Ofiuco

Fin

Ella estaba histérica, demasiado, despotricaba, pronto me sacó de quicio, estaba a punto de hacerla callar cuando de la nada se puso pálida.

Se calló al instante, la miré extrañado, Virgo me miró a los ojos, con un pequeño tinte de ira aun, que desapareció como por arte de magia.

Sus pupilas se tornaron cristalinas, su semblante se suavizo.

- Escorpio...- Dijo en un tono bajo y dulce - Pase lo que pase, de ahora en adelante, recuerda lo mucho que te quiero, y lo mucho que amo a todos, debes decírselos, lo mucho que los amo.

- ¿De que hablas?...Virgo? ¿Crees que voy a raptarte? - Le pregunté confuso e indignado, aunque técnicamente, la había raptado, ella negó con la cabeza y rio por lo bajo, desencadenando un pequeño ataque de tos.

- Por favor, Escorpio, debes entender que nada de esto es tu culpa, yo lo sabia, pero aun así no hice caso, mordí más de lo que pude masticar - Me dijo recargándose en el viejo roble del jardín en el que estábamos - Quiero que sepas, que fue genial conocerte.

- Se supone que le dejes hablar - Le dije tratando de callarla - Me dejaste hecho mierda, pero te perdono, no me gusta estar lejos de ti, me haces falta - Listo, rápido, claro y consiso.

Pero.

Se puso a llorar.

No sabía que hacer, lloraba a todo pulmón, y...la abracé, entonces fue cuando lo noté, Virgo estaba helada, sudando y respirando con dificultad.

- Virgo, por Dios, ¿que te sucede?- Le dije alarmado y sosteniéndola, pues su equilibrio falló, sus rodillas acabaron el el suelo cubierto de nieve.

- Yo...todo este tiempo... - Dijo dando grandes bocanadas de aire - Todo este tiempo...tenía esperanza...de que me dijeras esas palabras...no podía...- Dijo cada vez con más dificultad, quería vomitar, el pánico me recorría.

- Calla, no te esfuerces - Dije alzándola en brazos, tenía que llevarla a un doctor - Te pondrás bien - Afirmé, ella negó.

- Yo...yo...lo sabía...que...que...mentí...- Luchaba cada vez más fuerte por respirar - Que me iria...que...esto...no era...eterno...que mis pulmones...por eso...yo...no podía...no podía irme...sin que me perdonaras...- Me dijo enganchando su pequeña mano en el cuello de mi gabardina.

Por un instante el mundo se detuvo, el peso de la realidad se vino encima mio, el suelo comenzó a desaparecer, junto con todo a mi alrededor, tomé un largo suspiro y me tragué el pánico creciente de mi interior.

- No digas eso - Dije con lágrimas en los ojos - Veremos a un doctor, y te podrás bien, te casarás...o estarás conmigo, o tu sola, con tu hermana, serás feliz, tendrás hijos, o serás una vieja amargada con 50 gatos si eso quieres - Le dije tratando de tranquilizarla, aunque era más para mi, su respiración era cada vez más forzosa.

- Sa...sabes...? Siempre...siempre...a...amé...la for...fo...forma...en que..me mientes...- Me dijo con una sonrisa, aunque se estaba ahogando - Amé siempre...la forma...en la que...me...ha...hacías creer...en...en...cu...cuentos de ha...hadas.... - Dijo, su cara, que se había tornado roja, se tornó tan serena, tomó mi mejilla mientras yo caminaba entre la nieve, me detuve en seco, con mucho esfuerzo me dio un beso de media luna, pegó su frente a la mia, me miró con sus ojos de invierno, más cálidos que nunca, y luego los cerró - Adiós...misterio mio...- Susurró, y al cabo de unos segundos su respiración cesó por completo.

No quiero describir, como la luz salió de sus ojos, ni como hasta el ultimo momento trató de sonreír para mi, aun cuando su agonía era enorme, tampoco hablaré de como grité una y mil veces su nombre, ni de como abracé su cuerpecito una vez que sus ojos se cerraron y todo su cuerpo quedó inerte entre la nieve y en completa serenidad, solo diré, que cuando llegó la ambulancia, fue demasiado tarde, mi virgo, siempre pareció no pertenecer a esta tierra, no encajaba, tal vez por eso, fue que se marchó...

Virgo, mi único pecado, mi único fruto prohibido, te has marchado de mi lado.