Stefan, una de las amigas que Natalie había hecho durante todo ese tiempo en Kingston, se casaba mañana y que fiestecita la que haría hoy por ello, se había reservado todo el pub más grande de toda la ciudad, solo para ella, sus invitadas y los buenísimos strippers que llegarían esa noche a hacerla un poco más caliente.
Ocho de la noche. Misma noche de la fiesta de Stefan.
- Anímate... por favor, Stef me dijo que podía llevar a cualquier amiga que quisiera y tú no te puedes perder esto.
- No, no... no tengo ganas la verdad. Ayer discutí con Nicola y... no sé, quiero esperar a que él vuelva y primero arreglar las cosas.
- ¿Y perderte esta despedida de soltera? Vamos, joder. ¿Desde cuando no te gustan las fiestas?
- No es eso, Nat. Ya te lo expliqué.
- A Nicola se le pasará...
- Es a mí a quién no se me ha pasado.
Natalie puso los ojos en blanco.
- ¿Me pongo de rodillas? ¿qué tengo que hacer para que vayas?
La puerta de la habitación de Nicola y Angie se abrió de repente. Yaco apareció de pronto, miró mal a Natalie, pero esta solo corrió a abrazarlo y cogerle las mejillas.
- ¿Por qué estás tan emocionada por esa fiesta? – le preguntó él. - ¿es por esos hombres que irán a bailarte? – a Angie se le escapó una risa.
- ¿Hombres? Ah... ¿los strippers?
- Lo mismo.
- ¿Estás celoso? – le preguntó la rubia, abrazándole el cuello.
- Me da lo mismo, yo tengo más que ellos.
- Está celoso. – le afirmó Natalie a Angie.
- ¿Irás? – le preguntó Yaco.
- No creo... - contestó Angie. – no tengo ganas.
- Sí irá. – replicó Natalie . – irás, irás, irás... aunque no quieras.
Angie negó la cabeza. ¡Pero que increíble poder de convencimiento podía tener su mejor amiga! Hasta ya se lo estaba pensando realmente. ¿Por qué no ir? Necesitaba de esto. De una fiesta solo para chicas. Sí, ¿por qué no? Además Nicola había tenido lo suyo anoche. Era su turno.
- Te lo estás pensando, ¿verdad? – le preguntó Natalie , la conocía demasiado, sabía que faltaba poquísimo para que diera el "sí".
- Le avisaré a Nicola...
- ¡Genial! La pasaremos fantástico, ¿eh, amor? – apretó una mejilla de Yaco, que le abrazaba la cintura, sin querer dejarla ir. – serán unas horas, y estaré aquí en menos de lo que esperas.