–Se lo dije.
– ¡¿Se lo dijiste?!
–Sí.
– ¿Y cómo lo tomó?
–Bien, muy bien.
Sigue siendo lunes, ya paso la hora de comer y mi madre se fue a trabajar medio turno. Casi en seguida que ella se fue, Ariel, Lucy, James y Kristen llegaron, ellos también durmieron todo el domingo.
Estamos en el jardín, James esta recostado en el césped, Kristen y Lucy se sentaron junto a él, Ariel y yo estamos frente a ellos, recargados en la fuente.
–Bueno, nosotros también se lo contamos a nuestros padres –dice Lucy que se mantiene quieta mientras Kristen le hace una trenza en el pelo–. Se lo teníamos que decir después de haber pasado la noche fuera y regresar con la ropa rota y manchada de sangre.
–No nos fue tan bien –admite Ariel.
– ¿Qué paso? –pregunta Kristen bastante entretenida con el largo cabello de Lucy.
–Al momento de decírselo, mi mamá nos tomó la temperatura varias veces, nos preguntó si nos sentíamos bien o si ingerimos algo fuera de lo común...
–En otras palabras, nos preguntó si estábamos drogados –dice Lucy sin reparos.
–Mi padre se comportó más razonable, tranquilizo a mi madre y dejo que le explicáramos, aunque con cada palabra que decíamos incrementaba la preocupación en su rostro. Con esas actitudes resulta mucho más difícil hablar –Ariel hace un movimiento reprobatorio con la cabeza.
–Al final tuvimos que hacerles una demostración pero... –Lucy se tapa los ojos– tampoco resulto bien.
– ¿Por? –Pregunta James acomodando los brazos tras su cabeza a modo de almohada.
–Mamá se desmayó cuando Ariel incendio sus manos –contesta Lucy, apesadumbrada–, debí ser yo la primera en mostrar que lo que decíamos no era una alucinación.
– ¿Qué hicieron entonces? –pregunto angustiada.
–En lo que reaccionaba, Lucy le mostro su poder a nuestro padre –suelta una risa–, y lo único que se le ocurrió a él preguntar fue que si no se deshidrataba.
Todos reímos. Pobres padres de los gemelos, no debió ser fácil asimilar esas extrañas noticias, sobre todo para su madre, a la que la medicina le dice que ninguna de las cosas que ellos hacen es posible.
– ¿Y tu madre? –pregunta Kristen que había terminado de entrelazar el cabello de Lucy.
–Digamos que cuando despertó y se dio cuenta que no era una pesadilla, no le quedó más remedio que aceptarlo –responde Ariel encogiéndose de hombros.
–Eso fue lo bueno de mi caso –suelta Kristen–, como era pequeña, yo no tuve que dar una explicación.
–Cierto, ahora mis tíos saben el por qué Kristen tiene ese don y que yo también tengo uno, fue realmente sencillo decírselo –cuenta James–, me hubiera gustado poder contárselo también a mis padres.
Ariel me aprieta un poco la mano, lanzándome una mirada sumamente clara «debes decírselo».
–James ¿podemos hablar un momento a solas? –le pregunto despacio.
–Claro –se levanta sacudiendo la tierra de la parte trasera de su pantalón.
–Cuéntaselo a ellas –le susurro a Ariel.
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Los Amos de los Elementos
FantasyLilian tan sólo tenía 17 años cuando su padre falleció en un trágico accidente, por lo que se ve obligada a mudarse a una mansión que ni siquiera sabía que existía, dejando atrás su ciudad tranquila y junto con ella, a sus amigos. En el colegio al q...