Vine XXVII.

163 10 1
                                    

Danny.

—¡Buenas noches, pueblo de Atlanta! —puse mi mejor voz de presentadora, y me encontré a mi misma comparándome con Caesar Flickerman, el peli–multicolor de los Juegos del Hambre. Los gritos fueron la respuesta—. Ha sido todo un placer para mí y para estos irrelevantes personajes —señalé a mis amigos, los cuales se quejaron mientras les sacaba la lengua— estar aquí con todos vosotros.

Hice una pequeña pausa. Odiaba cerrar el show. Siempre sabía lo que iba decir, pero cuando me tocaba poner el punto y final del espectáculo, me parecía todo demasiado poco. No podía agradecer lo suficiente a aquellas personas, ni al personal, ni siquiera a mi increíble sentido del humor por hacer que aquello fuera posible sin sonar estúpida.

—Espero que esos veinte dólares que salieron de vuestros bolsillos en el momento de sacar las entradas no hayan sido en vano. Vuestra felicidad es mi felicidad —dije la última frase con el mejor español que pude, acordándome del guión de una película y modificándolo.

Se escucharon gritos y aplausos. Sonreí retrocediendo hasta llegar al grupo, dónde todos nos agarramos para que pudieran echar las últimas fotos.

Taylor acercó su boca al micrófono.

—¡Atención, todas las cámaras en alto! ¡Daniela Frost está a punto de soltar una lágrima!

Le empujé para que se apartara y pronuncié las últimas palabras de la noche a toda prisa. Había observado por el rabillo del ojo como, durante toda mi toma de palabra, Nash y Becca habían estado susurrándose (probablemente) noñadas en una esquina del escenario. Pero no iba a dejar que arruinaran mi felicidad, la que siempre se apoderaba de mi después de haber estado ante los focos.

Una vez que estábamos todos bajo el escenario, cogí una toalla para secarme bien la cara y el cuello.

Minutos antes de terminar, a Hayes se le había ocurrido la brillante idea de echarle agua en la cabeza a Cam. ¿Resultado? Nueve chicos envidiosos queriendo hacer lo mismo.

Hasta que al final Matt y Aaron nos habían dado a Shawn y a mi y no nos íbamos a quedar quietos...

—Pareces un mapache —me dijo Violet cogiendo su propia toalla. Sip, estaba segura que la pintura de ojos estaría ya por la barbilla.

—Tú tampoco es que parezcas Kendall Jenner, Haloway.

Se le había pegado el pelo al cuero cabelludo y tenía un poco de pintalabios por la mejilla.

Por encima de su hombro pasó Cameron, y divisé como en su boca, extrañamente, también estaba coloreada del mismo marfil que la piel de Violet.

Me aguanté la risa.

—¿Qué?

—Nada.

—¿Ahora resulta que te ríes sola? —preguntó Vi.

Iba a contestarle cuando Matt interrumpió.

—Aquí están mis dos Miss Universo.

Le lancé la toalla a la cara.

—¿Sabes? Maquillarse lleva su tiempo como para que vengáis vosotros, brutos, y lo arruinéis en dos segundos.

—Ah, ¿qué llevabas maquillaje? Pensaba que la cara de orco venía con el paquete.

Abrí la boca aspirando enfadada. Últimamente el nivel de pullas entre Matthew y yo había subido tres plantas, y estaba a nada de desbordarse y pasar a ser la Tercera Guerra Mundial de Bromas.

Supongo que en parte me lo merecía por echarle polvos pica-pica en los calzoncillos.

Como gran cobarde que era, en cuanto hice el amago de salir corriendo en su búsqueda, salió escopeteado sin ni siquiera comprobar si le seguía. Cosa que no hice.

Just Live [MAGCON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora