Parte 1 Una Nueva Vida

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Observo por el balcón el alba. El cielo está totalmente despejado y hace una brisa deliciosa. No cabe duda de que este será un día radiante. Uno de esos días que es perfecto para salir a dar un paseo, hacer un día de campo o, simplemente, recostarse a la sombra de un árbol para descansar. Es una lástima que no pueda hacer ninguna de esas cosas, y aunque si pudiera, tampoco las haría en este extraño lugar. Sé que para mí este no será un día placentero.

Transcurre el primer mes de un nuevo año, pero no sólo el año es nuevo, también lo son la casa en la que ahora vivo, la escuela en la que desde hoy estudiare y la ciudad a la que nos mudamos.

Doy un gran suspiro. Contemplo ese amanecer diariamente desde hace dos semanas. No logro acostumbrarme a él. No es igual al que yo siempre veía. En lugar de que el sol salga por detrás de los montes, sale detrás de los muchos edificios y las miles de casas. Me hace sentir extraña, como si no perteneciera a aquí.

Me resigno suspirando de nuevo, dándole la espalda a ese amanecer diferente. Después de cerrar las puertas de cristal que dan al balcón, me encuentro de lleno con el enorme cuarto que elegí como mi nueva alcoba. De entre las muchas habitaciones que tiene la casa, preferí ésta, no porque fuera de las más grandes sino porque me sentí muy cómoda en cuanto puse un pie dentro.

No cambie nada de aquí, todo me agrada. Desde los colores de las paredes hasta los muebles, incluso el baño en el que hay una enorme bañera y aparte un recuadro con paredes de cristal donde está la regadera, además de un lavabo hermoso sobre el cual se encuentra un espejo también muy grande. Considerando que el cuarto ya tiene dos espejos, uno de cuerpo completo y otro sobre un tocador, ambos grandes y con un bello marco tallado en madera, agregar otro en el baño se me hace una exageración y sin embargo, no queda como si lo fuera.

Lo que más me agrada del cuarto es el techo, en el cual está pintada una hermosa noche estrellada y con luna llena. Lo más raro y magnífico a la vez, es que la luna y cada una de las estrellas resplandecen como si en verdad fuera el cielo nocturno.

Aunque mi nueva recamara me gusta, no quita el hecho de que extraño mi pequeño cuarto, mi antiguo hogar.

Fui feliz viviendo en una pequeña ciudad con mis padres Antonio y Victoria, hasta que, dos meses atrás, murió mi padre en un accidente. Su carro se detuvo dejándolo varado lejos de casa, un compañero de trabajo que lo encontró quiso hacerle el favor de llevarlo, pero en el camino un tipo ebrio choco contra ellos; ninguno de los tres sobrevivió. Mi madre y yo nos quedamos desamparadas desde entonces. No contábamos con el suficiente dinero para mantenernos, así que mi mamá inicio la búsqueda de trabajo, cosa difícil pues había pasado mucho tiempo desde que ella trabajo por última vez.

El pasado primero de enero fue mi cumpleaños diecisiete, y a ella no se le ocurrió mejor regalo que decirme que nos mudaríamos. Ese día me quede muda, nunca paso por mi mente esa posibilidad. Al negarme rotundamente a la idea, soltó una lista de excusas que era obvio que había preparado previamente.

-Las grandes ciudades ofrecen mejores trabajos y mejores sueldos -recuerdo que me dijo-. Nos mudaremos a la casa que le fue heredada a tu padre por su padre, tu abuelo. Ya está amueblada, así que no tendremos que pagar gastos de mudanza ni renta, y estuve investigando y hay muy buenas escuelas cerca de la casa, cuando la veas te gustara...

Etcétera, etcétera. Para mí todo eso era basura, no me importaba seguir viviendo en una anticuada ciudad pero era evidente que a mi madre sí. Con su lista de "beneficios" que nos otorgaba la otra casa, me dejo sin argumentos fuertes que evitaran mudarnos, sólo podía alegar que extrañaría a mis amigos, pero ella me dijo «harás nuevos» y se dio la vuelta, dejándome sola con mi enojo, frustración y para ser honesta, con algo de tristeza.

Los Amos de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora