xxix. juntos

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Mi pies parecen estar pegados al suelo, pues aunque intento hacer algún movimiento que indique mi estado de consciencia no soy siquiera capaz de parpadear. Para fortuna de ambos, el rubio muestra ser el único con uso de razón, por lo que en medio de los vergonzosos balbuceos que emiten mis labios, Steve ya se encuentra saliendo de la habitación y cerrando la puerta con una rapidez que jamás creí posible.

—Charlie —oigo su voz apenada desde el otro lado—. Perdón, debí avisar que era yo antes de entrar.

—Está bien —me sorprendo a mi misma al escucharme decir. Claro que no estaba bien, nunca había estado tan apenada en mi vida—. Solo... aguarda ahí, ¿sí? Enseguida salgo.

—Juro que no vi nada —su voz suena algo amortiguada, como si estuviera tapándose el rostro con las manos, y mi me es inevitable no sonrojarme instantáneamente.

Mi corazón late muy rápido mientras comienzo a vestirme. En definitiva ese no fue el tipo de reencuentro que esperaba tener con Steve, no tengo idea como haré para mirarle a la cara cuando salga. Además, ¿cómo se me ocurrió pensar que sería Sheila? Si hubiese sido ella, habría entrado sin molestarse en tocar o pedir permiso. Con eso en mente corro descalza hasta el baño y uso mis dedos para desenredar un poco mi cabello ya casi seco de una manera apresurada. Me echo algo de perfume y vuelvo hasta la puerta. Doy una profunda respiración y la abro intentando dejar de pensar demasiado. Tranquila Charlotte, actúa con normalidad.

Si antes estaba sonrojada, cuando nuestros rostros vuelven a estar frente a frente, prácticamente me convierto en un pimiento con piernas y brazos.

—Hola —mi voz suena baja mientras clavo la mirada en mis pies. ¡Te dije que actuarás normal!

—Hola —se rasca la barbilla libre de cualquier rastro de vello—. Perdón Charlie, yo...

—No pasa nada —lo interrumpo intentando con todas mis fuerzas verme como si no me importara—. Hagamos que como si lo de recién no hubiera pasado.

Steve asiente completamente de acuerdo y por un pequeño lapso de tiempo ninguno de los dos dice nada. Quisiera decir que nuestro silencio no es incómodo pero si lo es. Al menos si para mí, pues cuando me fui creí que el tiempo que pasaría lejos de él me ayudaría a darme cuenta que aquel sentimiento que creía tener por él no era más que un pequeño e inocente flechazo de adolescente hormonal. Pero ahora que lo tengo delante de mi, y mi corazón late de una manera inhumana y mis brazos se mueren por rodearlo y expresarle cuanto lo extrañé... simplemente ya no estoy segura de poder seguir negándome que ese sentimiento es más que un enamoramiento fugaz.

—Así que... volviste —me sonríe—, bueno, volvieron.

—Si, llegamos hace un par de horas.

OUTSIDE THE DARK ― steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora