Un silencio abrumador los separaba, Angie golpeaba el asiento copiloto con sus dedos, mientras Nicola se concentraba en la autopista que se abría a sus ojos.
- Necesito parar. - le dijo él de pronto, Angie lo miró de inmediato, esperaba en realidad otro tipo de conversación, algo mejor y más intenso, tal vez que hablaran de los dos.
- ¿Estás bien? - preguntó ella, deduciendo que era lo más inteligente que se le había ocurrido preguntarle, Nicola detuvo el auto, estacionándolo en un garaje cerca a una cafetería en medio de la autopista.
- Sí, sí... solo estoy cansado. - admitió él, sobándose los ojos. Había manejado tanto que pensó que se desmayaría en medio del camino.
Y volvieron a quedarse callados, Nicola rompió el hielo por segunda vez.
- ¿Te molesta si nos quedamos a dormir aquí por hoy? - le preguntó, quiso mirarla, pero sabía que se distraería con sus bonitos labios, sus ojos, su nariz... y todo lo que le gustaba. Apartó la vista hacia el parabrisas. ¿Cómo es que podían estar tan fríos después de a verse dicho que se amaban?
- No... - negó ella.
- Vale. - Nicola abrió la puerta del automóvil e intentó salir.
- ¿Nicola?
- ¿Mnh? - dijo con una pierna fuera del auto.
- ¿Te pasa algo conmigo? - le preguntó Angie, se miraron de nuevo, por unas exuberantes milésimas de segundo.
- ¿Por qué lo dices?
- Nada...
- Estoy bien. - le afirmó Nicola, esta vez si logró salir del auto, abrió la parte trasera del auto y sacó la maleta improvisada de Angie, ella también bajó del auto. De alguna manera se había cabreado por todo ese jodida berrinche que Nicola estaba haciendo y ni siquiera sabía por qué pero si él no quería hablarle, entonces ella tampoco lo haría. Tiró la puerta y se adentró a la cafetería, Nicola siguió sus pasos, por detrás la vista era mejor aún. Todavía conservaba sus braguitas y sin nada encima. Solo la cazadora de cuero que le cubría hasta los principios del muslo. La miró de espaldas caminar... se moría por adherirse a ella y acariciar ese bonito culo que siempre había tenido y que él... había probado muchas veces. Se río. Angie se volteó al escucharlo.
- ¿Se puede saber de que te ríes?
- ¿No puedo?
- Primero estás cabreado y ahora te ríes, quién te entiendes Nicola Porcella. - Angie lo ignoró y continuó su camino, dentro, la cafetería se convirtió en un alboroto. Demasiada testosterona para una sola chica en lencería.
Un silbido se escuchó desde las mesas más lejanas.
- Oye guapa... - gritaron desde al fondo. - ¿has venido así para mi? - y los demás hombres rieron.
- Hola preciosa... - un hombre pasó por su lado, susurrándole al oído.
Y pudieron seguir gritando más halagos subidos de tono para ella, si es que no hubieran visto a Nicola detrás de ella. Entró y la cogió de las manos, tal vez bruscamente, apartándola de la mirada de todos esos hombres, Angie trató de zafarse, pero él aumentó la fuerza en sus brazos.
- Quiera una habitación. - le dijo a la mujer de treinta años que atendía el lugar. Esta sacó una llave de entre sus bolsillos delanteros del traje, la extendió.
- Son treinta dólares, guapo. - Angie soltó una risa exagerada al escuchar la voz ronca y masculina de esa mujer, fue entonces cuando se percató que no tenía culo ni senos. Joder, era travesti, Nicola se incomodó y más por que Angie se reía de la situación. Sacó de la billetera los treinta dólares que le había pedido.
- Ahí están. - le entregó.
- Duerme bien, campeón... - le dijo dándole las llaves mientras le sonreía sutilmente.
Angie lo miró, aguantándose las carcajadas. Nicola la miró mal, avanzando justo detrás de ella hasta la habitación.