Localizados (Ginebra)

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El rey le había ordenado encontrarlos , a toda costa. Y ella sabía dónde se encontraban, Ginebra tenía un presentimiento peculiar, siempre lo tuvo.

Cuando hace dos años investigó aquel fortín de piedra que era la cantera de los metalúrgicos, se quedó francamente impresionada. Le había informado a Fowest de que muy posiblemente, Blazh tuviera retenido en las canteras fortaleza a Golus Kan, y se estuviera escondiendo allí hasta que todo se calmase. Pero esa no era la intención de Thadore, y por consiguiente, tampoco podía serlo de Ginebra, que era una extensión del rey en sí mismo.

Mientras afilaba su cuchillo con el sonido metálico de la piedra contra la hoja, pensaba de que manera podría conseguir acceder a ese lugar y matar a Blazh. No era algo personal , desde luego, solo las ordenes que debía cumplir como mano ejecutora , pero debía reconocer que salir derrotada de aquel combate y que consiguiera escapar con Golus , la había humillado profundamente. Se lo haría pagar muy caro. Ese hombre de ojos negros le acababa de clavar un puñal en el orgullo. Quizá si empezase a ser algo personal.

Continuaba pasando el cuchillo por la piedra, con un ritmo metódico e implacable , como el arte de asesinar. Lo de ir con un sequito de soldados regulares había fallado, no volvería a funcionar aquella manera de hacer las cosas. Si quería entrar en su fortaleza tendría que jugar a las malas, muy a las malas. Exactamente a su manera, como a Ginebra le gustaba.

Su forma de hacer las cosas requería contratar a una serie de personas a las que se le daba muy bien matar. Teniendo en cuenta que, lo que necesitaba, era un modo rápido y fácil de entrar en un lugar inexpugnable , no le quedaba otra opción que hablar con Darso tres dedos. Darso tres dedos tenía tan solo tres dedos en su mano derecha, pero eso no dificultaba el planear estrategias de infiltración . Había sido espía de la corona, ya no.

Cuando Ginebra se sentó en las gradas para ver el espectáculo, pensó que no había nada más ridículo que una multitud de hombres acuchillándose por la posesión de una pelota. El cubil de juego le parecía absurdo, pero por alguna razón a ese renegado de Darso le encantaba. Los asientos de madera quebrada le estaban dejando el culo dolorido. A su alrededor, cientos de personas animaban a los jugadores desde las improvisadas gradas con gritos eufóricos y ansias de ver sangre. Allí abajo, en la arena , un hombre ágil asestó una puñalada mortal en el cuello a otro que era muy bajo, cayó desplomado como una rama partida, y le robó la pelota de cuero negro. Corrió hacia el lado contrario como un loco. Pero su carrera duró poco, un bigotudo vestido de cuero le arreó en las piernas con una maza y le dejo morder el polvo. La rodilla se le había quedado en un ángulo extraño , y gimoteaba como un cordero a punto de ser degollado. El hombre de bigote entrecano alzó la pelota en alto, y un griterío infernal se levantó al unísono con el gesto. Ginebra tenía la sospecha de que Darso Tres Dedos podría haber dejado el juego hace ya buena parte de la mitad de sus años , pero no había sido ese el caso. Ahí estaba él , levantando a las gradas como solo un jugador experimentado sabía hacer, con una sonrisa lobuna en el rostro y su maza ensangrentada colgando de su mano. Y corrió con desesperación de nuevo hacía el otro lado.

-¿Aun sigues vivo después de toda esta basura de años jugándote la vida? -preguntó Ginebra un buen rato más tarde , cuando la partida ya se había resuelto a favor del equipo del antiguo espía.

Darso se había sentado junto a ella en las gradas para ver el siguiente partido, y algunos rostros locos le miraban de vez en cuando con admiración. Darso se secó el sudor perlado de su oscura frente con la manga, y se colocó la capucha por encima de la cabeza , para evitar molestias innecesarias.

-Siempre apareces cuando menos te espero- comentó acto seguido - Ginebra , mi queridísima amiga. Nunca antes te había gustado disfrutar de una de mis victorias heroicas en el Cubil, no puedo sino sentirme más que frustrado ante este cambio tuyo tan repentino.

Los Guerreros de la JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora