vii. en boca de todos

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Me pasé el resto del día junto a Banner en su laboratorio. Ambos nos entendimos muy bien entre nosotros, lo que causó que nos lleváramos de maravilla. Aunque a decir verdad, se me hacía un tanto irreal. Si alguien me hubiera dicho hace un año atrás que conocería a Bruce Banner y que nos complementaríamos tan bien, probablemente lo habría tratado de demente. Pero ahora es real y no sólo lo conozco, sino que conviviré con él por quién sabe cuanto tiempo.

Bruce me hizo algún que otro estudio más y platicamos mucho sobre las habilidades que ambos poseíamos. Me fascinada el hecho de que el doctor pudiera pasar de ser un tímido cuarentón aficionado en la física a una bestia verde y gigante que podía despedazar todo a su paso. No obstante, traté de no sacar tanto ese tema a la luz ya que, por lo que había notado, Bruce no se siente demasiado orgulloso respecto a eso.

Muy pronto, cuando llegó la noche, la agente Hill viene a buscarme para llevarme a la que, de aquí en más, será mi nueva habitación. Así que me despido de Banner quien, sorpresivamente para mi, me dice que se quedará trabajando por otro rato más, y vuelvo a subirme al ascensor junto a la castaña por décima vez en el día. Éste se eleva algunos cuantos pisos hacia arriba.

—En este piso viven casi todos los Vengadores —me comenta Maria una vez que la caja de metal se detiene y las puertas se abren—. Te encantará.

Tengo que apretar mi mandíbula para que ésta no se caiga a causa del asombro. El lugar parece la suite de un lujoso hotel cinco estrellas digno de un famoso actor de cine, lo que podía traducir como demasiado extravagante ante mis ojos. El piso es brilloso y elegante, los enormes sofás color crema que yacen en el centro de la sala parecen diseñados especialmente para el lugar y el plasma que se halla frente a ellos es el televisor más grande que he visto alguna vez. Y eso es sólo una parte del lugar; estatuas de piedra, cuadros de famosos pintores, reliquias por donde mirases. Todo parece valer el triple de algo que yo podría pagar.

—Wow —suelto el aire retenido, enviándole una mirada a Maria— ¿Aquí viviré?

—Por supuesto —asiente ella—. Ven, sígueme.

Sin perder el tiempo, sigo los pasos de la agente Hill hacia uno de los tantos pasillos que hay en el lugar. Pasamos algunas puertas hasta que la castaña se detiene en una, toca algo en la pared y un teclado holográmico aparece de repente, ella presiona algunos números haciendo que la puerta se corra por si sola hacia un costado. Ok, eso será útil.

—Puedes ponerle una contraseña a tu puerta para que nadie más que no seas tú entre a tu habitación sin tu consentimiento —dice Hill, adentrándose al cuarto.

—Genial —susurro casi para mi misma, mientras imito sus movimientos.

Como era de esperarse, mi habitación me deja igual de impresionada. Es, probablemente, del mismo tamaño que el departamento que me habían dado al principio. Y no estoy exagerando en absoluto.

—Allí están tus cosas —informa la agente Hill señalando mis maletas, las cuales se encuentran sobre una cama de dos plazas y media que hay en el centro del cuarto.

Camino hacia allí con los brazos cruzados sobre mi pecho y doy una vuelta entera observando cada detalle del cuarto. Las paredes son blancas y algunos cuadros con paisajes random las cubren, una linda alfombra negra yace sobre el suelo de madera y hay un enorme armario que, por lo que pienso, quedará bastante vacío. Diviso también una gran tele de la mitad del tamaño de la que se encontraba en la sala, una laptop sobre una cómoda con espejo y muchos cajones. El lugar es grande, pero no está demasiado cargado con cosas que no usaré, por lo que me gusta. Sé que con el tiempo haré de este lugar mío.

OUTSIDE THE DARK ― steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora