Ariel y Lucy se fueron hasta la hora de comer. Más tarde me visitaron Kristen y James, éste último me regalo un tulipán amarillo muy bonito, pero no duro mucho su visita pues se tuvieron que ir para que el doctor me revisara.
Permanecí, contra mi voluntad, todo el resto de la semana en el hospital para que me hicieran análisis, análisis que mi madre en su paranoia exigió. Me sacaron sangre, me analizaron con distintos tipos de aparatos y hasta me hicieron una tomografía para ver si no tengo daño cerebral, y aun con todos esos estudios no se pudo saber que me causo la fiebre.
Antes de darme de alta, el doctor me aconsejo estar en reposo otra semana en casa por precaución, pero como me molesta sentirme inútil, repose unos cuantos días y decidí ir de nuevo a la escuela el lunes siguiente, cosa que a mi madre le desagrado pero no pudo evitar.
–Si te sientes mal, me llamas y vengo en seguida por ti –dice dejándome frente a la entrada de la escuela.
–Sí, mamá, sí –me lo repitió tantas veces que estoy harta de oírlo–. No te preocupes, estaré bien ¿Recuerdas que tengo a mi salvador aquí?
–Lo recuerdo bien –sonríe–. Ahora que lo dices, mientras dormías en el hospital, tuve tiempo para platicar con él...
Me tapo la cara avergonzada. Quién sabe qué tantas cosas le dijo mi mamá a Ariel, no quiero ni imaginarlo.
–... ciertamente es un chico encantador, educado y muy guapo –continua pensativa–, parece una persona irreal, un sueño –dímelo a mí, pienso– pero lo que más me cuesta trabajo creer es que le gustes –dice burlándose.
–Mamá –le reprocho riéndome.
A mí también sigue costándome trabajo creerlo.
–Ya en serio, hija –dice más tranquila–, me di cuenta que, en realidad, te quiere mucho.
Suspiro viendo hacia la puerta de la escuela, ahí está él.
–Eso creo –digo mirándolo sin ocultar mi sonrisa–. Bueno, me tengo que ir, me esperan.
Mi madre ve a Ariel y lo saluda con la mano, éste corresponde al saludo también con su mano y una sonrisa.
Bajo del carro y voy hacia la puerta. Ariel me mira entre enojado y feliz.
–No deberías estar aquí –asegura severo–. Tendrías que estar descansando en tu casa.
–Tienes razón –rio– pero sabes que soy una terca.
Me regala una sonrisa preciosa mientras sus ojos resplandecen de felicidad. Entonces empieza a acariciar mi rostro y, sin previo aviso, me abraza.
–Te extrañe –susurra–, te extrañe demasiado.
Yo también lo abrazo muy fuerte. No lo pude ver después del martes que estuvo en el hospital. El doctor temió que tuviera una nueva enfermedad y prohibió las visitas para evitar contagios. Sabía que habían sido muy pocos días pero yo también lo había extrañado.
Nos tomamos de la mano y así caminamos hasta mi salón, mientras avanzábamos no pude dejar de notar que todos nos miran al pasar y susurran entre ellos. Esto me pone algo nerviosa, pero es casi igual que lo que paso en el baile.
–No quisiera irme –dice afligido.
–Pero tienes –le digo tranquila–. Estaré bien.
Me vuelve a abrazar, pero antes de que se marche, lo miro por un instante, sonrío y le doy un beso en la mejilla.
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Los Amos de los Elementos
FantasyLilian tan sólo tenía 17 años cuando su padre falleció en un trágico accidente, por lo que se ve obligada a mudarse a una mansión que ni siquiera sabía que existía, dejando atrás su ciudad tranquila y junto con ella, a sus amigos. En el colegio al q...