Capítulo 9. Estás secuestrado

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Tan sólo faltan dos personas delante de mi para que yo pueda exponer. Estuve toda la noche escribiendo desde mi ordenador, posibles ideas que podrían ser útiles. Pensaba. Escribía. Borraba todo. Esas tres acciones tomaron casi 6 horas de mi día.

No estaba conforme con mis ideas, simplemente me exigía más y más. Quería dar lo mejor. No, mejor dicho, quiero dar lo mejor. Esa adrenalina de formular ideas, dominaban mi mente cada instante. Y mas aún porque sabía que si John pudo convencer a la profesora Elisabeth con sus ideas de exponer, eso lo convertiría en un buen rival. Sin mencionar que tiene a favor estar en la clase A.

—Señorita Fernández, es su turno.

Me coloco de pies al oír mi nombre. Mis pasos son firmes. Cualquiera diría que estoy segura de mi misma, pero no. Estoy algo nerviosa. ¿Les gustarán mis ideas? ¿Y si no llego a estar en los dos seleccionados?

Entrego mi escrito al Director y me coloco delante de ellos.

En el aula solo están ellos dos, la profesora Elisabeth y el Director.

—Mis ideas son sólo algunas modificaciones que han hecho en los años anteriores.

Empecé a detallar cada una de mis ideas. E incluso permitía que me hicieran preguntas.  Me tomó casi 20 minutos explicando detalladamente, creo que fui bastante explícita. No quería aburrir a los demás con presentaciones de casi una hora como Carla. Sí, casi sesenta minutos. Un poco mas y cabeceo lo juro.

Al terminar salí del aula, Elisa me estaba esperando desde afuera. Estaba con John, Teresa y dos chicas más.

—¿Qué tal te fue? — se acercó mi amiga tomándome mis brazos. Todos voltearon donde mi, John iba a decir algo, pero al parecer se limitó a no decirlo.

—Creo que me fue bien, pero aún no estoy segura. —sólo me encojo de hombros en señal de duda.

La verdad no estoy tan segura si les gustaron mis propuestas.

—Lo mismo digo de mí.—agregó Teresa Jiménez. Se veía algo tensa a decir verdad.

¿Cómo es que una simple competencia de "propuestas",  pueda tener a alguien tan tenso?

—Tómenlo relajadas, deben confiar en sí mismas. —interrumpió John recostándose en la pared. Su pose era la típica de cuando un chico busca a su próxima presa.

Torno mis ojos de su natural oscuridad a una blanquecina torcida de ojos y solo pienso para mi al decir " R-Í-D-I-C-U-L-O

—Es fácil para ti, tienes a Elisabeth comiendo de tus manos. —Dijo abrumada una de las chicas.

No puede ser eso cierto. Digo, la profesora Elisabeth podría ser su mamá.  No creo que haya preferencia.
Mejor dicho, ¡no puede haberlo!

Él la ignoró por un momento, se acercó más hacia nosotras y agregó.

—Por supuesto que no. Ella no gusta de mí. ¡Además podría ser mi mamá o mi abuela!

—¡Oye! —espeté levantando mi voz a casi octavas, cruzando mis brazos sobre mi pecho. —Nadie a dicho nada de gustar.

Él se alejó de nosotras, dándonos la espalda y entonces desapareció de nuestra vista.

Que bueno. Lo digo enserio.

Aunque era raro que actuara así, irse sin decir nada que lo pudiera defender.

Di mis horas bastante tranquila sólo faltaba la clase de español e inglés y el horario terminaría.

En español, el profesor Esteban nos asignó un trabajo en grupo. Estaba molesta porque él mismo los había eligió, no tuve la suerte de quedar con alguna de mis amigas. Aunque quedé con Teresa Jiménez y Kevin; menos mal que me llevo bien con ellos.

En inglés, el profesor sólo hablaba de la clase A. De alguna manera el profesor Carlos tenías una obsesión completa por la clase A. Pasó sus primeros veinticinco minutos hablando que la clase A es mejor que la B.

