Parte 5 La Carta

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El sobre es negro y está adornado en las esquinas con plateado, además de estar sellado con cera con la misma forma de la rosa de los vientos grabada en el cajón. Me siento en la silla sintiendo que la emoción embarga mi cuerpo, rompo el sello y abro el sobre.

La hoja que contiene es larga y plateada, no estoy segura de qué material está hecha, parece aluminio pero se siente como papel común, aunque no se arruga y pese a haber estado doblada en varias partes, al extenderla los dobleces no quedaron marcados.

Es una carta, escrita con una letra muy estilizada:

Querida nieta:

Espero te encuentres bien y si no me equivoco, ahora debes tener diecisiete años, no te sorprendas si estoy en lo correcto, lo entenderás en el transcurso de esta carta.

No sabes que feliz me puse cuando te conocí, eras una bebe hermosa que heredo mis ojos. Tus padres me comunicaron que te llamarían Lilian, como tu abuela. En verdad me hubiera encantado que la conocieras, es una mujer fascinante, si lo sabré yo, claro que también me gustaría poder contarte esto en persona y no a través de un simple papel, pero dudo mucho que lo pueda hacer.

En fin, eso no es por lo que te escribo esta carta, sino por algo mucho más importante. Te quiero contar una historia, una historia que empezó hace muchos años, cuando la magia no era un simple mito, cuando los magos y las brujas no eran una burla como los de ahora, cuando los elementos eran respetados y venerados.

En esa época mágica existieron cuatro poderosos hechiceros. Ellos nunca utilizaban su poder para hacer el mal, se dedicaban a ayudar y proteger a la gente, y en recompensa, cada uno recibió un gran don, el don de un elemento. Su alma marco el elemento que recibieron. Stefan recibió el don del fuego por su alma gentil y apasionada al mismo tiempo. Perséfone recibió el don del agua pues al igual que ésta, su alma era pura y cristalina. Wendolf recibió el don de la tierra porque su alma era fuerte y llena de grandezas. Y por último, la hechicera Saphira recibió el don del aire por su sensible y tenaz alma. Fueron nombrados por los demás magos como los amos de los elementos.

Al nunca abusar de sus dones y poner su vida al servicio de los que los necesitaban, su belleza interna se hizo tan grande que gracias a su magia, se proyectó en su exterior, donde todas las personas la podían apreciar y reconocer. Era algo que los diferenciaba de los demás magos y de la gente común, y que además les servía para captar la atención de todos y así poder ser más fácilmente escuchados.

Antes de morir, cada hechicero preparo a su primogénito para que éste o ésta recibiera el don que su madre o padre había recibido y se continuara con la labor que ellos habían estado llevando a cabo. Por desgracia, con forme pasaron los años, la magia se fue extinguiendo y junto a ella, los dones se fueron perdiendo.

A pesar de que la descendencia de los primeros amos de los elementos siguió siendo muy diestra en las artes mágicas, muchos se viciaron y por ello, cada vez fueron menos los bendecidos con el don de un elemento, reconociendo a los elegidos por ser los únicos que podían reflejar su belleza interna en el exterior, luciendo desde su nacimiento y por siempre, una hermosura mayor a la que cualquier otra persona pudiera tener.

Pero, ya sea por el avance de la sociedad, su nuevo comportamiento y su influencia negativa, o por actitudes y ambiciones entre los mismos sucesores de los amos de los elementos, que la depravación llego a ser tal, que ninguno volvió a ser considerado merecedor de tal poder hasta que al final ya no se escuchó nada de los dones y muy poco de la magia. Los magos fueron excluidos y obligados a ocultar su poder por la gente que no contaba con él y que, aunque no lo admitieran abiertamente, les temía.

Los Amos de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora