Capítulo 12

4.6K 624 338
                                    

Mi vida transcurría con normalidad, o al menos toda la posible teniendo en cuenta que había admitido hacía tan solo un par de días que estaba enamorado de mi mejor amigo. En el fondo siempre lo había sabido, era estúpido, pero no tanto. Yo sabía que lo que sentía cada vez que me miraba de aquella forma tan inocente no era normal. Era como si cientos de fuegos artificiales explotaran en mi interior, haciéndome creer que en cualquier momento iba a desfallecer.

Bokuto seguía sin hablarme, aunque recordando las palabras del entrenador, ¿no era esta vez mi turno de disculparme? El problema era que exactamente no sabía por qué debía de pedirle perdón cuando todo lo que podía recordar a partir de aquel beso era desastroso. Llegué a pensar que todo podía solucionarse si le comunicaba lo que había descubierto gracias al indeseable de Kuroo, pero todavía no me veía mentalmente preparado.

Aquel día llovía con fuerza, haciéndome recordar momentáneamente lo que llamaría a partir de ahora como el peor fin de semana de mi vida. El entrenamiento había acabado hacía un buen rato en nuestro gimnasio de siempre, por lo que no quedaba absolutamente nadie merodeando por los alrededores. Mi madre esta mañana me había aconsejado cargar con el paraguas porque habían dicho en el tiempo que llovería, pero claro, el cielo estaba tan despejado que no se me pasó por la mente que tantas nubes se acumularían en un escaso par de horas.

Hacía más de media hora que me había resguardado de mojarme bajo el techo del gimnasio, sentado en el pequeño escalón mientras admiraba la forma en la que las gotas caían sin cesar. Ya había desistido en la idea de que parara de llover, pero al menos tenía la esperanza de que aminorara su intensidad.

El olor a tierra mojada había calado en lo más hondo de mis fosas nasales, llenando por completo mi cuerpo de una extraña sensación satisfactoria. Cerré los ojos, sopesando la idea de caminar bajo la lluvia, pero enseguida la deseché porque no podía enfermar a tan pocas semanas de las vacaciones. Como un único consuelo extendí mi brazo, sintiendo instantáneamente como mi mano se empapaba. Permanecí embobado observando cómo las gotas de lluvia impactaban sobre mi mano, perdiéndose después por el valle de estas hasta llegar al suelo.

De repente recordé que mi padre esta mañana me había enviado otro mensaje preguntándome cuándo tenía pensado responderle para confirmarle si la fecha que me había dicho para ir a Tokio me venía bien o no. Saqué el móvil de mi mochila, admirando el chat en silencio mientras pensaba qué debería decirle. Estaba claro que Bokuto no iba a venir conmigo después de lo que había ocurrido, pero también sabía que sin él no tenía motivos para ir.

Entonces fue cuando sentí su barbilla sobre mi cabeza. Ese repentino contacto provocó que diera un pequeño bote, pero instantáneamente me relajé porque sabía que se trataba de Bokuto. El olor del peliplateado era inconfundible. Ese olor tan masculino que te atrapaba igual que una araña utilizando su tela para conseguir a sus víctimas. Puede que esa no fuera la comparación más acertada, pero indudablemente había sucumbido a sus encantos.

– ¿Qué haces aquí? –preguntó demasiado cerca de mi oído. Hacía tanto tiempo que no oía su voz dirigiéndose a mí que un gran nudo se formó en mi garganta, por no hablar de los brincos incontrolables que daba mi corazón.

–Esperando que pare de llover –contesté con un hilo de voz.

–Pues parece que falta para eso –apreció el chico con parsimonia–. Yo tengo un paraguas dentro de mi mochila, pero está en el vestuario. Si quieres puedo acompañarte hasta la estación.

Aquella ofrenda me pilló completamente por sorpresa. Consideraba bastante inapropiado que me hablara como si nada después de tantos días, pero mi deseo por estar con él era tan grande que no podía pensar con claridad en cualquier otra cosa.

Be who YOU are {Bokuaka}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora