Duelo de apariencias (Fowest)

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Cinco soldados encapuchados. Oscuros. Miradas frias y astutas. Cuchillos largos desenvainados pidiendo matar, ensartar , sentir sangre fresca en sus hojas. No había brillo en ellas. No ahí abajo, en aquel tunel de repungante olor.

No podían rodear al monstruo, como así le llamaron. El espacio era reducido. Una mínima ventaja para el ingenuo y valiente individuo que los habia detenido. No sabía nada de la superficie. Que aquellos hombres de mirada muerta habían acabado con cientos de hombres. Que luchaban sin descanso. No sabía lo rápidos que eran, sus artes para clavar los cuchillos hasta el hueso.

Tampoco le importaba.

Se colocó en la parte inferior. Donde el agua turbia mojaba la piel hasta los tobillos. Le encantaba aquella sensación húmeda. Ese era su sitio. Su hogar. Los intrusos tenían que irse o morir. No había otras alternativas en la ciudad subterranea. Nunca le dieron más alternativas a él en ningun otro lugar. La compasión se había convertido en un bien escaso.

Los cinco encapuchados saltaron a por él. Abandonando sus posturas sigilosas y convirtiendose en furia ciega. El monstruo pasó entre ellos con agilidad. Esquivando las acometidas. Invocó a sus animales: las gordas ratas del tunel aparecieron por entre los huecos negros de las paredes. Sus dientes haciendo un ruido estridente. Los encapuchados no se amilanaron al verlas.

-A por el bicho -gritó el más valiente de los miembros de Athanasi.

Antes de poder acercarse al monstruo del tunel, cientos de ratas gordas treparon por sus pliegues de ropa. Mordieron la densa tela como maquinas trituradoras. Atravesaron las capas interiores hasta que sus fuertes dientes tocaron su carne. El miembro de Athanasí gritó, mientras intentaba zafarse como podía. Se quitaba algunas de encima , pero cada una que quitaba , eran tres que ascendian y roian. Por las piernas ya masticaban blanca carne, tiernos músculos de joven. Los animales disfrutaban mordiendo cuanto podían.

Los otros cuatro se olvidaron del monstruo, centrandose en quitarle las ratas a su compañero. Resultaba inutil. Una le mordió la oreja con tanta fuerza y rapidez que acabó destrozandosela en cuestión de segundos. El joven se lamentaba entre sollozos. Los cuchillos mata hombres no servían ante aquello.

Sus cuatro compañeros se alejaron cuando vieron que las cuencas de sus ojos habían desaparecido. Cuando vieron como una de ellas se metía dentro de su pecho escarbando y empezaba a engullir sus órganos internos. Las miradas frias de los cuatro se trasformaron en temor helado.

Allí seguía el monstruo, el dueño de esa zona del tunel, el invocador; contemplando la escena sin inmutar el rostro. Ni una muesca de compasión.

Fowest se removía intentando no interceder. Lo escuchaba todo intentando pasar desapercibido. Pegado a la fria pared. Atado y con una capucha en la cabeza no sería de ayuda.

-El monstruo las controla. Matadle - ordenó el cabecilla, rabioso pero temblando.

Los guerreros se lanzaron de nuevo al ataque. Esta vez dubitativos. El montruo paró el puñal de uno de ellos con su mano desnuda y le propinó un cabezazo. Estrelló su frente contra los dientes del guerrero, partiendoselos. Llovió sangre por un momento. La fuerza de su puño impactó en el esternon de otro de ellos , el de su derecha. Sonó como el partir una tabla de madera. El hombre de Athanasi retrocedió llevandose la mano al pecho , escupiendo sangre oscura por la boca y madiciendo. El tercero le queria cortar las tripas. El monstruo no le dejó. Sujetó su brazo y continuó el movimiento del corte. Se desplazó hasta su espalda con destreza mientras mantenía aferrado el brazo del guerrero con teneza de hierro, y le clavó su propio cuchillo en el cuello. Los ojos se le quedaron en blanco. Una lengua languida se descolgó de su boca antes de desplomarse al suelo. El resto, heridos , volvieron a la carga. Duros e implacables. Poco atentos. Las ratas, rodeandoles por cada angulo, se relamían con entusiamo. Cuando avanzaron para atacar al monstruo, ellas tambien lo hicieron, protegiendo a su amo.

Los Guerreros de la JusticiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora