Capítulo 6: Una Visita Inesperada...

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Ya en camino hacia la casa de los padres de la pequeña ardilla...

—Estamos cerca, cruza por acá, ¡yo te guío Argis! ¡Pero necesito que te escondas antes de llegar a casa de mis padres o les dará un posoncio, al verme llegar contigo! —carcajadas.

—Con cálida voz Sophie la corrige: soponcio Aqüichi, soponcio.

—¡Mmm ajá, eso! —dijo Aqüichi— además, ¡esconder a Argis no será tarea fácil! Jajajaja.

—¡Tienes toda la razón pequeña! —dijo Sophie.

—Aquí, aquí, déjame aquí y escóndete, mmm... ¿A ver dónde, dónde? ¡Ya sé, detrás de esa piedra grandota! ¡Ayy Noo! Se te ve hasta el cuerno Jajaja —dijo Aqüichi.

—¡Ya sé! Ven Argis, acuéstate boca abajo, detrás de este tronco caído, que es tan grande como tú. Mmmm, ¡ven Aqüichi, ayúdame a cubrirlo con hojas! ¡Eso! ¡Listo! No te muevas hasta que regrese Aqüichi con sus padres —dijo Sophie.

Y Argis levantando la cabeza, dijo:

—¡No me moveré!

—¡Ohh Noo Argis! ¡Te quitaste todas las hojas de encima!

¿Qué parte de NO TE MUEVAS, no entendiste? ¡Ven Aqüichi, ayúdame otra vez a cubrir a Argis! —dijo Sophie.

—¡Ayy! me pican los pies —dijo Argis.

—¡Ayy Noo! ¡Alguien que me de paciencia por favor! ¡A ver! ¿Dime dónde te pica? —dijo Sophie.

—¡Allí justo debajo del dedo gordo! ¡Ayy pica mucho! —dijo Argis.

—¿Aquí? —preguntó Sophie.

—¡No, no! más abajo. ¡Un poquito más allá! Mmm, ¡un poquito más acá!

—¡Argis! —gritó Sophie.

—¡Ahí! ¡Ahí! ¡Justo ahí! ¡Aahhhh! ¡Listo! —dijo Argis, carcajadas.

...Y otra vez volvieron a cubrirlo.

Y a coro Sophie y Aqüichi le recordaron:

—¡NOO TE MUEVAS!

Argis, se quedó muy quieto y mantuvo su cabeza casi dentro de la tierra, haciendo un gran esfuerzo por contener la risa.

—Ve Aqüichi, yo me quedaré aquí con Argis por cualquier cosa —dijo Sophie.

—Okey, ya regreso —dijo Aqüichi.

Al llegar a la madriguera del árbol, se encontró con el señor búho.

—Saludos pequeña Aqüichi ¡Qué bueno saber que estás bien!

—Saludos señor búho, vine a ver a mis padres para que sepan que estoy bien

—dijo Aqüichi.

—¡Sí, comprendo! Ellos están muy preocupados por ti, me dijeron que fueron atrapados por un malhumorado cíclope, pero ¡es extraño! En mis vuelos, jamás he visto esa criatura por estos lados —dijo el señor búho con voz ronca, pero agradable.

—Todo lo que le dijeron maíta y paíto es cierto señor búho —dijo Aqüichi.

—¡Y les creo, pequeña! —dijo el señor búho— yo me ofrecí a llevarlos en mi lomo hasta la gruta que me indicaron... Al llegar a la cueva, entramos sigilosamente; pero no había nadie, solo grandes trastos y un hedor desagradable y penetrante. ¡Gruuaagg! Salimos volando de allí. De regreso, realicé un vuelo pausado y silencioso, miré hacia todos lados intentando encontrarte para tranquilidad de tus padres, pero fue en vano. Por eso me alegra verte de nuevo sana y salva. Definitivamente el alma de una madre no miente, es intuitiva y sabia. Ella, aunque preocupada por ti, advertía que estabas bien.

—Pero ¿dónde están Maíta y Paíto? ¿Por qué no están aquí? —preguntó Aqüichi.

En ese instante:

—¡Aqüichi, mi pequeña! ¡Gracias a los cielos que estás bien! —dijeron sus padres.

—¡Maítaa, paítoo! ¡Los extrañé un mundo! —dijo Aqüichi con gran alegría.

Sus padres con lágrimas de inmensa alegría, abrazaron a Aqüichi con todo su amor a la vez que le decían lo preocupados que estaban por ella.

Aqüichi secaba las lágrimas de sus padres con sus besitos a la vez que les decía:

—¡Toy bien, toy bien! ¡Y los extrañé muchísimo! ¡Ahh y les traje muchas, muchas nueces! Tengo mil cosas que contarles.

Con especial atención sus padres y el señor búho, escuchaban asombrados todo lo que la pequeña Aqüichi les contaba.

—¡Y eso no es todo! Afuera nos esperan Sophie y Argis —dijo Aqüichi.

—¿Qué? —los padres miraron a Aqüichi con cierto recelo a la vez que le decían— ¡a la joven no le tememos, al contrario, ella salvó nuestras vidas y tu padre y yo le estamos muy agradecidos! Y aunque te creemos cuando dices que ya no hay motivos para temer al cíclope, no podemos evitar sentir pánico ¡su sola presencia nos asusta!

—¿Dices que cerca de aquí está el cíclope? —preguntó el señor búho.

—¡Sí señor búho! ¡Pero Argis quiere disculparse con mis padres por haberlos encerrado! ¡Ese es un bonito gesto de su parte! ¿No les parece? —dijo Aqüichi.

—¡Oh! ¿Disculparse? ¡Increíble! —dijo el señor búho.

—Está bien hija, dile que venga, ¡pero no saldremos del árbol! —dijo paíto.

—¡Ta' Buenoo pues! —respondió Aqüichi.

—¡Espera Aqüichi, espera! mejor iremos contigo, ¿viene con nosotros señor búho?

—Mmm, ¡no! Prefiero observar desde lo alto de algún árbol, ¡no quiero ser la cena! —respondió el señor búho.

—Okey, pero para que ustedes no se asustaran al ver de repente a Argis, tuvimos que esconderlo y cubrirlo con muchas hojas, jijiji, ¡se ve gracioso! —dijo Aqüichi.

Así que tomaron a Aqüichi de la mano y juntos se dirigieron al lugar donde estaban Sophie y Argis.

Sophie, al verlos llegar, le dijo a Argis:

—Ya los padres de Aqüichi se acercan, quédate aquí quietecito, no te muevas, para no asustarlos —e inmediatamente corrió hacia ellos.

—¡Cuánto me alegra volver a verlos! —dijo Sophie con gentileza.

—¡Y a nosotros verte sana y salva! ¡Estamos muy agradecidos por tu bondad! Ya Aqüichi nos ha contado todo lo acontecido, pero ¿y dónde está el cíclope? Nuestra pequeña nos dijo que vino con ustedes, y aunque tenemos un poco de temor, decidimos venir a recibirlo —dijo paíto.

—Comprendo, pero ya no hay motivos para temer. ¡Vengan acerquémonos! —dijo Sophie.

Sin sospechar siquiera el peligro que acechaba sobre Argis...

Argis, El Cíclope ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora