Parte 7 Tristes Verdades

181 13 0
                                    

–Hola –saludo a todos con una enorme sonrisa. 

Estoy muy emocionada. Invite a Lucy, Ariel y James a ir a mi casa para que conozcan el estudio y así charlar un rato sobre sus poderes.

James se encargó de llevar también a su prima aunque ella parece molesta e incómoda.

–Hola –me regresan el saludo todos, menos Kristen.

–Pasen, pasen –los invito sin que se merme mi ánimo.

James le da un pequeño jalón a Kristen, que no parece tener ganas de entrar.

–Este es un lugar grandioso, pero ¿no te da miedo estar sola en una casa tan grande? –Me pregunta James mientras subimos las escaleras– Porque si estás sola ¿verdad?

–Sí, pero no me da miedo, no tiene porque, me siento muy segura aquí –contesto, dejando vagar mi mirada–. Claro que tampoco me gusta estar sola todo el tiempo.

–Si no quieres estarlo –dice sonriendo–, invítame de vez en cuando a comer.

–Claro, aunque no creo que eso sea necesario –digo también sonriendo y lanzando una mirada discreta hacía Ariel, pero él mantiene la vista baja.

James no entendió lo que dije y yo no considere necesario explicárselo.

Entramos a mi cuarto. Todos parecen desconcertados.

–Sé que tu recamara es muy grande, pero no es un estudio –opina Lucy.

–Esperen –musito, un tanto emocionada.

Camino hacía la pared donde está la puerta del estudio, que ellos no alcanzan a distinguir. Cuando la toco, en seguida se desliza y oigo a los cuatro que me acompañan hacer un sonido de asombro.

– ¡Esto es sorprendente! –dice Lucy en cuanto entramos al estudio.

– ¡Guau! Es como si en cualquier momento me fuera a hundir –afirma James observando el suelo.

– ¿Cuántos libros serán? –se pregunta Kristen dirigiéndose a las estanterías, tal vez lo esplendido del estudio hizo que se le pasara el enojo.

Me alegra que les agrade el lugar pues tengo la sensación de que pasaremos mucho tiempo aquí. Miro a Ariel, no se ha movido de la puerta, parece triste. Si recuero bien, ayer, en el resto del baile, él se mostró de esa manera, afligido. Cabe decir que bailaba, reía, conversaba, pero lo hacía como si estuviera en otro lugar, no le salía natural, estaba preocupado por algo. Hasta ahora lo note porque el ambiente de la fiesta y la alegría de Lucy a nuestro alrededor, provocaron que todo pareciera regocijo, cosa que para Ariel no había sido así.

Sigo absorta en mis pensamientos cuando se da cuenta de que lo observo y me sonríe, no obstante, sus ojos son sombríos.

–Vamos –le digo tomándolo de la mano ya sin ningún tipo de nervios de los que antes me dominaban. Estoy decidida a cambiar su ánimo.

Ariel no sostiene mi mano, pero si deja que lo guié hasta estar cerca del escritorio. Sobre él todavía se encuentra el libro donde encontré los medallones.

Lo tomo y hojeo, ya no está en blanco.

–Ya no sé qué tan inaudito pueda oírse esto, pero de este libro salieron los medallones que les entregue ayer –le explico a Ariel mostrándoselo.

– ¿Y qué dice? –pregunta.

No parece en absoluto asombrado de que del libro brotaran los cuatro medallones, ni interesado en la forma que los obtuve.

Los Amos de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora