Ofiuco

Capítulo 13

Ofiuco.

Sus manos temblaban, mientras observaba, a lo lejos en un gran ventanal, como una mujer de cabello oscuro, sentada en una banca lloraba un poco.

- ¿Tenías que decirle todo eso? - Le pregunté - Tan bruscamente...

- ¿De que otra manera se le dice a otro lo estúpido que es? - Respondió con voz gélida Virgo.

- Pero...¿tenías que gritarle, levantarte la blusa y mostrarle tus cicatrices, mientras le decías que nunca sería como tú? - Le pregunté de nuevo, ella no se inmutó.

- Ambas somos parecidas, pero nunca seremos iguales...estamos unidas, fuertemente a todo lo que amamos, como un roble lo está a la tierra - Su mano tocó el vidrio con delicadeza - Ella nunca va a ser yo, y yo jamás seré ella, somos distintas...ella es perfecta tal cual es.

- ¿Ella? Y...¿Qué hay de ti? - Le pregunté parándome justo detrás de ella.

- Yo... - Susurró a la par que un hombre de alto y de cabello negro entraba al gran jardín botánico.

- Azul...que de verde nace, verde que en azul se pierde, pero no es azul...es verde... - Recité la adivinanza que una hora atrás Virgo le había dicho a ese hombre, mientras le daba una pequeña caja aterciopelada - Es la montaña ¿Cierto llorona? La respuesta.

Ella cerró los ojos y asintió lentamente, el hombre abrazó a la mujer fuertemente, la mujer se deshizo en llanto, podía escucharla incluso a esa distancia.

- Es la montaña...si, pero...también, si cierras los ojos, y te lo imaginas, somos Capricornio y yo...

- Yo creo que simplemente, la montaña eres tú, terca, inamovible.

- Somos ambas, somos montañas, pero, no la misma - Su mano aumentó un poco la fuerza sobre el cristal, posé mi mano sobre la de ella, el hombre se arrodilló, la mujer no cabía en asombro y lágrimas.

- Si! ¡Oh te amo tanto! ¡He sido una tonta! ¡Perdóname amor mio! - Gritó Capricornio y se lanzó a brazos del hombre.

- Eso...cariño, deja de temer, se feliz por fin, borra el pecado de mi existencia de tu vida - Susurró Virgo.

- ¿No crees que estás siendo muy dramática, llorona? - Le dije al oído - Si eres una pecadora, entonces todos lo somos, nadie es perfecto.

- Yo...- Lanzó la cabeza hacía atrás para poder mirarme a los ojos - Yo debí morir hace mucho.

- Sin embargo estás aquí ahora - Acaricié su cabello.

- Ese es mi pecado - Me dijo sin expresión alguna.

- Querer vivir, no es un pecado - Le dije, enrollé uno de sus rizos en mis dedos - Pero, si quieres verlo asi, no me pondré a pelear contigo, asi que, ya que ha resuelto todos los líos amorosos de su prole, señorita pecadora ¿Cumplirá su promesa?

- Sabes que nunca las rompo - Me dijo.

- Eso es un alivio - Le sonreí y besé el mechón de cabello que tenía entre los dedos, el ascensor se abrió justo a tiempo para que entráramos ahí, me separé de ella - Solo tengo una duda...¿Que haremos con el señor marciano que acaba de llegar? - Pregunté mirando como Aries entraba frenético al jardín, sus ojos se posaron inmediatamente en la ventana, y con ello en Virgo y en mi, la cólera se disparó en su rostro.

- Vámonos - Dijo con tono frío y entró en el ascensor.

- ¿Segura? - Cuestioné con voz incrédula y también entré en el ascensor, los pasos y gritos de Aries se escuchaban cada vez más cerca - Creí que no rompías tus promesas - Dije haciendo alusión a los votos de matrimonio.

- Y no lo hago - Respondió.

- ¡Virgo! - Gritó Aries en la puerta, ella, con toda calma oprimió el botón - ¡Detente! - Ordenó Aries corriendo hacía el ascensor, Virgo no hizo nada más que mirar al vacío, Aries corrió hacía nosotros, y la puerta se cerró.

Subimos en silencio hasta el helipuerto.

- ¿Segura? - Volví a preguntarle cuando se abrochaba el cinturón en el helicóptero.

- Estoy cansada de esa pregunta...¿Crees de verdad que tengo idea de lo que hago...? Lo único que sé...es que debo estar lejos, debo obtener tiempo - Me dijo con lágrimas en los ojos.

- ¿Y me utilizas para ello? - Le pregunté, no había indignación, solo duda.

- Tú eres él que me ha hecho prometerlo - Se limitó a responder.

- ¡Virgo! - La voz de Aries se escuchó entre el sonido de las aspas - ¡No te vayas! - Gritó, pero ya era demasiado tarde, el helicóptero ya se encontraba en el aire.

Entonces, Virgo rompió a llorar, y por primera vez en años, en vez de molestarla, y llamarla llorona, la abracé y consolé.

- No tengo idea de lo que estoy haciendo... - Susurró en mi pecho, oírla llorar me partía el alma ¿Cuando había empezado a quererle tanto? Creía haberla superado, obviamente no era así.

- Está bien...todo estará bien, solo necesitas tiempo, tú lo dijiste, tiempo para decidir, para entender lo que sientes, ibas a morir, ahora tienes todo esto, es normal estar asustada... - Su llanto pareció amainar, nos quedamos unos minutos más en silencio, yo abrazándola - Oye...llorona... - Le llamé mientras sobre volábamos la oscura ciudad.

- ¿Si? - Me preguntó sin despegar la vista del cielo ni su frente de ni pecho.

- Sé que tienes mucho en la cabeza, muchas cosas por considerar, pero, es por eso que hablo, no quiero perderme la oportunidad... - Virgo se tensó en mis brazos - Tranquila...- Le dije en voz baja - No voy a obligarte a nada esta vez...ni le diré a tu padre, solo quiero, que pienses en mi como un prospecto a marido...

- Pero...- Trató de decir, no la dejé.

- No me importa nada, que ya estés casada, existe el divorcio, si estás confundida te daré todo el tiempo que necesites, incluso, si las cosas salen bien y tu embarazo progresa, seré el padre más orgulloso del mundo, nada me importa, no quiero dejarte sin luchar, no de nuevo - Le dije acunando su rostro.

- Ofiuco...yo...- Me dijo, sus ojos mostraban tal tristeza y confusión.

- Shh...no digas nada, no tienes que decir nada, solo, por favor, piensalo, ¿si? Hazme ese favor - Le pedí, ella asintió lentamente unos segundos más tarde, yo sonreí y besé su frente, la abracé fuertemente, ella no se movió ni dijo nada, hasta que se quedó dormida.