¿Virus?

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Desperté después de mucho. El lugar era realmente horrible, había mucha sangre, no era la primera en estar aquí y seguro que había más personas dentro de las otras habitaciones.

Se escuchaban gritos y quejidos al rededor de mi. Mi piel se erizaba Algo le hacían a las personas, pero
En verdad Lucía y Juan estaban locos.

La puerta se empezó a abrir. Traté de hacerme para atrás tenía mucho miedo.
Entró un hombre con una como bandeja con comida y agua. Él era muy grande, y estaba todo vestido de negro. Su presencia era intimidante, no se si él era el que me había cargado hacia aquí. Todos los demás hombres de aquí eran de la misma complexión parecía que eran iguales.

Tenía la cabeza cubierta con un pañuelo así que no lograba ver su rostro. Dejó la comida frente al colchón en el cual yo me encontraba. Se acercó a mi, y me quitó la venda de la boca. Estaba temblando, sus manos estaban muy frías y manchadas de algo rojo, esperaba que solo fuese quetchup. (Sabía que no era así) Desató mis manos y mis pies con sus asquerosas manos. Lo único que pude ver de su rostro fue su mirada, fría.

—La comida aquí se sirve una vez al día, trágala o no, esa es tu decisión.
Me dijo.
Su voz era grotesca me daba miedo.

Él se alejaba de mí y se dirigía a hacia la puerta dándome la espalda.

—No comeré eso que parece vómito de anciano con sarna ni tomaré esa agua sacada de caño.
Repliqué.

—¡¡YO no estoy aquí para complacerte, ya te he dicho come si quieres, si no muere!!!
Azotó la puerta detrás de sí.
Al menos ya estaba desatada, aunque no se si realmente quisiera caminar en este cuarto lleno de sangre. Me acerqué a la comida se veía asqueroso, tenía todo revuelto y no lograba distinguir que era, olía horrible, y el agua... Parecía café pero no, no era café, olía también muy mal.

La "comida" se servía una vez al día, rayos no me iba a comer eso. Se veía realmente asqueroso.

Necesitaba saber donde estaba Bere y esperaba que estuviera con vida.
Se senté y junté mis rodillas abrazándolas con mis manos. Quería salir de ahí. Quería huir. El orfanato era mejor que esto. Mucho mejor.

Me vale, gritaré hasta que me conteste no me importa morir... no me importa. Pensé

—¡BERE, DONDE ESTAS!
¡BEREEEEE! ¡RESPONDEEEE!

Rayos estoy gritando mucho, alguien vendrá, estoy segura y Bere no me responde. Tengo que hacer algo más, tengo que...

—¿ABRIL, ERES TU?

Esa es Bere, no se escucha lejos. Debe estar en la habitación de alado.

—SI, SOY YO.

—¿ESTAS BIEN?

La puerta de mi cuarto se abrió de golpe. Era Lucía, no la había visto desde que nos metieron aquí.

—Hola Abril, querida quería saber si... Podrías dejar de hacer tanto ruido y cerrar tu mugrienta boca?

No quise decir nada, en realidad no tenía nada que decir.

—¿Te gusta tu nueva habitación?
Supongo que le faltan algunos arreglos y decoraciones pero, es muy cómoda no? Tiene tu propio colchón, lamento que no fuera nuevo, tiene un poquito de... Salsa de tomate, no creas que es sangre... Ja ja ja.

Ella daba vueltas al rededor de mi, sabía que era el lugar donde "reinaba" se sentía dueña de todo y todos. Se sentía dueña de mi.

No te asustes, no creas que te haremos daño, bueno, en realidad sí, pero debes sentirte afortunada, eres como... Nuestra rata de laboratorio! ¡Eso!La nueva rata.

Sentirme afortunada por ser su nueva rata. Claro.

—¿Qué quieres de mi?
Le dije.

—En realidad, nada, sólo... Tu vida.

—¿Cómo?¿Qué quieres? No entiendo.

Me puse de pie, desafiándola.

—¡Vamos! No quieras hacerte la valiente. Aquí no puedes hacerme nada.

—¡DEJA DE JUGAR Y DIME QUÉ QUIERES! Me acerqué a ella confrontándola.

—Ok, te contaré parte de mi mayor experimento y logro de toda mi vida. Estamos haciendo una... Campaña. Bueno, algo así. Hacemos experimentos, estamos ansiosos de probar un nuevo... Virus. Nada grave, no tienes por qué asustarte eso es sólo para que seas más fuerte y no necesites dormir. Ni comer, ya sabes como esos súper héroes chafas de toda la vida.

—¡Estas enferma!

—No lo sé, pero sí sé que mi plan es perfecto.

—¿Para qué haces eso?

—Podríamos ganar mucho dinero. Imagina a soldados que permanezcan de pie por días, sin ningún cansancio alguno. Ganaríamos millones. El gobierno despilfarra dinero por cualquier porquería, imagina ahora si esa porquería significara ser la mayor potencia del mundo. Aparte gracias a el virus podríamos obtener mucho más que eso. Cosas nuevas.
Y pues... Claro, necesitábamos a alguien con quién probarlo. Y ese alguien, son ustedes, personas indeseables, sin ningún valor en el mundo. Personas sacadas de manicomio, personas abandonadas, abuelos que ya no tienen vida por delante aquellos a los que ni a sus hijos les importaron y... Ustedes, los abandonados por sus padres, pobrecitos.



—¿Como nos adoptaste? Le dije.

—Ah, sencillo... Adoptar a alguien es mucho más fácil de lo que te imaginas. Aunque no lo creas es más importante tu actitud que el que tengas los papeles en orden. Ya sabes sólo debes fingir tener una familia estable y feliz. No es por presumir pero soy una excelente actriz así que obvio logré tener todas las características para adoptar. Ahora sólo faltaba alguien a quien adoptar, no adoptaríamos a un niño, necesitábamos a alguien mayor. No soy tan mala ¿Sabes? Si tengo corazón. Al menos por ahora, creo yo.
En el segundo piso sólo había bebés y niños algunas chicas grandes pero no nos llamaban la atención así que subimos a buscar a las habitaciones de arriba. Y ahí estaban ustedes, tan necesitadas de amor, de una familia, si hubieran podido ver sus caras, en verdad reflejaban una gran lastima. Así que fueron la mejor opción. Esa es la historia querida.

—¡DEJANOS SALIR DE AQUI! ¡ERES UNA...

Me acerqué a ella su cara se encontraba frente a la mía, la odiaba mucho, no me importaría golpearla unas cuantas veces.

—¡ES HORA CHICOS!
Gritó.

Entraron unos de sus esclavos musculosos con una jeringa en la mano, el líquido que contenía se veía horrible, era verde, se veía lleno de grumos, dudaba que eso pudiera entrar en mi sangre. Si es que eso era lo que querían hacer. Me pegué hacia la pared aunque sabía que no tenía escapatoria pero quería huir ellos me tomaron por el brazo y me inyectaron enterrándome la jeringa. No puedo describir el dolor inmenso que sentí.

Ellos me tomaron por los hombros y al ponerla me dejaron caer, no podía controlar mi cuerpo, no respondía, veía cada vez más borroso, y mis ojos se cerraban lentamente, sentía un escalofrío recorrer mi cuerpo, la luces se apagaban lentamente. No sentía... No sentía nada...

-¡Bere!
Fue lo último que pude decir.

Adoptada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora