BIANCA
La noche transcurre lentamente, mientras me revuelvo en ese incómodo sofá. Apenas consigo dormir. Mario tiene los ojos cerrados, pero sé que no está dormido. Y cuando habla confirmo mis sospechas.
-Ven aquí, anda -me dice. Me pongo en pie y me acerco a su cama. Él se hace a un lado y se destapa-. Duerme conmigo.
-No quiero lastimarte -respondo.
-Vamos, Bianca, duerme conmigo. No me harás daño -lo miro unos segundos y finalmente termino cediendo.
Me acuesto y él me abraza. Apoyo la cabeza en su pecho y entonces él suelta un gemido de dolor. Intento levantarme pero me lo impide.
-No lo hagas. Estoy bien ahora que tú estás conmigo -susurra para después depositar un beso en mi frente.
Dibuja formas sin sentido en mi espalda lo que hace que poco a poco mis ojos se cierren. Me siento serena estando entre sus brazos. Él me da la paz que necesito.
Me quedo profundamente dormida sobre el pecho de Mario y no me despierto hasta que escucho unas voces.
-No la despiertes. Se ha pasado casi toda la noche en vela -oigo decir a Mario.
-Lo siento pero debo llevarte. El doctor ha ordenado que te hagan unas placas -esta vez dice una mujer.
Abro los ojos y veo a Mario. Él me sonríe y besa mi frente. La enfermera nos está observando por lo que enseguida me levanto.
-Lo siento -digo avergonzada a modo de disculpa. La enfermera me muestra una sonrisa y después se dirige a Mario.
-Venga, ahora sí, arriba -dice. Una silla de ruedas está al lado de la cama. La chica ayuda a Mario a ponerse de pie.
-Hermosa, ¿por qué no vas a casa, te cambias y comes algo? Creo que esto es para rato -me dice Mario. Asiento y me agacho, ya que está sentado en la silla de ruedas, y le doy un beso.
-No tardo -le digo.
Cuando la enfermera se lo lleva, agarro mi bolso y me voy a casa.
Mamá está en la cocina desayunando mientras habla con Donatella. Cuando me ven dejan de lado su conversación.
-Hola, cariño, ¿cómo está Mario? -pregunta mi madre.
-Dolorido -respondo sentándome con ellas. Dona se pone de pie y me sirve el desayuno, lo cual le agradezco con una sonrisa.
¿Quién pudo haberle hecho algo así al pobre chico? -dice mi madre. Me encojo de hombros mientras le doy un sorbo al café.
Después de desayunar, subo a mi cuarto para cambiarme. Entonces recibo un mensaje de Zayn.
¿Videollamada?
Le respondo que si, enciendo el ordenador y me conecto a skype.
-¡Hola! -prácticamente grita Zayn. Sonrío y niego con la cabeza-. Te tengo novedades. ¡Carlotta ya ha dado a luz!
-Vaya, por fin una buena noticia -respondo.
-¿Por qué? ¿qué ha pasado? -pregunta.
-Unos hombres golpearon a Mario y está en el hospital -respondo apartándome el pelo de la cara.
-Uff, pobre -a Zayn no le cae muy bien Mario, y no sé por qué. Está empeñado en que él no es el indicado para mi y esas cosas.
-¿Y tú? ¿Qué tal con Kathia? Ni siquiera puedo creer que hayáis durado tanto. Cambias de mujer como de calzoncillos.
-Pues estamos muy bien. Y a ella no pienso cambiarla, descuida.
-Eso espero. ¿Y Liam? ¿Cómo está?
-Igual de tonto que siempre. Un poco más empalagoso que de costumbre, pero bueno...
-¿Y Alessandra?
-Aguantando a Liam, como siempre.
Hablamos un par de minutos en los que me pone al día de todo. Y después me voy a la ducha con la idea de llamar más tarde a Carlotta para felicitarla.
Cuando estoy de vuelta en el hospital, me encuentro con la noticia de que le han dado el alta a Mario. Me lo encuentro en la habitación cambiándose con la ayuda de una enfermera.
Lo ayudo a recoger sus cosas, y poco después su padre entra en la habitación.
-¿Listo para volver a casa? -Mario asiente.
-Creo que es un poco pronto para que te hayan dado el alta -digo.
-Mi padre ha hablado con él médico y éste no ha tenido problema en que me vaya a casa siempre y cuando guarde reposo y esté bien cuidado.
-En ese caso... ¿por qué no vienes a mi casa? Yo podría encargarme de cuidarte -digo jugando con el cuello de la camisa. Mario sonríe y me besa.
-Estaría encantado con que tú me cuidases -dice.
Lorezzo está de acuerdo con que Mario pase unos días en mi casa y él mismo se encarga de llevarnos. Bajamos del coche tras despedirnos y caminamos por el patio de piedras que conduce hasta la entrada de la casa de mis padres.
Mi cuerpo se paraliza cuando veo al final del camino, mirándome impasible, al hombre que logró volverme loca en cuestión de unos pocos meses.
-Louis... -susurro. Mario me mira confundido, y después mira a Louis.
-¿Es él? -pregunta, y yo asiento. Aprieta mi mano y me anima a seguir caminando. Louis clava su mirada en Mario, quien, a pesar de todas las magulladuras de su cara, se mantiene firme.
-¿Qué estás haciendo aquí? -pregunto. Louis aprieta los puños mirando a Mario.
-Pues... por lo que veo, lo único que hago aquí es el tonto -responde-. ¿Este es el idiota por el que me llamaste?
Mario me mira sin entender, lo miro dándole a entender que luego se lo explicaría todo y encaro a Louis.
-Para empezar, Mario no es ningún idiota -digo-. Es mil veces más hombre de lo que tú lo has sido. Él ha sabido estar ahí para mi, mientras tú te acostabas con cualquier mujerzuela.
Louis se ríe, y se pasa la lengua por los labios. Y joder, una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo.
-Ya le gustaría a él -responde.
-Cállate y vete -prácticamente gruño.
-Me voy con mucho gusto con tal de perder de vista a este enclenque -dice-. Pero te aseguro que volveré.
Mario da un paso adelante, pero lo detengo agarrándolo por el brazo. Niego con la cabeza, y dejo que Loui se vaya.
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¡Hola! este capítulo no me quedó como quería, pero la verdad es que no quería dejaros más tiempo sin uno, así que ahí va.
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