Capítulo 28: Las Cascadas de Maiec...

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Una tarde, mientras Argis, Sophie y Aqüichi paseaban; se encontraron con las cascadas de Maiec. Las aguas de los manantiales jugaban con los colores de la naturaleza. Al centro de la montaña había una gran cascada rodeada de otras más pequeñas. La del centro, majestuosa y elegante, parecía la madre de todas. De cada una de ellas fluía el agua con gran alegría y entusiasmo hacia un gran río, que travieso disfrutaba mojando los árboles y plantas del lugar.

Mientras observaban aquel hermoso paisaje Argis se dio cuenta que había una cascada en especial de la que apenas fluían unas líneas de agua muy delgada.

—¿Por qué será que de aquella cascada apenas brota agua? —preguntó Argis.

— ¡Oh sí, es cierto! —dijo Sophie.

— ¿Cuál, cuál cascada? —preguntó Aqüichi— porque yo veo que de todas cae aguita.

—¡Aquella pequeña! ¡Aquella que está como a la altura del corazón de la más grande! ¿La ves? —preguntó Argis.

—Mmmm, ¡no! ¡No la veo! —respondió Aqüichi.

—Mira hacia la cascada que está a la derecha de la más grande, observa bien —dijo Argis.

—Mmmm... ¿Dices que está a la altura del corazón de mamá cascada? —preguntó Aqüichi.

—Sí pequeña, justo a esa altura —dijo Argis.

—Mmmm, ¡Ahh okey, ya la vi! Apenas brota agüita de su centro ¿será que alguna roca impide que fluya el agua?

—dijo Aqüichi.

—Mmm, puede ser pequeña —dijo Argis.

—¿Podemos subir hasta la cima y ayudarla? ¿Siiiiiiii? —preguntó Aqüichi, carcajadas.

—Es una buena idea pequeña, subamos y averigüemos qué ocurre con el agua —dijo Sophie.

Al llegar a la cima de la cascada, escucharon un llanto, al indagar se dieron cuenta que el llanto provenía de una de las cascadas.

—¿Quién llora? ¡Holaaa! ¿Hay alguien ahí? —preguntó Aqüichi.

—¿Quién eres? —preguntó la cascada.

—¡Ahh hola! ¡Soy Aqüichi! Y ellos son mis amigos Argis y Sophie, nosotros solo queremos ayudarte para que tu agua vuelva a fluir. ¿Y tú cómo te llamas? —preguntó Aqüichi.

—Soy Krimai —respondió la cascada.

—¿Y por qué tan triste? —preguntó Aqüichi.

—¡Cosas de la vida! —respondió Krimai.

—¡A ver, cuéntanos! —dijo Aqüichi.

—¡No, no quiero hablar con nadie! —dijo Krimai.

—¡A veces es bueno hablar con alguien! —dijo Sophie.

—¡Dije que no quiero hablar con nadie! ¡Váyanse! ¡Déjenme sola! — dijo Krimai.

Aqüichi, Sophie y Argis, sin decir más se retiraron dejando a Krimai sola con su aflicción.

—Es una pena que una cascada tan hermosa y con tanto que ofrecer, tenga su alma tan lastimada —dijo Sophie.

—¡Sí! Sus palabras son ásperas y amargas —dijo Argis.

Y sin decir más, bajaron a la orilla del río y desde allí, a lo lejos, contemplaban la tristeza de Krimai.

Luego de un largo rato, decidieron regresar a casa y volver otro día.

Argis, El Cíclope ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora