xxvi. casa

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Algún tiempo indeterminado después...

Narrador omnisciente.

El relajante ruido de las aguas chocando entre ellas es el único sonido que los oídos de la pelirroja captan. Sus párpados yacen cerrados en un laborioso intento de mantener la concentración mientras sus cejas fruncidas dejan aquello en evidencia. Su pecho se infla cuando decide dar una muy profunda respiración antes de abrir los ojos.

Lo primero que sus pupilas logran capturar es la descomunal y abundante cascada de agua cristalina que cae desde un punto tan alto en el cielo que la muchacha ni siquiera es capaz de localizar. Un inmenso lago rodeado de vegetación y rocas de diversos tamaños ocupan tan sólo un cuarto del paisaje, mientras que el césped verde, las plantas, flores y árboles de incontables tipos lo completan. Tan poco hay que olvidarse de los amigables seres que siempre se encargan de hacerle compañía a la ojimiel: Geri y Freki, las mascotas del dios de todo que, desde que había llegado a Asgard, casi no se habían despegado de ella.

Ciertamente, Charlotte jamás se habría imaginado que una especie tan imponente como lo es el lobo podría ser tan cariñoso. Pero así es. Ella los había visto incontables veces volver de las batallas junto a los guerreros de Asgard repletos de heridas y gruñendo con sus filosos dientes a la vista, pero una vez que Charlie se les acercaba, las dos criaturas se tranformaban en las mascotas más dulces y juguetonas de toda la galaxia. Todos se habían mostrado sorprendidos ante aquello, pues era realmente extraño que ambos lobos dejaran que alguien que no fuera Odin se acercara a ellos. Pero Charlotte lo había logrado, y en cierto punto se siente orgullosa de eso.

Sonríe cuando Freki se acerca a ella y con ayuda de su hocico acerca un pedazo de rama seguramente arrancada de alguno de los árboles. Rasca con delicadeza la parte superior de la cabeza del animal y toma la rama para lanzarla lo más lejos que su brazo le posibilita, riéndose con fuerza cuando Geri se adelanta a su hermano y sale en dirección del objeto. Charlie observa como ellos se revuelcan en el suelo en una disputa por quedarse con la rama, hasta que entonces decide que es hora de continuar su entrenamiento. Así que, sin perder un minuto más, se pone de pie y camina hasta quedar delante del lago. Está tan cerca del orificio que hasta se permite ver las exóticas especies de peces que se mueven de un lado a otro dentro de la longitud.

OUTSIDE THE DARK ― steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora