29 ~ Como amigo.

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Narra Alex.

–¿A qué hora llegaste anoche? –era la quinta vez que mi hermano preguntaba lo mismo.

–Déjala en paz, David Alexander –murmuro mi mama, rodando los ojos.

Yo estaba tan concentrada devorando un helado de vainilla y galletas oreo, que ni le respondí. Simplemente lo ignoraba. Y eso, lo irritaba más. David estaba que estallaba de cólera. Eso le pasa por tratar de meterse en mi vida, yo ya soy mayor de edad.

Mi madre, por su parte, preparaba el almuerzo en silencio. De vez en cuanto gruñía o le dedicaba una mirada asesina a su hijo mayor, que no paraba de molestarme. Gracias a dios, ella no es esa clase de madre controladora, intensa, molesta o sobreprotectora. Ella es esa clase de madre que, primero se convierte en tu aliada, confidente, mejor amiga, para luego ejercer su roll de madre.

–Alexa, estoy hablando contigo –gruño mi hermano, agitando su mano delante de mí.

Abrí mi boca como si fuera a responderle, el me observo detenidamente, pero luego frunció el ceño cuando lleve otra cucharada de helado a mis boca. Estaba delicioso.

–No puedo contigo –murmuro en voz baja, pero no lo suficiente para que yo no lo escuchara.

–¡NO! –Okey, ahora seré yo quien estalle en cólera. –¡Soy yo la que no puede contigo! –sus ojos avellana se abrieron como platos, sorprendido de que le gritara. –Deja de meterte en mi puta vida por una vez y dedícate a cuidar tu propio culo. Yo soy mayor de edad y me se cuidar sola. No necesito que cuides de mí ahora, cuando tuve tres años en un país desconocido donde lo que menos hiciste fue siquiera aparecer. –le espete con demasiada brusquedad.

Podía sentir como mis mejillas ardían, debido a la llama que parecía arder dentro de mí.

Mi mama se volteo hacia nosotros, con los ojos llorosos y la boca bien abierta. Seguramente estaba sorprendida de ver mi reacción, ya que nunca le había respondido a mi hermano de esta manera.

–¡No me vengas con esa mierda, Alex! –oficialmente comienza el enfrentamiento de palabras, señores. –Fuiste tú quien decidió irse a Estados Unidos, Alex. Nadie te obligo. Además, yo siempre he estado al pendiente de mí, ¡eres una ingrata! –escupió, dedicándome una mirada cargada de desdén mezclada con decepción.

–Chicos, no peleen, son hermanos...–empezó a decir mama, pero David prefirió continuar destruyéndome.

–No te reconozco, hermanita –en sus labios se asomo una agria sonrisa– Pensé que eras diferente e inteligente, pero ahora veo que eres una zorra igual que las demás.

–¡DAVID! –grito mi mama, horrorizada.

Y dicho esto, me abalance sobre él y lo abofetee.

–Esperaba esto de otras personas, menos de mi propio hermano –solloce, empujando su cuerpo hacia la pared de la cocina.

Golpear su cuerpo, era como golpear una panela de hielo, dura y fría. Y mientras lo hacía, me sorprendía no encontrar en su semblante alguna muestra de conmoción.

–¡Basta, por favor, basta! –mi mama también comenzó a sollozar, mientras se interpuso en el medio de los dos, para evitar un derramamiento de sangre.

–Quiero que te vayas de aquí –David tenia la mejilla roja y los ojos turbios y enrojecidos. No sabía que tanta rabia pudiera existir en su corazón.

Yo tampoco lo conocía, de eso estaba segura. A él no pareció inmutarlo mis lágrimas rotas, cuando continuo diciendo:

–Regresa a Nueva York y hazme un favor... ¡No regreses! –bramo, empujando a su paso a mama para apartarla de su camino y salir de la cocina.

Good For You | EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora