Parte 18 La Propuesta

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Me quedo quieta en medio de esta obscuridad, no sé hacia donde ir o que hacer. Repentinamente todo se ilumina, estoy en el jardín de mi casa. Regrese a la ocasión en que el medallón fue escondido en la fuente. El joven que fue mi abuelo en ese entonces gira la cabeza hacia donde me encuentro, parece que me examina con la mirada.

– ¿Sabes que ese objeto es muy valioso? –pregunta observándome.

Más que acostumbrada a mis singulares sueños, no se me hace raro que ese joven del pasado me hable.

–Sí, lo sé –respondo tranquila.

–Un hechizo impide que te lo arrebaten de las manos, a menos de que tú lo entregues pero no debes hacerlo, debes mantenerlo contigo –determina, su expresión facial es la de alguien que ha sido forzado a madurar en muy poco tiempo–. Pase lo que pase no debes darselo, ya que si no lo tienes, no podrás hacer nada por los demás. No lo pierdas, protégelo.

–Te lo prometo, no se lo daré a nadie –le aseguro honestamente–. Te lo prometo.

Lo áspero de la alfombra raspa mi cara. Me levanto lentamente con los párpados medio cerrados.

–Despertaste.

Al volver a oír la voz de Ismael me pongo de pie más rápido aunque tengo que parpadear varias veces para ver claro. Dirijo mi vista a mi mano derecha, todavía conservo el medallón en ella.

– ¿Qué te ocurrió? ¿No pudiste arrebatármelo mientras estuve inconsciente? –le pregunto burlándome, quiero sentirme más segura.

No contesta. Lo examino con la mirada, está sentado en el sofá exactamente en la misma posición en que lo vi antes de desmallarme, parece que no movió ni un sólo dedo. No es posible que no hubiera intentado quitarme el medallón ¿acaso nada más se quedó viendo cuando me desmaye?

Se escucha un débil sonido, como el de una explosión a lo lejos. Ismael se pone de pie, sus movimientos son rígidos, parece que se le hubieran entumecido todos los músculos del cuerpo por no moverse.

–Tus amigos deben haber recorrido la mitad del trayecto hasta aquí –dice con un tono muy gélido–, pero quizá eso ya lo sabes ¿Los viste viniendo hacia acá? Quizá los viste siendo asesinados por mí o por alguno de mis sirvientes ¿En serio quieres que les pase algo así? Pensé que los apreciabas más que a tu vida.

Esta admitiendo ante mí que los matara en cuanto lleguen pero, estando en estas circunstancias, sin tener ningún poder ¿qué puedo hacer para evitarlo?

Nunca me sentí tan inútil en mi vida, como un cacharro viejo que se conserva en un rincón apartado por nostalgia pero que en realidad estorba más de lo que sirve.

–Parece que te quedaste sin habla –se pasea unas cuantas veces por delante de mí– ¿No se te ocurre ningún comentario grosero que hacer? ¿Algo que decir antes de que te quedes sola en la vida? ¿Antes de que todas las personas que dices querer fallezcan? Pero tranquila, te prometo que los veras una vez más con vida, incluso podrás ver como mueren, uno a uno, lenta y dolorosamente. Tu madre será la última, porque estoy seguro que no viene en camino. Te llevare a verla, te despedirás de ella y luego la veras partir, como soy tan piadoso, su muerte será bastante rápida, un único golpe, te lo aseguro.

No soporto escucharlo, quiero quedarme sorda, hundirme los dedos en los oídos hasta no volver a escuchar su sarnosa voz.

–Me pregunto a quién te dolerá más perder –se da un golpe en la frente–, pero claro, Ariel ¿verdad? Supe que se volvieron más que amigos ¡Qué extraño chico! Tú eres más que ordinaria ante su persona, más que insulsa, y sin embargo, se fijó en ti –cruza los brazos y chasquea la lengua–. Y aun así no puedes hacer nada para salvarlo. No te entristezcas, podrás darle un beso de despedida a su frio pero hermoso cadáver.

Los Amos de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora