Capítulo 2: Aqüichi... ¡Una Adorable Ardilla!

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Justo al amanecer notó como en un abrir y cerrar de ojos...

-¡Ohh por todos los Dioses! ¿Y ahora qué ocurre? La isla está retomando su estado natural. ¡La magia está desapareciendo!

-¿Será que esto solo ocurre en la madrugada? ¿Una vez al año? ¿Cuándo llueve? ¿O cuando uno está medio chiflado? ¡Ah! ¿Cómo saberlo?

Acto seguido, rasgó parte de sus vestiduras y las ató con un fuerte nudo a una de las palmeras, con la certeza que su familia la encontraría y decidió aventurarse y conocer un poco aquella hechizante isla.

-¡Ayy! Mi pancita tiene hambre, ¡me comería una docena de gyros! -carne asada servida en un pan de pita o sándwich.

Siguió caminando entre aquellas palmeras repletas de cocos, pero no tenía una vara para poder bajarlos. Más adelante se tropezó y ¡¡waooo!! ¡Sorpresa! ¡Cocos! Y contenta bailaba y cantaba:

♫♫ ♪ Sophie tiene un coco

con agua de coco

buscaré una piedra

pa'romperle el coco al coco♫♫ ♪

-¡Ops, definitivamente me estoy volviendo loca! Ja ja ja.

Después de haber saciado su apetito, tomó dos cocos más para el camino y continuó su recorrido por aquella exuberante isla donde predominaban cipreses, olivos, mirtos, laureles y grandes palmeras; la arena era como pisar motas de algodón, la brisa era suave y densa al mismo tiempo, el borde de la espuma del mar tenía un color azul intenso que brillaba con los rayos del sol y el sonido del romper de las olas era como un preludio a la calma.

Mientras... En casa de Sophie, su padre y un grupo de pescadores regresaban de su infructuosa búsqueda.

-¿Qué ha pasado? ¿La encontraron? -preguntó la madre.

-¡No querida! ¡No hay señales de ella, ni del bote! -respondió Lugec, el padre de Sophie.

La madre desconsolada comenzó a llorar y suplicar:

- ¡Ohh Zeus, no me arrebates mi hija, te lo imploro! ¡Suplico tu protección para mi pequeña y para todos los que nos acompañan en su búsqueda! ¡Mi corazón de madre me dice que está viva! Pero ¿dónde? ¿Dónde está mi Sophie?

-No te aflijas cariño, en quince minutos parten Irvil y Adreia con el segundo grupo de pescadores. Nos hemos organizado para que al regreso de un grupo, parta el siguiente, el pueblo está con nosotros y eso nos debe llenar de fortaleza querida. ¡Con el favor de los Dioses la encontraremos! ¡Debemos mantener viva la esperanza y la fe, para que nos acompañe! -dijo Lugec.

Entretanto, Sophie continuaba explorando la isla y mientras avanzaba se preguntaba ¿cómo había piedras tan grandes montadas una encima de la otra? ¡Alguien las tuvo que montar ahí! Pero ¿quién o quiénes?

- ¡Y de pronto tropezó y cayó sobre la hierba! ¡Ayy! ¡Auch! ¿Con qué he tropezado?

- ¡¡Ahh, Wow!! ¡Una ardilla bebé, qué linda eres pequeña!

-Aqüichi meru chame chimi pegüi qüiru ploff ploff jummm.

-¿Una ardilla que habla? ¡Que graciosa eres, pero te cuento que no entiendo nada de lo que dices!

Y haciéndole señas con sus manitas, la ardilla repite:

-Aqüichi meru chame chimi pegüi qüiru ploff.

-¡Ahh okey, tú venías caminando, yo te tropecé y caí sobre ti! ¿Correcto? -la ardilla asintió-¿Y tienes algún nombre?

-Ummm ja.

-¿Te llamas umja?

-¡No, no, no! -exclamó la ardilla.

-Dilla qüichi.

-¡Ahh okey, te llamas dillaqüichi!

Y tapándose los ojitos la pequeña ardilla replica:

-¡Oh, Cheus ame pachencha! ¡No, no, no!.... ije Aqüichi... A-qüi-chi...

-¡Yaaa! ¡¡Aqüichi!!

-Yeee ¡uufff! -¡A din!

-Ja, ja, ja. Ojalá pudiera entender el idioma ardilla con más facilidad, serías de gran ayuda pequeña Aqüichi

-Mmm, ¡edo blar omo u!

-¿Qué? ¿Acaso me estás diciendo que puedes hablar como yo?

-Yeee ji, ji, ji. -y salió corriendo y se montó a un árbol.

-¡Mira Aqüichi, baja de allí! ¿Cómo es que puedes hablar como yo y me tenías descifrando cada palabra? Jumm ardilla fea.

Y Aqüichi frunciendo el ceño, dijo:

- ¡Noo! Aqüichi dinda, ji, ji, ji. ¿Puedo apopañarte?

-¡Claro pequeña!

-Okey, epédame.

Seguidamente, Aqüichi empacó unas cuantas provisiones y se subió sobre el hombro de Sophie. Mientras caminaba, Sophie le contaba a la pequeña toda la experiencia vivida las últimas horas y, entre nuez y nuez, Aqüichi compartía y la escuchaba con atención.

-¿Tú viste algo de lo que te he contado?

-Mmm, ¡no...! Taba mimiendo en mi madiguera con mis ojitos cerrados.

-¡Claro, seguro! ¡Uufff! ¿Descansamos un rato Aqüichi? ¡Me duelen los pies!-dijo Sophie.

-¡Claro! -respondió Aqüichi.

Sophie se recostó junto a un árbol, tomó unas hojas para usarlas de almohada y puso a Aqüichi sobre su pecho mientras acariciaba su tierno pelaje, y pensando en su familia se quedó profundamente dormida. Al despertar Aqüichi no estaba, pero sobre su pecho había dejado unas cuantas nueces, brotes tiernos y algunas semillas. Sophie tristemente exclamó:

-¡Ohh Aqüichi! ¿Por qué te has marchado? ¡Me sentía tan bien en tu compañía! ¡Solo espero volver a verte!

Dicho esto, se comió lo que le había dejado la pequeña ardilla, tomó sus cocos, se levantó y continuó su camino sin predecir lo que le esperaba en aquella mágica y hechizante isla...

Argis, El Cíclope ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora