Bianca
Juego con Allegra, sentada a mi lado sobre la cama, mientras Carlotta se encarga de darle un baño al pequeño Alessandro.
La niña me mira mientras agito el sonagero y suelta un chillido seguido de un risa. Es agradable pasar momentos así, y no puedo evitar imaginar a una pequeña de rizos castaños y profundos ojos azules correteando por toda la casa.
Mi rostro se contrae en dolor cuando pienso que quizás Louis no va a ser testigo de la vida de nuestro hijo.
Sacudo mi cabeza apartando los malos pensamientos y me concentro en la pequeña niña sonriendo a mi lado.
-El niño de mis ojos ya está listo. Tu turno, preciosa mía -Carlotta deja a Alex sobre la cama y extiende los brazos hacia su hija.
La niña ríe y muerde su manita mientras su madre se la lleva hacia el baño.
Alessandro me mira y ríe y después gatea por la cama tratando de bajarse.
Consigo atraparlo antes de que se caiga al suelo.
-¿A dónde vas, pequeño granuja?
Nuevamente suelta una risa. Yo también río, porque realmente es inevitable no contagiarse de la alegría de mis sobrinos.
Lo acuesto a mi lado y le tarareo una canción para tratar de dormirlo, aunque parece no tener demasiadas ganas.
***
Me despierto sobresaltada en medio de la noche, tras haber oído ruídos en el piso de abajo.
Veo el reloj sobre mi mesilla. La una de la madrugada.
Intento volver a dormirme tratando de convencerme a mi misma que todo ha sido producto de mi imaginación, pero no pasan más de dos minutos hasta que vuelvo a escuchar voces.
-¿Carlotta?
No obtengo respuesta, por lo que a pesar de las recomendaciones de mi médico me levanto y salgo de la habitación.
Camino por el pasillo siguiendo rastro de voces y cuando llego al borde de las escaleras me detengo al ver luz en el despacho de Louis.
El corazón se me encoje en el pecho.
-¿Carlotta? -llamo nuevamente y me quedo allí, a la espera de una respuesta.
Estoy a punto de bajar las escaleras cuando mi cuñada sale del despacho de Louis y se acerca a las escaleras. Justo antes de empezar a subirlas, se detiene.
-Vuelve a la cama, Bianca. Debes descansar -su voz es a penas un susurro en la oscuridad.
-¿Quién está contigo en el despacho?
Ella mira por encima de su hombro y luego centra su atención en mi.
-Nadie -murmura.
Sé que está mintiendo, porque yo he escuchado al menos un par de voces masculinas.
-Si sigues mintiéndome bajaré yo misma para comprobarlo.
Ella sacude su cabeza, y unos segundos después, suspira.
-Dame un minuto. Subiré enseguida y te contaré todo.
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