¡PFFF! ¡Cómo odio las comparaciones!

Créanme que con personas como él, no dan ganas de dar ni un día de clases.

Esa era otra de las razones que no me gustaba la escuela. Lo sé, soy de la clase B, estoy en la clase en donde somos los segundos mejores de mi grado. Pero que no me guste la escuela, no tiene nada que ver con mi rendimiento académico. 

Me encuentro en la puerta de la salida, me encontraría con Elisa. Ella me va a llevar a casa, pero antes debemos comprar algunas cosas en el centro comercial.

—Esperando alguien especial, Eh..

No tuve la necesidad de voltearme, sabía que era él.

Últimamente aparecía mucho más de lo necesario. Y aunque me irritaba, ya me estaba acostumbrado un poco que invadiera mi espacio.

—Sí vas a tratarme como lo hiciste con Teresa, mejor no me hables. —me voltee a su dirección, levantando ambas cejas.

—Oh sólo fue que me agarró en mal momento. Además dijo algo que si otras personas hubiesen escuchado, de seguro estaría en problemas.

Bueno, en realidad era cierto. Punto a favor.

—¿A quién esperas? —continuó. Acomodó su mochila en su hombro izquierdo, estaba mirando a todas partes. Era como si buscará la persona con que supuestamente me reuniría.

—Nadi...
—¿Nadi?
—Nadie que te importe—Dije sinceramente y muy casual por cierto. Aunque era su prima, pero no le quise decir.

—Okay, punto para ti porque no lo vi venir.

A lo lejos pude ver a Elisa, nos daba seña que fuéramos donde ella se encontraba.

Avancé antes que él. Y tomó mi brazo.

—¿Irás con nosotros? —parecía dudoso.

—Tengo planes. —Dije, y quite su agarre de mi brazo, dejándome libre para seguir mi camino.

Al llegar al auto de Elisa, iba a sentarme adelante como costumbre. Pero el corrió y me adelantó, tomando el puesto.

¡Argh!

Entré al asiento trasero en silencio, no iba a discutir con él.

Elisa aún no había llegado al auto, ella solo nos había dado la llave para entrar.

—La vista está mejor atrás. Lo digo por experiencia. Ahora te toca a ti disfrutar. Enjoy it, Susan—volteó donde mí con una sonrisa de victoria.

Elisa, ven rápido o créeme que después me odiarás por matar a tu primo.

¡Es simplemente insoportable!

—Thanks—Le devolví con una sonrisa de lo más fingida.

¿Por qué le estoy siguiendo el juego de "hablemos en inglés"?

Elisa entró apresurada al auto, tenía sus labios completamente rojos y sus mejillas encendidas.

—Ya se por qué demorarse tanto. Dios mira tus labios— Reí a carcajadas, sin importarme ni un poco la presencia de John. Pero de esas sonoras risas, salió algo que no esperaba.

Ella sólo rió igual y dió marcha al auto.

—Wow, ¿eso fue un puerquito? —ahora era él quién reía.

Sí, sí a veces no rió de la manera más linda o femenina que pueda existir.

Pero me dio algo de vergüenza porque él escuchara ese no tan agradable sonido.

No contesté por vergüenza y el lo notó.

—Tranquila todos tenemos algo raro. —Sonrió más sereno esta vez colocando su mirada al frente. —¿Y a donde vamos? —Cuestionó con curiosidad, buscando emisoras al azar.

Hasta que al fin consiguió una emisora. No era mi estilo de música, pero al menos estaba para escuchar. Después de todo él estaba al frente y tenía total facilidad de controlar el aparato.

—Mi querido primo, estás secuestrado. Vas con nosotras al Centro Comercial, vamos a comprar un par de prendas.

—¿Qué!—volteó donde ella, estaba verdaderamente sorprendido.

Ni En Un Millón de AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora