Capítulo 15: La Pataleta de Aramís

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Durante la liberación de Argis, Aramís estaba en una cueva secreta que usaba para preparar sus brebajes y demás hierbas venenosas. Cuando Aramís sintió temblar el océano y los profundos sonidos provenientes del centro del mar, pensó lo peor ¡Qué había sido descubierta por el Gran Rey de los Mares "Poseidón", de quien había estado oculta durante siglos.

Entonces decidió permanecer oculta dentro de una habitación que mantenía mágicamente cerrada justo a los pies de una escalera de caracol de aquella cueva oceánica. Visiblemente asustada utilizó todo bicho venenoso para proteger la entrada de aquella habitación y evitar ser descubierta.

Su cuerpo entero temblaba de pavor, realmente Aramís estaba muy, pero muy asustada, pero ¿por qué le temía tanto la supuesta presencia de Poseidón? ¿Qué había hecho Aramís en su pasado para temerle de tal manera?

Después que todo se calmó, Aramís siguió encerrada en su cueva durante muchas horas, pensando que podría ser una estrategia de Poseidón para capturarla apenas pusiera un pie fuera de aquella cueva.

Así que después de varias horas, decidió enviar a un par de pulpos para que averiguaran si había alguna novedad. A los pocos momentos regresaron visiblemente exaltados:

—¡Es el cíclope Aramís, es el cíclope! ¡No está en su prisión, ha sido liberado! —dijeron los pulpos.

—¿Cómo que ha sido liberado? ——dijo Aramís furiosa, mientras salía corriendo de la cueva —¿Dónde está Nitzu, dónde se ha metido ese pajarraco inútil? ¡Tú mujer! —dijo Aramís dirigiéndose a Oudrey— ¿Qué ha pasado aquí, dónde está el cíclope? —y aunque temía la respuesta, no dejó de preguntar— ¿Quién lo ha liberado? ¡Responde mujer, estoy hablando contigo! —dijo Aramís pataleando su rabia.

Oudrey, con serena calma y sobrada elegancia, le dio la espalda sin responder. La actitud de esta sacó de sus casillas a Aramís quien buscando a Nitzu con la mirada, comenzó a golpear con su látigo a cuanta criatura se cruzaba en su camino.

—Nitzuuu ¿Dónde estará ese horrible pajarraco? —se preguntaba Aramís.

Así que tomó su carro, el cual era conducido por dos de sus perversos tiburones y se dirigió a toda velocidad a la superficie para recorrer todo el lugar en búsqueda del cíclope.

Gracias a que el contemplador y su familia previeron que esto podría suceder, hicieron una red invisible telepáticamente para evitar ser vistos por Aramís, o sus secuaces.

Una vez que Aramís recorrió el océano, acabando con todo aquel que estuviera cerca, regresó a las profundidades, encontrándose con Nitzu.

—¿Dónde estabas cuando todo esto ocurrió? —preguntó Aramís visiblemente furiosa.

—Estaba en el baño Aaraamiis— respondió tartamudeando Nitzu.

—¡Ahh, justamente se te ocurrió ir al baño, pajarraco bobo y estúpido! ¡Quítate de mí vista antes que te degolle con mis propias manos! —dijo Aramís.

A lo que el ave corriendo y sin pensarlos dos veces salió huyendo de la vista de Aramís.

A pesar de la incontrolable rabia de Aramís, no podía hacer toda la maldad que quería, había en el ambiente una fuerza superior que la frenaba y no la dejaba soltar al mundo oceánico su inmensa furia y frustración.

Argis, El Cíclope ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora