera me simpatiza.

–          No hizo falta. En el momento, en el que pediste el deseo, la magia hizo su trabajo. En tu mente, sólo figuraba ese hombre.

No fue muy difícil recordar que Kenneth me había estado hostigando minutos atrás en el teléfono cuando pedí el deseo.

–          ¡Eso fue un error! ¡Deshágalo!- imploro.- No pensaba con claridad. ¿Ole parece normal pedir algo como un novio a una gitana de feria?. - Me quejé.

–          Toda magia conlleva sus ...

–          ¡Nada de preámbulos! - interrumpo- ¿Qué tengo que hacer? ¡Deseo volver a donde pertenezco y ya!. ¿Cuanto quiere?. ¿Es por dinero, de eso se trata?.

Ella niega. Se acerca, toma mi mano y depositando un pequeño souvenir. Un llavero de reloj de arena. La superficie de vidrio en lugar de ser lisa está adornada con delgadas líneas que rodean al reloj.

–          No hay nada que puede hacer para regresarte, al menos no ahora. Pero puedo asegurarte una cosa ... Volverás - afirmó con convicción.

–          Pero ... pero ... ¿Cuando?.

Ella observa el reloj de arena y luego a me escruta con la mirada.

–          ¿Ves las pequeñas líneas rojas?- asiento - Pues bien, cada una de ellas representan las semanas hasta tu regreso. Observo el diminuto reloj. Son muchas semanas.- Doce semanas para ser exactos.

–          ¿¡Que!? ¡Imposible! ¡No puedo estar tanto tiempo aquí!. ¡Tengo una vida!. ¡Tengo un trabajo! - exclamo.

–          Todas esas cosas seguirán estando cuando regreses, por el momento sólo resta esperar. - dice dándome la espalda y dirigiéndose lentamente hacia la parte trasera de la tienda. - Cuando la arena se haya consumido, volverás a donde perteneces.

–          Sé a donde pertenezco y no es aquí. Creo haberlo dejado en claro.

–          Si lo supieras no habrías entrado a mi tienda aquella noche. No estás aquí porque debas ser castigada. Estás aquí porque tienes mucho que aprender- dice corriendo una cortina mimetizada con la tela de la tienda .

–          ¿Aprender qué? - pregunto atravesando la cortina, pero ella ya no está.

De regreso al apartamento, Kenneth me da charla pero no retengo nada de lo que dice. Me siento como en un maldito reality temático del síndrome de Estocolmo pero yo misma fui la perpetradora de aprisionarme en esta vida.

Observo a Kenneth. Cabello oscuro, ojos color caramelo y cuerpo atlético. Al menos no es un extraño o un psicópata, aunque nada de eso me consuela.

Jamás hubiera considerado pedir el estúpido deseo, si hubiera estado claro en letras rojas y enormes algo así como " si desea estar seriamente jodida, por favor firme aquí".

...

Cada uno se acomoda en su lado de la cama - aunque ambos sean mis lados - y marcamos la distancia con almohadas de por medio. Kenneth no dice nada y espero que así lo haga por el resto de la noche. No soportaría que tener que aguantar su rito de la fertilidad.

No me toma mucho quedarme dormida. Lo último que pienso, es que tal vez, sea posible que exista una buena - y espero por Dios- que justificada razón en todo esto, como por ejemplo esa clase de hechizos en las que tienes cosas por resolver o algo por el estilo. La parte quejumbrosa de todo esto, es que no es un hechizo de esos de veinticuatro horas. Tres largos meses me quedan por delante. Resto mentalmente un día menos.

......

Jennifer Garner como Marcia Dumas. ¿Y ustedes que harian en el lugar de Zoe?. ¿Como se imaginarian en esa situación?

Treinta Veces No Debo Desear [ Finalizada ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora