Maratón 1/5
- ¿Qué tomas? – preguntó Angie una vez en casa de Nicola. Facundo estaba aún despierto viendo la televisión. En ese momento no le importaron las diferencias y mucho menos que hace unas horas le había tenido temor o algo así. Solo quería hablar con alguien.
- RedBull. – contestó él y tomó de la lata una vez más. - ¿Nicola no viene contigo?
- No. – respondió ella, seca. – a preferido quedarse con la muy zo... con su amiga.
- ¿Sara? – Facundo esbozó una sonrisa cómplice.
- ¿Tienes otro RedBull?
- Sí, en la nevera...
Angie abrió y cogió una lata, para luego cerrarla y seguir con la conversación.
- Sí Sara. – puso los ojos en blanco. Odiaba el solo hecho de recordar su nombre, había tenido que soportar toda una noche con sus estúpidos cariños hacia Nicola. Había tenido que soportar observar como es que se le pegaba siempre, le tocaba y por último, tener que aguantar como Nicola apuntaba sus ojos a los senos de esa zorra.
- ¿Te cae mal?
- ¿Debería caerme bien? Es una...
- Dilo...
- ¿Zorra? ¿puta? Que se yo pero Nicola tampoco se queda atrás...
- ¿Él también es una zorra? – Angie rio al escuchar esa pequeña pregunta.
- Es un idiota... - Angie tomó del RedBull aunque odiaba el sabor de esa bebida, necesitaba ahogar esa furia que tenía adentro con algo.
- ¿Qué hizo?
- ¡La miraba siempre!
- Mujeres... - Facundo blanqueó los ojos.
Angie se sintió ridícula. Al menos por un momento, pensándoselo bien había quedado mal con aquella familia, la misma que, como le habían contado, había ayudado incontables veces a Nicola en su niñez.
- No puedo creer que te den celos de Sara.
- Ya déjame. – le dijo Angie.
- Tú le gustas a Nicola... - le dijo él sincerándose. Realmente lo sabía, realmente lo notaba, esta vez no se trataba de la simple mujer que traía a su casa por un día, follaban y no la veía nunca más. Sentía que estaba vez era importante para Nicola.
- No lo defiendas ¿vale?
- Está enamorado, te lo juro. – le volvió a decir. – de otra manera no estarías viva.
Eso le enfrió la sangre por completo pero parte de esa enorme sinceridad era cierta, Nicola se moría por ella. Tanto... que no se atrevería a hacerle nada nunca.
De pronto se escucharon las llaves interceder en la cerradura de la puerta principal. Es él... pensó Angie, de inmediato se tomó lo que pudo de la lata de RedBull y dejó lo que quedaba sobre la pequeña mesa de centro. Antes de irse a la habitación, se volteó para decirle algo a Facundo.
- Gracias. – le sonrió ella, una sonrisa sincera y tal vez...y solo tal vez... por una milésima de segundo, Facundo pudo entender porque Nicola se había enamorado de ella.