xxii. ¿niña?

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Mi cuerpo impacta por centésima vez contra el material del ring de boxeo y lo siguiente que oigo es una exclamación jocosa por parte de mi entrenadora, la cual se ha pasado toda la sesión de entrenamiento divirtiéndose y haciéndome caer como si yo...

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Mi cuerpo impacta por centésima vez contra el material del ring de boxeo y lo siguiente que oigo es una exclamación jocosa por parte de mi entrenadora, la cual se ha pasado toda la sesión de entrenamiento divirtiéndose y haciéndome caer como si yo fuese una pluma de la ave más pequeña del universo. Obviamente a ella no le causa nada más que diversión la situación, pero, en mi caso, preferiría ahorrarme la tortura. Me pongo de pie mientras froto con la mano mi costado izquierdo, que es donde uno de los golpes está haciendo efecto y causando un patente dolor en la zona.

—Jamás apartes los ojos de tu contrincante —señala Natasha antes de volver a mover sus extremidades y avalanzarse sobre mi.

Oigo como Sheila amortigua una risa con su mano e inhalo con profundidad. Uso algunas de las tácticas de combate que la misma Romanoff me ha enseñado y logro mantener el ritmo por un par de segundos, pero es más que evidente que hoy no es precisamente uno de mis mejores días, y eso lo compruebo cuando mi espalda hace contacto con el suelo una vez más. Natasha gruñe inconforme ante mi inusual condición endeble y me extiende una de sus manos para que me ponga de pie con su ayuda.

—Parece que hay algo dentro de tu cabeza que te está distrayendo y no te deja concentrarte al cien por ciento con el momento —dice echándome una mirada.

—Puede ser, aunque no sé que es. No entiendo porque, pero sólo siento como si me estuviera olvidando de algo importante —dudo antes de darle un pequeño trago a mi botella con agua—. Quizás sólo estoy distraída, o cansada... la verdad que no he podido dormir muy bien estos últimos días.

—¿Y eso? —indaga mostrando su interés en el asunto.

—No lo sé, me agarran sensaciones extrañas cuando estoy relajada justo antes de caer dormida —confieso por primera vez luego de algunas noches seguidas sucediendome lo mismo—. Es como... miedo, siento si algo me fuera a suceder. Hasta que me doy cuenta me encuentro a salvo en mi cama y es como si despertara de una pesadilla.

—Eso no es normal —comenta Sheila esquivando las cuerdas para adentrarse al cuadrilátero y acercarse a ambas— ¿Desde cuándo te ocurre eso?

—Sólo algunas noches, o, bueno, creo que desde la noche de la fiesta de Tony —revelo mientras observó como ellas intercambian una mirada preocupada—. ¿Qué?

—Deberías charlarlo con alguien, probablemente con Bruce... o un psicólogo —sugiere la castaña— Quizás tenga algo que ver con tus dones.

Asiento mientras pienso que a lo mejor Sheila está en lo correcto. Nunca antes me ha sucedido algo así, de hecho suelo ser una persona de sueño fácil y pesado. A menos que haya algo que me mantenga alerta, acostumbro a caer en los brazos de Morfeo instantes después de hacer contacto con la almohada. Sé que es algo que tendré que charlarlo con Bruce ni bien se de la ocasión, pero a decir verdad el tema de mis dones ya es algo que me tiene exasperada. Ya lo hemos intentado todo, y aunque trate y de mi mejor esfuerzo no dejo de pensar que todo es vano, que es como si estuviéramos dando vueltas en una circunferencia y terminando siempre en el mismo lugar; yo aún sin controlar mis capacidades.

OUTSIDE THE DARK ― steve rogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora