Así que eso son los ruidos que se van haciendo cada vez más fuertes, la batalla ha comenzado.
– ¡LILIAN!
Giro la cabeza hacia la única ventana de la habitación, rayos de luz se pueden apreciar a través de la cortina que la cubre.
– ¡LILIAN! –quien grita es Ariel.
Muerdo mi labio inferior para no responder a su llamado. No debo atraerlo hasta Ismael. Dejo de escucharlo, los gritos que entran de fuera no paran pero son tantos y a la vez que no entiendo que dicen. Me angustia pensar en lo que están viviendo mis amigos y en sí están preparados para ello, yo los forcé a enfrentarse a algo así.
– ¿Qué pasa? ¿No piensas hablarle a tu amado? –me interroga Ismael girándose hacia mí− Se escucha ansioso por oír tu voz ¿Realmente no quieres tenerlo aquí, contigo?
No contesto, no le daré la oportunidad para atacar a Ariel.
– ¿Sabes? Cediste muy bien hace un rato, quiero decir, me concediste el honor de oírte gritar –me sujeta del cuello– ¿lo harás de nuevo? Y más importante aún ¿lo soportaras de nuevo? Estoy seguro de que no.
Vuelvo a sentir el suplicio de antes. Sé que no es conveniente que grite, pero no puedo calmarme, comienzo a decir su nombre entre quejidos bajos, como si eso fuera a parar el dolor.
–Eso es, llámalo –dice cerca de mi oreja–, llámalo para que se apresure a su muerte.
Siento como brota desde mi garganta un enorme alarido y cuando va a reventar, un estruendo de vidrios hace que cese mi sufrimiento. A mis pies queda el cuerpo boca arriba de un hombre que no había visto, en medio de la camisa tiene un gran agujero con los bordes chamuscados, la piel de su torso que se alcanza a ver esta negruzca.
– ¡Lilian! –Exclama Ariel aliviado, tras entrar de un salto por la ventana rota, se detiene en seco y me mira, posando la vista en cada una de mis ataduras y en la sangre de mi rostro y cuello, su expresión se torna muy agresiva al ver a Ismael– ¡¿Cómo te atreviste a lastimarla desgraciado?!
Se va en contra de él con los brazos incendiados. Ismael se hace para atrás pero puedo ver como masculla algo entre dientes. Ariel es repelido y da una pirueta en el aire, creí que caería de espalda pero alcanza a agacharse y caer con una rodilla apoyada en el suelo.
–Ariel... –digo intentando soltarme de las cuerdas– Ariel...
No soportaría verlo herido, tengo que hacer algo.
–No eres nadie –le dice Ismael–, no eres nada.
Mueve el brazo como si fuera un látigo, Ariel se lleva una mano al hombro, al quitarla queda en claro que Kenia no es la única que usa la magia como cuchillos pues la playera azul de Ariel se rasgó y rápidamente se extiende por ella una mancha oscura.
– ¡NO!
– ¿No quieres que lo dañe? –Me pregunta Ismael– Es tu culpa por no entregarme el medallón. Te dije que preferirías estar muerta.
Ariel se levanta y lanza una esfera de fuego contra Ismael, quien la bloquea con una barrera.
–Inútil, inútil, inútil –exclama burlándose.
Empuja sus manos al frente y Ariel es golpeado contra la pared que tiene a su espalda. Al caer al suelo de rodillas se hace visible el hundimiento que dejo el impacto. Se levanta y corre en zigzag hasta su oponente, lo golpea una, dos, tres veces en distintas partes del cuerpo con los puños en llamas, la gabardina que trae puesta Ismael se comienza a incendiar junto con parte de su cabello. Se la quita sin prisa y la arroja a una esquina del cuarto, después se pasa una mano por el pelo y el fuego se apaga.
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Los Amos de los Elementos
FantasíaLilian tan sólo tenía 17 años cuando su padre falleció en un trágico accidente, por lo que se ve obligada a mudarse a una mansión que ni siquiera sabía que existía, dejando atrás su ciudad tranquila y junto con ella, a sus amigos. En el colegio al q...