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Un mes ha sido suficiente para que comience a sentirme, de a poco, cada vez menos incómoda al rededor de los Vengadores. Si bien ha habido momentos en el almuerzo o cena en que parecía estar fuera de lugar –especialmente cuando ellos se ponían a recordar viejas batallas o momentos vividos juntos–, en general ya puedo andar por la torre sin sentirme cohibida. Al menos no tanto como cuando recién había llegado.
Mi relación con los demás está bien, aunque puedo decir que con algunos tengo mejor afinidad que con otros.
Sheila, por ejemplo, es con la que paso la mayor parte de mi tiempo ya que, además de ser mi compañera en los entrenamientos, tiene casi la misma edad que yo, lo que hace que nos llevemos muy bien. Con Natasha también tengo una muy buena relación, gracias a ella ahora conozco decenas de movimientos nuevos a la hora de luchar y mi rendimiento cuerpo a cuerpo ha mejorado de manera importante. Sam siempre está presente a la hora de integrarme al grupo y hacerme reír, además de que es el único que me llama "Lottie" y eso me agrada. Bruce que, buen... no es ninguna noticia que siento una enorme admiración por el doctor, por lo que me encanta simplemente pasar el rato con él en su laboratorio cada vez que tengo un momento libre. También está Clint, que siempre me roba alguna que otra carcajada con sus ocurrencias. Luego queda Steve Rogers que, a pesar de que se comporta de manera amable conmigo -como con absolutamente todos-, aún no hemos compartido el tiempo suficiente como tener una idea definida sobre él.
Según lo que Sheila me ha comentado, aún me queda por conocer a dos Vengadores. Uno de ellos es Tony Stark, el genio multimillonario que muchas veces había visto en la TV. Y Thor, un dios asgardiano.
Hasta el momento, todo marcha bien en mi nueva vida y espero que siga así.
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En este instante me encuentro en la sala de la torre junto a Sheila, quien se encarga de buscar con el control remoto de la TV entre sus manos, alguna película para que ambas podamos mirar. Es sábado, lo que quiere decir que tendremos todo el día libre para hacer lo que queramos.
—El día está hermoso —comento, asomándome por el balcón que da una vista espectacular hacia la brillante ciudad—. Casi no he recorrido nada de New York, ¿no quieres salir?
