ii. el proyecto vengadores

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Al día siguiente, luego de una larga y agotadora jornada de exámenes y trabajos finales, tan ansiosa por saber lo que me espera, obedezco la petición de la abuela y al terminar la escuela me voy prácticamente corriendo hacia casa. Mi última clase había durado más que de costumbre, ya que el profesor de literatura nos retuvo a los alumnos para hablarnos sobre los temas que trataría el último examen del año. Aún así, logro llegar a tiempo.

Mentiría si dijera que camino por las calles sin mirar nerviosa a mi alrededor una y otra vez, pues los hechos del día anterior me dejaron un poco despavorida. Sigo pensado en como aquellos tipos habían salido de la nada sin que siquiera pudiera darme cuenta, y agradezco a Dios haber asistido a todas esas clases de artes marciales a las que me obligaban los abuelos a ir. Pero, ¿Qué habría pasado si no hubiera sabido como defenderme? Afortunadamente, el crimen en Italia no es algo que uno puede ver todos los días, sin embargo aún existen esos delincuentes que rondan por los callejones y sorprenden a quienes ven pasar. Y aunque mis abuelos me han insistido que vaya a la comisaría a alertar del intento de robo, decidí dejarlo pasar. Sólo por esta vez.

Al llegar por fin a casa, la abuela sale al escuchar el ruido de la puerta, como de costumbre, y me recibe con un cálido y cariñoso abrazo.

—¿Ya está aquí? —preguntó, sin molestarme en ocultar la agitación en mi voz. Desde el primer instante en que ella me dijo que tendría una visita importante mi cabeza estuvo dando vueltas y vueltas, sin poder deducir de quien se podría tratar.

—En el living —afirma ella, mirándome de una manera en que enseguida puedo darme cuenta de lo nerviosa que se encuentra—. Ve.

No tardo más de dos segundos en dirigirme hacia allí. Al llegar, no puedo ocultar el asombro cuando sus mis ojos se posan de pronto sobre el tipo más extraño que he visto alguna vez: increíblemente grande, moreno y con un parche de cuero negro sobre su ojo izquierdo. Él me devuelve la mirada, y de pronto puedo ver la sombra de lo que al parecer es una sonrisa, no obstante, su semblante se contrae con rapidez y sus labios forman una fina línea recta.

—¿Hola? —definitivamente no fue mi intención que aquel saludo sonara como una pregunta, pero sucede de manera inconsciente.

El abuelo, que se halla detrás del extraño hombre emparchado, voltea y me dedica una de sus típicas sonrisas apacibles. Sin embargo, no soy capaz de devolvérsela, no es mi intención sonar o verme como una maleducada, pero esa no es la visita que esperaba. Puedo deducir que el moreno me conoce, pues de no ser así no estaría en mi presencia en este momento, pero no tengo ni una mínima idea de quién es. Y a juzgar por su aspecto tan... enigmático, no estoy segura de querer hacerlo. Todo esto comienza a darme mala espina.

—Charlie, cariño —me llama el abuelo, incorporándose para acercarse y tomar mi mano con cuidado—. Ven aquí.

Me conduce hacia aquel hombre extraño, y éste inmediatamente se pone de pie, listo para la presentación.

—Hola, Charlotte —habla, con un acento tan marcado que de inmediato reconozco como americano. Su voz es la más grave que he escuchado alguna vez y me causa un pequeño escalofrío—. Mi nombre es Nick Fury, es un gusto conocerte.

—El gusto es mío —trato de elevar las comisuras de mis labios, pero soy consciente de que aquello no tiene ninguna similitud con una sonrisa.

Todos vuelven a tomar asiento y una vez más siento la intensa mirada de Nick Fury sobre mi, y no tardo en sentirse increíblemente incómoda. Hay algo en el único ojo del tipo... me mira con curiosidad, como si intentara descifrar o descubrir algo en mi.

—Entonces... —me aclaro la garganta, trayéndolo a la realidad— ¿Me van a decir el motivo de su visita?

Nick Fury voltea hacia los abuelos y cuando éstos asienten, dejándome algo anonada en el acto y dándole ánimos para continuar, comienza a hablar.

OUTSIDE THE DARK ― steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora