Capítulo 5.

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No puedo creer lo que está pasando...

Bueno literalmente ésto ya pasó hace mucho tiempo; voy al punto, de que no puedo creer que Christian me queria como yo a el. A pesar de todas las señales, yo jamás me dí cuenta y... bueno el tampoco.

Suspiro.

Cierro la llave de la ducha y estrujo mi cabello húmedo. Abro la puerta y dispongo a secar mi cuerpo con la toalla.

Paso la mano por el espejo empañado y me miro... aún tengo los ojos rojos.

Salgo de el cuarto de baño a mi cuarto.

La verdad es que he estado con Daniel todo el día, almorzó conmigo y todo.

Lo que más me molestó; fué que María no salía de en sima de nosotros. Es sofocante.

Una vez vestida, solo algo casual... digamos una camisa grande roja escocésa... y unas calsas negras. Mis pantuflas de pata de oso.

¿Qué?, no pierdo mi estilo.

En eso tocan la puerta.

— ¿Se puede? —es Daniel.

— Claro, pasa —digo mientras seco a toques mi largo cabello.

Me doy medía vuelta y Daniel me mira de píes a cabeza. Está aguantando una carcajada.

Pongo los ojos en blanco y suspiro.

— Adelante, riete —digo mientras me doy medía vuelta y cojo mi peine.

Comienzo a cepillar mi cabello.

— Es que insisto, no cambias; Jehn —dice.

Yo le sonrío amablemente.

— ¿Qué queréis para cenar? —digo una vez ya con el cabello sin nudos.

— No sé... tú verás...

— ¿Comída China?...

Sacudo la toalla en mi cabello para sacar el exceso de agua.

Daniel me mira rápidamente con una sonrisa y ojos brillantes.

— Eso es un sí. —Daniel ama, pero digo, AMA la comída china.

— Pues baja y pídele a María que llame al restaurante, por favor...  ella sabe cuál. —digo y Daniel corre a la puerta como un niño pequeño. Se detiene en el marco y se asoma.

— ¿Estás mejor? —dice mirando con rostro angustiado. No puedo evitar no colocar expreción de "ow que tierno eres".

— Sí —digo con una tierna sonrisa. ¿Estoy bien?.

Mi mejor amigo desaparece de mi vista.

Me tiro de espaldas sobre mi cama.

Si no fuera por sus ojos, sería idéntico a su hermano...

Suspiro.

Cierro fuertemente los ojos.

Mierda Jennifer, siete años estuviste sin saber ni puta madre de el... sin escuchar su voz, nada... ¿creés que se a acordado de tí?... —dice mi subconsciente.

— Pues claro que no... —me respondo en voz alta.

Sin embargo, siete putos años... y aún no lo olvidas... —dice.

— ¡Cállate! —grito.

— ¿Con quién hablas?, ¿tienes un amigo imaginario o algo? —dice Daniel parado en el marco de la puerta — ¿¡Tienes un mejor amigo imaginario!? —dice haciendo un puchero y con el ceño fruncido. Se ve adorable.

Cuando Nos Volvamos A Encontrar... (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora