Capítulo 5 -La chica inocente-

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A veces el detenerse a pensar en lo que puede pasar el día a día es inútil. Nunca puedes preveer, que será lo que te deparará el destino, es impredecible. Pero a veces, casi puedes sentir lo que puede ocurrir.

Las paredes de mi habitación, bueno, más bien, de mi celda, eran de color blanco. El suelo era de baldosa. Había un armario empotrado en la pared. Una cómoda, un baño, una mesa amplia, una cama y una mesita al lado de esta. También había una ventana, que daba al patio. Había un patio entre los tres edificios. Miré las ventanas del edificio de enfrente al que estaba, era el edificio de los chicos. Estábamos en noviembre, por lo que todas las ventanas estaban cerradas, todas, excepto una. Esa ventana de esa habitación estaba justo en frente de la mía, a veinte metros. Había un chico observándome. Me giré avergonzada, y me dirigí hacia la maleta, había llegado la hora de deshacer la maleta.

Cuando terminé, quedaban quince minutos para la cena, así que cogí mi cuaderno, lo abrí, y fui al apartado de las normas, empecé a leerlas una a una:

Los horarios se respetan, por que si un alumno llega tarde, este será castigado. El toque de queda PARA TODOS LOS ALUMNOS es de las once de la noche. Después de esta hora nadie podrá estar fuera de su respectiva habitación. No se permite llevar otro atuendo que no sea el uniforme del centro. Para salir del centro se necesitará la aprobación de los padres, del precepto del alumno y del director. Las relaciones entre chicos y chicas del mismo sexo están TOTALMENTE PROHIBIDAS. Si hay una relación entre un chico y una chica, estos deberán comunicárselo a sus respectivos preceptos, o en caso de ser de cuarto año, a la directora. Están prohibidas todas las actividades relacionadas con el sexo, el castigo será muy severo para quién lo incumpla. El faltar a clase sin una explicación realista, supondrá un punto menos de la media final por cada hora no asistida. Las peleas entre alumnos están prohibidas, así también como entre alumnos y profesores. Para poder salir del centro en las vacaciones de navidad, primavera y verano, sólo los padres podrán decidirlo si su hijo/a vuelve a casa por dichas vacaciones. Los alumnos que no cumplan con todas las normas evidentes que no están aquí escritas, serán castigados.

Cerré el cuaderno. Suspiré, y fui al baño a mirarme al espejo. El uniforme no era tan feo como me había imaginado desde un principio. La falda era negra, y la chaqueta tenía a un lado el escudo de The Academy Maxime.

Era las siete y cincuenta y cinco. Quedaban cinco minutos para la cena. Me levanté de la cama, y cogí del cuaderno el papel con el mapa. Haber si conseguía no perderme. Nada más salir de mi habitación, vi a Leslie esperándome.

-¿Me has esperado? –La pregunté sorprendida.

-Pues claro. Ahora somos amigas. ¿No? –Dijo ella alegre y yo también sonreí. –Vamos, creo que ya sé dónde está el comedor.

Me agarró del brazo, y corrimos por el largo pasillo, bajamos las escaleras de caracol del edificio de tres en tres. Y fuimos hacia el edificio uno. La gente corría, por que claro, íbamos a llegar tarde. Había un cartel con una flecha que señalaba una gran puerta. Era el comedor. Al entrar nos quedamos fascinadas. Era enorme. Las mesas eran de ocho personas, redondas, y con sillas de plástico. Fuimos hacia el mostrador de la comida, cada una cogimos una bandeja de aluminio, dos platos, los cubiertos y un vaso. Pasamos por el mostrador, le entregamos el plato a la señora y nos puso macarrones. En el otro plato nos puso patatas fritas y un filete de carne.

-Oh, que buena pinta tiene esto. –Dijo Leslie. Y pude oír como su tripa rugía. -¡Qué hambre tengo!

-No hace falta que me lo jures. –Sonreí. –Me lo creo.

De postre había para elegir entre fruta, galletas o batidos. Leslie cogió cinco galletas de chocolate. Yo cogí una manzana. Nos sentamos en una mesa que estaba en un rincón del comedor. Y empezamos a devorar los macarrones. Cuando, una chica nos miraba de pie, con su bandeja.

Unidos por el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora