Nuevo.

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Nos pusimos en cunclillas una en cada esquina, sólo nos veíamos sin decir nada. Las posibilidades de salir de aquí eran casi nulas. Y eso lo sabíamos. No queríamos mantener algún tipo de conversación entre nosotras o al menos yo no quería eso.

La puerta se abrió a lado de mí.

—Tomás! Le dije.

—Hola chicas ¿Cómo están? Nos dijo.
Él no venía solo estaba con alguien. Era un tipo, se veía de 45 años y estaba atado de manos y pies como cuando nosotras llegamos a este lugar.

—¿Qué sucede? Le dije.

—No hay espacio suficiente en los demás lugares. Según Juan nadie ha muerto en los últimos días así que no pueden hacer nada con los nuevos.

—¿Pero qué demonios? ¿Hasta cuando se detendrán? ¿No les basta con todas las personas para que busquen más? Le dije, estaba muy preocupada.

—Al parecer no les importa eso. Escuché que están mejorando ese... Virus, lo hacen más fuerte, aún no es nada seguro pero he escuchado rumores por ahí.
Pero... Lo que si creo es que lo hacen por diversión. Les gusta hacer esto.

—¡Rayos! No saldremos jamás. Le dije.

—No lo sé, pero mientras tanto, no me permitieron quitarle las vendas a este tipo.
Me dijeron que el virus se lo pusieron en las celdas que están en el piso de abajo.

—"Experimental"? Le dije.

—Exacto. Ahí, así que si es verdad eso acerca del virus, les pido que se cuiden.

—Está bien Tomás,
Oye ¿sabes por qué la comida de hoy sabía a pastel?

—Ah... Te había dicho que haría lo posible.. Fue el cumpleaños de Juan y como todo buen ególatra, nos presumió su pastel... Así que robe un poco y lo batí un poquito para que no se viera como... pastel.

—Gracias Tomás. Le dije.

—Ya me voy porque ya me tardé un poco y hoy tenemos junta...

—¿Junta? Le dije.

—Sí... Después les contaré... Ya me voy.

Acostó a él tipo enfermo en el colchón, esa noche fue la peor de todas, ese sujeto se la pasaba quejándose y trataba de liberarse, era horrible no podía resistir tanto dolor, pero aún así no debía de liberarlo. Tenía mucho sueño, Bere no había dormido nada desde hace tiempo y yo... Sí tenía sueño pero no podía dormir por el nuevo.

—¿De donde, de, de donde crees que venga? Dijo Bere susurrando.
Traté de ignorar lo que escuché.

—Se ve muy misterioso ¿no? Lo veíamos con la lámpara. Ya habíamos tapado las cámaras.

—Sí, yo digo que deberíamos quitarle la venda de la boca para hablar con él.

—¿Estás loca? ¿Qué tal y nos pasa algo? Le dije.

—Pero... Sólo será la boca y son tres días de incubación, tenemos hoy y mañana para ver si le hizo efecto.

—Todos aquí estamos enfermos Bere.

Adoptada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora